Eduardo Martínez, tras quedarse parapléjico, crea junto a unos amigos un club deportivo para la inclusión. En este momento está en marcha una campaña de venta de pulseras para lograr financiación para sillas de atletismo.
Discapacitados Capacitados – El 3 de noviembre de 2012 la vida golpeó duro a Eduardo Martínez. Entrenando para la Vuelta Cicloturista vio la muerte de frente. Durante la subida al Pico de las Nieves “todo fue bien”, pero en el descenso la gravilla le jugó una mala pasada: perdió el control de su bicicleta en una de las curvas. “Ante esa tesitura intenté salvarme echándome por la vereda por si podría parar de alguna manera y seguir viviendo”, señala. El accidente, que le causó una lesión medular que le impide caminar, cambió su rutina por completo. Pero este difícil trance no le ha borrado una amable sonrisa de la cara. “La vida sigue en positivo” y desea aprovechar cada segundo de esta nueva etapa. Es por ello que se decidió a formar, junto con un grupo de amigos, un club deportivo que toma el nombre al que ya es su lema de vida: “La idea es intentar ayudar a quienes estén en mi situación y hacerlo de forma inclusiva”.
“Mi vida estaba llena de actividades, tanto en lo laboral como en lo deportivo”, expone Martínez. El triatleta grancanario, que dirigía una empresa de medicamentos, se había casado dos meses y medio antes del accidente. Ese mismo año, además, había terminado el Ironman de Lanzarote. “Tenía muchísimos proyectos en mente, pero por desgracia buena parte de ellos se olvidaron y se fueron a otro lado”, sostiene. Sus amigos, familiares y esposa han sido fundamentales desde ese fatídico día. Pero especialmente su extraordinaria fuerza interna es la que ha conseguido que se sobreponga a este aciago percance.
En el deporte ha encontrado una vía de escape. “Cuando me vi en silla de ruedas, que prácticamente no me podía cepillar los dientes, pensé que ya esta faceta se había acabado para mí”, relata, pero reconoce que es precisamente el mundo deportivo el que se ha volcado con él. A raíz de este apoyo, surgió la idea de crear el club La vida sigue en + y en 2014 se hizo realidad este proyecto. En la actualidad cuentan con 26 deportistas, de los cuales cuatro son personas con discapacidad. El objetivo, comenta, es ayudar a otros que estén en su misma situación y hacerlo, sobre todo, de manera inclusiva: “Todos podemos practicar deporte juntos, cada uno con sus diferentes capacidades”.
Reconoce que el deporte le ha ayudado mucho en la mejora del estado de salud, pero fundamentalmente en la actitud que se toma ante la vida. “Todos los días te superas, te marcas retos, objetivos y te relacionas mejor con otras personas”, esgrime. A su juicio, uno de los mayores factores de cohesión social que hay es el deporte, por lo que afirma que tanto esta disciplina deportiva, como la de educación y la cultura, “son vitales para la inclusión de personas con discapacidad en la sociedad”. Por eso anima a las personas con diversidad funcional a “buscar ayuda de gente especializada e intentar seguir adelante haciendo siempre lo que guste”. Bajo su punto de vista, es importante encontrar un hueco en estas áreas o en alguna faceta artística para “seguir creciendo como persona”.
EDUARDO MARTÍNEZ RECONOCE QUE EL DEPORTE LE HA AYUDADO MUCHO EN LA MEJORA DEL ESTADO DE SALUD, PERO FUNDAMENTALMENTE EN LA ACTITUD QUE SE TOMA ANTE LA VIDA.
No obstante, en la breve andadura del club indica que se ha encontrado con un inconveniente: “El material para personas con discapacidad es bastante caro”. No han tenido el apoyo esperado por parte de las instituciones y han estudiado varias opciones para conseguir financiación, como el patrocinio de diferentes empresas y la venta de merchandising. “Hace poco pusimos en marcha una campaña para la compra de pulseras por dos euros de La vida sigue en +. Esto va sumando y creo que en pocos meses podremos comprar una segunda silla de atletismo de iniciación y una handbike. Con la primera, pagada íntegramente por ICOT, acaba de participar en las 24 horas del Parque Romano. Su objetivo, además, es conseguir espacios en donde poder entrenar y almacenar el material, como pudiera ser el Martín Freire Ciudad Deportiva de Gran Canaria.
Eduardo Martínez, sin embargo, se encuentra centrado en la natación en aguas abiertas. De hecho, lo primero que le preguntó al médico que le comunicó que no iba a poder caminar era si podría nadar. Aunque la respuesta fue positiva, rememora que siempre “queda la duda de si volverás a sentir lo que sentías antes”. Sus amigos le dieron todo su apoyo, pero reconoce que “estaba muy nervioso” y las sensaciones de volver a nadar en playa le superaron un poco. Pero siguió adelante y con un gran esfuerzo consiguió en varios meses nadar tres kilómetros y 7,5 el pasado año. “Nadie me regaló nada para poder llegar a nadar esa distancia, pero las ganas de estar ahí dentro y disfrutar del mundo subacuático es una gozada”, subraya con semblante alegre. Afirma, incluso, que se siente como “pez en el agua”, incluso mejor en el mar que en tierra: “Una de las cosas más placenteras que puedo hacer a diario es nadar. Cuando no lo hago, me cuesta un poquillo estar en casa”.
Entre sus objetivos de futuro se encuentra colaborar con lesionados medulares en el entorno hospitalario y aportar también su granito de arena en San Juan de Dios, centro con el que mantendrá en breve una reunión. Además, le gustaría continuar con el proyecto educativo en el que se encuentra inmerso en la actualidad, dando charlas a estudiantes y a presos sobre educación vial y superación. “A los presidarios les digo que la vida a mí me dio una segunda oportunidad y que a ellos también se la dará: hay que aprovecharla”, sentencia. También está a punto de terminar el máster en Tecnologías de Apoyo, Accesibilidad y Diseño para Todos, de la Universidad Carlos III, gracia a una beca de la Fundación Vodafone.
Aunque hay momentos en los que se derrumba, afronta su día a día con una admirable energía. “No soy de hierro, pero siempre tienes que pensar a medio y largo plazo, pero sobre todo trabajar como las hormiguitas, marcarte un objetivo y llegar a él”, asevera. Para afrontar su día a día sabe que es fundamental una mirada optimista. Por eso los integrantes del club tienen por bandera un gesto que les recuerda que la vida siempre sigue en positivo: una cruz hecha con los dedos. Todo surgió durante su rehabilitación, donde percibía un ambiente angustioso. “Me di cuenta que si no cambias la mentalidad y ves las cosas en positivo te va mal en la vida. Hay que intentar afrontar con decisión los problemas para superarlos con mejor semblante y con más ganas si cabe”, concluye.