Alfonso Cabello: «Cuando estoy al límite y me ponen entre la espada y la pared rindo mejor»

Hace poco más de un mes el ciclista cordobés conquistó la presea dorada en el kilómetro contrarreloj en los Juegos Paralímpicos de Tokio. Hablamos con él.

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Alfonso Cabello en el kilómetro contrarreloj de los Juegos Paralímpicos de Tokio. Fuente: CPE

El kilómetro contrarreloj en el velódromo es su coto privado, no hay nadie que cuestione su reinado. Alfonso Cabello firmó una gesta en los Juegos Paralímpicos de Tokio tras conquistar el metal dorado y también un bronce en la velocidad por equipos. Es una leyenda en el anillo de madera, el más laureado en la pista con cinco medallas paralímpicas, esas que guarda en un cajón y que no le gusta ver porque el efecto de una victoria le dura poco, lo suficiente para pensar en su siguiente presa. Pese a ser el ‘rey’ de esta prueba y el segundo español más rápido de la historia, sigue esperando algún patrocinador que le permita continuar exhibiendo su elevado nivel. Vestir su séptimo maillot arco iris en categoría C5 es su próximo objetivo, también debutar con la selección española absoluta y en tres años, repetir el oro en París 2024.

Pregunta.- Algo más de un mes ha pasado del oro que conquistó en Tokio, aderezado con el récord del mundo. ¿Cuántas veces ha mirado ese tesoro que tanto le ha costado alcanzar?

Respuesta.- Pues muy pocas, solo cuando la he llevado a algunos eventos, ya que la tengo guardada en un cajón, como el resto de medallas que he ganado -ríe-. No me gusta exhibirlas. Hace unos días unos periodistas que vinieron a casa me pidieron que se las mostrara y por primera vez saqué las cinco medallas paralímpicas al mismo tiempo. A mí el efecto de una medalla me dura muy poco, no me gusta verlas, hago borrón y cuenta nueva bastante rápido. Es una manera también de quitarme presión y de pensar en el siguiente objetivo. Cuando me retire ya habrá tiempo de exponerlas en algún sitio en casa y disfrutarlas.

P.- Para ganar el oro en el velódromo de Izu (Tokio) tuvo que exprimir sus piernas y hacer un esfuerzo titánico, ¿cómo recuerda la prueba?

R.- Era el último corredor en tomar la salida, sentado en el box iba viendo todos los tiempos que se estaban haciendo y cuando terminó el penúltimo, el británico Jody Cundy, que hizo por debajo de 1:02 (1:01.847) y que suponía récord del mundo en su categoría C4, sabía que lo tenía difícil, pero el oro lo veía factible. Tenía que salir a por todas, para ganar no podía guardarme ni un gramo de fuerzas y así lo hice, estaba motivado y decidido a darlo todo. En Tokio me salió la carrera perfecta y soñada para ganar el oro.

P.- Incluso rebajó el récord del mundo que poseía desde Aguascalientes (México) en 2014 y lo dejó en 1:01.557, ¿se lo esperaba?

R.- Para nada, lo veía imposible, no entraba en mis planes. El velódromo de Tokio no me gustaba, tenía rectas largas y curvas más cortas, por tanto, más cerradas. En este tipo de trazados cuando entras en el peralte la misma fuerza centrífuga hace que la bicicleta acelere y en la curva se va más rápido que en las rectas. El de Izu no era un velódromo de transición suave como puede ser el de Mallorca, donde preparé los Juegos. Era súper estrecho, algo que hacía muy complicado manejar la bici en las curvas y las rectas parecían interminables, era una locura. Pensaba que iba a hacer buena marca, pero superar lo de Aguascalientes no porque no era un escenario propicio para conseguir ese tiempo.

P.- Parece que cuanto más difícil le ponen las cosas, más se motiva para superarlas. Es algo que lleva en el ADN.

R.- Siempre que me salen mejor las cosas de lo que espero es porque no tengo otra opción, cuando me ponen entre la espada y la pared rindo mejor. En una situación de tensión y al límite, cuando quizás otros deportistas tiran la toalla, a mí me llena de fuerza y de energía, me gusta, eso me ayudó a ganar el oro en Tokio. En el momento en que di la primera pedalada confié en mis posibilidades de victoria.

