Michell Navarro, carácter, energía y trabajo ‘sucio’ en la pista

La jugadora de origen mexicano es una las 12 ‘guerreras’ de la selección española de baloncesto en silla de ruedas que disputará los Juegos Paralímpicos de Tokio.

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En el baloncesto en silla de ruedas no todas son jugadoras excelsas en lo técnico o que brillen por sus cualidades ofensivas. También las hay que se fajan como jabatas dispuestas a realizar el trabajo sucio, el que no se aprecia tanto, y a mantenerse al margen de los grandes focos para priorizar el bien común. Una de ellas es Michell Navarro, quien forja su identidad en la cancha gracias a esos aportes, ama ese rol. La ala-pívot de origen mexicano es desde hace tres años una pieza importante en el puzle de la selección española, una roca defensiva que tratará de aportar su garra, carácter y buen tiro al combinado nacional en su vuelta a unos Juegos Paralímpicos 29 años después.

En Tokio hará realidad un anhelo que lleva persiguiendo desde niña y que ha tenido que esperar tras amargos episodios. Lo hará con un deporte que apenas lleva seis años practicando, en el que se volcó tras ver truncado su sueño de alcanzar cotas altas como atleta. Nacida en Guadalajara (México), la ciudad del mariachi salpicada de plazas y monumentos coloniales, de pequeña descolló como nadadora y después también lo hizo con el lanzamiento de peso. “Siempre me gustó realizar actividad física pese a que nací con una malformación genética en el pie derecho, con un acortamiento del fémur. Me pasaba las horas jugando en la calle con mis amigos, siendo una más, nunca me trataron diferente por mi discapacidad”, relata.

En la piscina se colgó numerosas medallas en campeonatos de México, pero decidió cambiar el bañador por la bola de acero, con la que también obtuvo grandes resultados, siendo campeona júnior. Apuntaba maneras, pero en 2016, cuando tenía 21 años, decidió hacer las maletas y viajar a España junto a su marido, Luis Alfonso Cristen, que había sido contratado por el Amiab Albacete de basket en silla. “Tenía proyectos y me iba bien en el atletismo, pero lo dejé todo por amor, por acompañarle. Al principio fue duro porque llegué de esposa florero, estuve más de un año sin hacer nada y echaba de menos el deporte”, cuenta.

Hasta que entró al rescate Abraham Carrión, el apasionado y enérgico entrenador que revitalizó el baloncesto femenino español. El jerezano, que por entonces dirigía al conjunto manchego, le lanzó un salvavidas, una oportunidad para jugar. “Como solía acompañar a Luis a los entrenamientos, un día me vio en la grada y me dijo si quería probar. En México ya había jugado alguna vez, pero lo dejé porque no tenía gente con la que entrenar. Me sorprendió su propuesta, pero dije sí sin pensarlo. En Albacete era complicado continuar con el atletismo, así que empecé una nueva etapa, recuperé la ilusión”, afirma.

Una progresión constante

Sus primeros pasos con el balón anaranjado no fueron nada fáciles. “Estuve un año entero haciendo mucho trabajo físico, aprendiendo a moverme con la silla, a manejar la pelota, el aprendizaje fue desde cero. Tuve la suerte de absorber lo mejor de mis compañeros, sobre todo, de mi marido y de Martín Arredondo, otro compatriota”, apunta. Poco a poco Michell potenció sus habilidades y virtudes, debutó en División de Honor, luego jugó en el UCAM Murcia y desde el pasado curso lo hace en el Amivel de Vélez-Málaga.

“Mi evolución me sorprende cada año, aprendo algo nuevo cada día. Me despierto todos los días por amor a este deporte”, festeja con pasión desaforada. Aporta seguridad en la pintura, es agresiva en el rebote, combina fuerza y enorme voluntad por defender. Es una jugadora con pundonor y gran capacidad de sacrificio que llega a las ayudas imponiendo un ritmo alto e intenso, mientras que en ataque tiene buen tiro exterior y también cerca del aro.

Su rendimiento le llevó a la selección poco después de obtener la nacionalidad española. Se estrenó en el Mundial de Hamburgo en 2018 y también formó parte del plantel que consiguió en el Europeo de Rotterdam en 2019 el histórico billete para los Juegos Paralímpicos. Ya acumula 25 partidos con la elástica roja. “En la primera concentración sentí miedo, nervios, estaba como un flan, era la novata, pero me arroparon y me trataron como a una más de la familia. Yo amo a México, pero cuando me dieron la opción de representar a España no dudé ni un segundo. Me siento española, este país me abrió sus puertas y me ofreció una oportunidad que jamás hubiese imaginado, dedicarme profesionalmente al deporte”, recalca.

En el vestuario español la adoran por su alegría, gentileza y por ser una persona servicial con el grupo. “Una vez durante un viaje, pensamos que ya había subido al autobús y la dejamos olvidada en un bar en la autovía”, recuerda entre risas Sonia Ruiz, capitana de la selección. “Su primera imagen puede ser de alguien distante, pero es todo lo contrario, es buena compañera y mejor amiga, siempre dispuesta a ayudar, es de las tías más sinceras que me he echado a la cara, va de frente. En la pista es una guerrera como pocas, asume el trabajo ‘sucio’ sin ningún problema, no busca un beneficio personal, entiende a la perfección la importancia del equipo. Es muy trabajadora y eso le está haciendo asumir un rol más anotador. Defender con ella es una pasada. También es muy tozuda y de mucho carácter, por eso nos encanta”, añade.

La de Jalisco cuenta con otro gran apoyo en la selección, su compañera Isa López, que casualmente también es de Guadalajara, y a la que conoció en el Centro de Alto Rendimiento de la ciudad mexicana. “Ella jugaba a baloncesto y yo estaba en natación. Es una coincidencia increíble, para mí es muy importante tenerla a mi lado, me aporta alegría y confianza tanto dentro como fuera de la cancha. Ya ha conseguido la nacionalidad y se merecía estar con nosotras. Ahora queremos disfrutar de un evento único”, añade.

Michell ya sueña con ese primer partido en Tokio, donde España se medirá en el grupo B a Holanda, Estados Unidos, China y Argelia. Ella nació un mes después de que el baloncesto femenino español debutase en Barcelona’92. Desde entonces han sido muchos los intentos baldíos de regresar a unos Juegos Paralímpicos. “Ya era hora, esta selección se lo merecía por todo lo que ha tenido que sufrir. Es un orgullo representar a las jugadoras que han luchado estos años por esa plaza y que no pudieron conseguir, ellas labraron el camino y nosotras hemos seguido sus pasos, así que este logro es de todas. Hemos pegado un salto de calidad, cada vez somos más competitivas y pienso que podemos incluso pelear por medalla. Vamos partido a partido, sin miedo y con muchas ganas de estar lo más arriba posible”, concluye.

TEST TOKIO 2020. Conociendo a Michell Navarro

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