diariosur.es – «Yo no veo dificultades, solo veo retos a conquistar». La frase no está sacada de un libro de autoayuda, aunque bien podría. Tiene autor conocido: Oscar Pistorius (Johanesburgo, Sudáfrica, 1986), una de las estrellas de los pasados Juegos de Londres. No tenía la mejor marca, pero sí una condición que le hace sumamente especial: dos piernas amputadas que no fueron impedimento para que corriera los 400 metros lisos y el relevo de 4×400. Se midió a deportistas sin limitaciones físicas. Pistorius contra Usain Bolt… casi nada.
El sudafricano, apodado ‘Blade Runner’ por las sofisticadas prótesis que utiliza en la carrera, fue así el primer deportista sin las dos piernas que disputará unos Juegos Olímpicos. Hasta ahora habían competido otros sin un brazo, con deficiencias visuales, sin una pierna… pero jamás sin las dos. Recibió la noticia cuando se ejercitaba en el gimnasio
– ¿Y entonces…?
– Mi primera reacción fue llorar. No lo celebré -confiesa en conversación con este periódico-.
Y en un instante cobró todo el sentido una frase que su madre le ha repetido machaconamente desde que era niño: «El perdedor no es el que corre y queda segundo, es el que no se atreve a correr».
Y él… ¡vaya si lo tenía difícil! Nació sin peronés ni tobillos y tuvo las piernitas enyesadas durante meses. No había cumplido el año cuando los médicos se dieron por vencidos y a sus padres les tocó tomar una decisión terrible: cortar por debajo de las rodillas para frenar el avance de una enfermedad ósea progresiva. A la edad en que los bebés empiezan a tambalearse inseguros él se quedó postrado. Medio año después -con 17 meses- se ponía por primera vez en pie sobre dos pequeñas prótesis. Y empezó a vivir como los demás niños. Después del colegio jugaba al tenis, al waterpolo… y al rugby.
– ¿Ya destacaba entonces?
– Eran solo juegos de la escuela pero ya entonces solo quería ganar. Siempre ha sido parte de mí intentar ser el mejor. Soy un fiero competidor, voy al límite y doy el cien por cien.
Y entonces, a los 16, otro revés: rotura de ligamentos de la rodilla izquierda a causa de un placaje. Las carreras eran parte del exigente tratamiento de rehabilitación que le impusieron y así llegó a la pista de atletismo. Empezó a correr por obligación y se dio cuenta de que casi podía volar. Tiene la mejor marca en los 400 metros paralímpicos: 45,07 segundos. El récord a nivel mundial todavía es de Michael Johnson: 43,18 segundos (1999). Con la mayoría de edad y tras un año de entrenamiento Pistorius disputó sus primeros Juegos Paralímpicos, (Atenas 2004). Corrió los 200 metros en 21.97 segundos y ganó el oro. Y se colgó otras tres medallas de oro (100, 200 y 400 metros) en los Paralímpicos de Pekín en 2008.
10 segundos de ventaja
Pero su anhelo era disputar los Juegos con los deportistas sin discapacidad. Lo intentó en Pekín, pero la Federación Internacional de Atletismo se lo prohibió aduciendo que sus prótesis ‘Cheetah’, de fibra de carbono y forma de guadaña, le concedían ventaja frente a los corredores sin limitaciones físicas. Un grupo de científicos determinó que Pistorius recurría a una especie de «dopaje tecnológico» porque entendían que con esos mecanismos tenía una ventaja de hasta 10 segundos, al ser prótesis ultralivianas y necesitar menos esfuerzo muscular. Pero él niega la mayor: «Mis únicas ventajas vienen de entrenarme más duro que nadie». Y recurrió al Tribunal de Arbitraje Deportivo, en Suiza. Le dio la razón.
En todo caso, apuntan desde el Comité Paralímpico Español, Oscar juega en desventaja: «Lleva el muñón encajado en una prótesis rígida y al correr, la pierna aumenta un poco de volumen, con lo que se producen rozaduras, sangras, las salidas son más lentas… No se ha inventado todavía la tecnología que supere a un pie humano», advierte Alberto Jofre, director general del Comité.
Pistorius no tiene pies pero sí un cuerpo de Dios griego, con los músculos perfectamente esculpidos. Y un tatuaje enorme cubriéndole media espalda, una cita de la Carta a los Corintios (9 26-27): «Así, yo corro, pero no sin saber a dónde; peleo, no como el que da golpes en el aire. Al contrario, castigo mi cuerpo y lo tengo sometido, no sea que, después de haber predicado a los demás, yo mismo quede descalificado».
– ¿A cuánto ha renunciado por ser el más rápido?
– Corro todos los días del año, haga el tiempo que haga, llevo una dieta estricta y he sacrificado mi vida personal por la competición. Es duro pero es mi sueño. Y no cambiaría nada.
– ¿Se siente un héroe?
– No, no me veo así. Lo que me gustaría es ser una inspiración para otros, especialmente para la gente joven. Si lo consigo me sentiré realizado como atleta.
Pistorius responde a cualquier pregunta casi sin emoción, como el autómata que es en la pista de atletismo. Y donde esta periodista intuye esa frialdad tan característica de los deportistas de alto nivel, probablemente lo que haya sea pura normalidad. Porque él nunca ha caminado de otra forma que no sea sobre unas prótesis. Se las ponía de crío igual que su hermano mayor se calzaba los zapatos -tiene otra hermana pequeña-. «Si un niño se queda mirándome porque voy con pantalón corto le digo: «Hola me llamo Oscar y no tengo piernas. Mira, estas son ortopédicas. Tócalas si quieres»». Y la gente ya se va acercando a tocarlas.
Su presencia en los Juegos Olímpicos de Londres (también disputará los Paralímpicos) fue más que una victoria personal. Dio una visibilidad tremenda a los deportistas discapacitados y engrandeció la leyenda que empezaron otros como Natalie Dutoit, la nadadora sudafricana amputada de una pierna que disputó los Juegos de Pekín con deportistas sin ningún tipo de limitación; o Natalia Partyka, que solo tiene un brazo y compitió en tenis de mesa; o Brian McKeever, el primer ciego en unos Juegos de Invierno.
Pistorius fue el primer atleta con dos piernas amputadas en medirse con los mejores. «Es el máximo ejemplo de los valores que representan los deportistas paralímpicos. El mensaje es que no hay barreras ni límites cuando te propones un objetivo». Y Alberto Jofre recurre a un ejemplo bien gráfico: «La mejor marca de un español sin discapacidad en 400 metros está en 46,41 segundos. Lo que significa que Pistoruis, aún con dos piernas cortadas, es más rápido que cualquiera de nuestros atletas y que el 99% de los corredores del mundo». Y Jofre añade: «En estos momentos de crisis económica y de valores, cuando todo el mundo cree que la cosa está negra, el mensaje de Pistorius es esperanzador».