P.- Lo celebró con rabia y euforia.

R.- Cuando levanté la vista al cruzar la meta y en la segunda curva vi en el marcador el tiempo que hice, me pegué una vuelta entera gritando a pleno pulmón, casi pierdo el conocimiento, me faltaba el aire y no podía respirar -ríe-. Era tanta la rabia que tenía acumulada que estaba eufórico, si me hubiesen puesto un tren delante en ese momento me lo habría comido.

P.- En Londres 2012 también ganó el oro siendo un imberbe, pero no pudo medirse a su gran rival porque lo descalificaron. ¿Sabe mejor este triunfo en Tokio imponiéndose a Jody Cundy?

R.- Mucho mejor, lo disfruté más. A todo el mundo le gusta ganar, pero en 2012 me quedó una espinita porque al británico lo descalificaron por una mala salida, un riesgo que tenemos los ciclistas por apurar esa decima que hay siempre guardada en la máquina y a él le pasó. Estoy muy orgulloso de aquella victoria, pero lo que realmente quería era medirme con él en igualdad de condiciones y ser el mejor, ese era mi objetivo. Y más aún después de lo de Río de Janeiro 2016, donde me llevé el bronce porque a los C4 les aplicaron un factor de compensación de casi dos segundos, algo que me afectó.

P.- Esta vez, el británico no tuvo más remedio que rendirse a su hazaña, ¿le dijo algo tras la competición?

R.- Por el protocolo sanitario las medallas nos las daban en una bandeja y nosotros nos las poníamos. A pie de podio Cundy me preguntó si podía ponerme él la medalla y le dije que sí, fue una muestra de deportividad por su parte. Pero seguimos manteniendo las distancias como rivales que somos, no vamos a salir a tomar algo juntos -ríe-. Me ha costado muchos años ganarme ese respeto porque siempre me ha mirado por encima del hombro y veo que eso ya no es así.

P.- ¿Qué ha sido lo más duro que ha tenido que afrontar en este largo ciclo?

R.- La gente solo suele ver el resultado final, pero ha habido momentos en los que lo he pasado mal. Desde 2015 hasta 2017 la suerte no estaba de mi lado, tuve varias lesiones o me ponía enfermo. Tuve fatiga crónica y también me diagnosticaron mononucleosis. En 2017 me rompí el ligamento acromioclavicular derecho y no pude competir en el Mundial de Los Ángeles que la UCI se sacó de la manga y que avisó con solo tres semanas de antelación. Fue duro de gestionar porque me vi con una mano delante y otra detrás ya que no podía optar a becas, y estuve muy cerca de mandarlo todo al carajo. Aquello fue un antes y un después en mi carrera, fue como volver a empezar, maduré mucho a nivel personal y deportivo. El resultado de Tokio es fruto de esa constancia que he sabido mantener en estos tres últimos años, una perseverancia en cada entrenamiento que me han permitido evolucionar hasta alcanzar el oro paralímpico.

P.- ¿Este metal dorado tiene muchos nombres?

R.- Los mismos de siempre, los de las pocas personas que tengo a mi alrededor en el día a día, mi pareja, mi entrenador y gente en la que me apoyo. Mis rivales tienen la suerte de contar en su preparación diaria con un mecánico, un entrenador, psicólogos e ingenieros para la aerodinámica de las bicis o prótesis, yo no dispongo de esas cosas, tengo un grupo humano más reducido, pero de gran calidad.

P.- En 2011 decidió probar la pista cuando le dejaron fuera del Mundial de carretera pese a ser el campeón de España. Juan Emilio Gutiérrez fue quien le insistió en cambiar al velódromo, ¿alguna vez ha pensado cuál habría sido su futuro si no hubiese tomado esa decisión?

R.- Lo tengo claro, no hubiese sido ciclista profesional. Sí que habría seguido montando en bici a nivel aficionado, pero sin ese apoyo de Juan Emilio, al que todos llamamos cariñosamente ‘Richard’, no habría conseguido ninguna de mis medallas en el velódromo. Era muy joven y quedarme fuera del Mundial me desmotivó, lo quise dejar, pero él tiene la culpa de que me especializara en la pista. Esa decisión le dio la vuelta a todo, me cambió la vida y le doy las gracias porque mira todo lo que el destino me tenía guardado.

P.- Después de sus últimos logros, ¿ha llamado a su puerta algún sponsor?

R.- Ninguno, nadie me ha llamado. Tengo a Atika Sport, que me vestirá esta temporada, y también a una tienda en Murcia, Bicicletas Borrascas. Su gerente Juan José Calatayud me ha brindado su apoyo y le estoy muy agradecido, al igual que a la Federación Murciana de Ciclismo, que está haciendo una gran labor conmigo. Mantengo una búsqueda activa de patrocinadores, mi teléfono suena mucho, pero nadie llama para ayudarme.

P.- ¿Cree que el deporte paralímpico cuenta con suficiente apoyo?

R.- A pesar de que España hace un esfuerzo e invierte más en el deporte paralímpico, los demás países también lo hacen y nos estamos quedando atrás, ya partimos en desventaja en cuanto a medios e infraestructuras con respecto a muchos países. En Tokio han sido 36 medallas gracias a que los deportistas hemos sabido gestionar bien la situación de pandemia y no nos hemos visto perjudicados, pero la distancia con las potencias sigue siendo cada vez más grande. Se está vendiendo de que es la primera vez desde Barcelona’92 que no bajamos el número de medallas en comparación con los Juegos anteriores, pero no podemos conformarnos con esto, deberíamos intentar volver a ser una potencia mundial. Tenemos la calidad deportiva para estar arriba en el ranking, pero para eso hace falta más compromiso, invertir dinero y hacer que el deporte sea como en el resto de países, el espejo en el que se mira la población. El deporte es la mejor carta de presentación para vender el nombre de un país y en España eso no se tiene tan claro.

P.- En su pueblo, La Rambla (Córdoba), sí que se siente respaldado. Primero fue el polideportivo municipal y ahora la calle en la que nació también lucirá su nombre.

R.- Estoy muy orgulloso, ha sido la calle en la que he pasado el 80% de mi vida y me hace mucha ilusión. Lo del polideportivo fue especial, pero lo de la calle lo es aún más porque ahí crecí, me abrí la barbilla varias veces frenando con el freno delantero o me caí mil veces haciendo el caballito con la bicicleta -ríe-, en ese sitio viví una bonita infancia.

P.- ¿Cómo se plantea la próxima temporada? ¿Ya piensa en el séptimo maillot arco iris?

R.- Llevo más de una semana entrenando de manera muy suave y sin un plan de entrenamiento específico, disfrutando de la bici. Aunque sí pensando en la disputa del campeonato del mundo del año que viene, aún no tenemos sede ni fecha, pero se hará entre enero y marzo, así que no queda tanto y no puedo relajarme. Está claro que siempre que compito soy ambicioso y quiero lograr lo máximo, uno nunca se cansa de ganar y voy a darlo todo para ponerme mi séptimo maillot arco iris.

P.- ¿Le volveremos a ver en el Campeonato de España absoluto?

R.- Hubo varias razones que me motivaron a participar. La primera fue el reto personal de ver hasta dónde podía llegar, la segunda porque iba a crecer ya que me mido a rivales superiores y eso me hizo mejorar. Y la tercera, por dar visibilidad a mi persona y al deporte paralímpico, quería demostrar que no somos inferiores al resto a pesar de tener diferentes capacidades, no rendimos menos que los demás y lo he confirmado en los tres años consecutivos en el Campeonato de España, siendo pionero al ganar varias medallas. Pero soy un deportista profesional, vivo de mi rendimiento y si no cuento con un patrocinador potente que me ayude en estos retos, probablemente me mantendré en un segundo plano.

P.- ¿Y ve posible debutar con la selección española absoluta?

R.- Por supuesto, no es algo que me invente, no vendo humo, yo hablo con el crono en la mano. Cualquiera que vea mis resultados y tiempos en campeonatos absolutos sabe que estoy más que capacitado para representar a España en una competición internacional. Todo dependerá del giro que dé mi carrera a partir de ahora, físicamente estoy preparado para ir con la selección. Unos Juegos Olímpicos son complicados por el sistema de clasificación, pero no imposible. Pero sí veo factible estar en una Copa del Mundo o en un Europeo, sueño con ello. Aunque mi prioridad son los Juegos Paralímpicos de París 2024, me gustaría reeditar el oro.

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