COLOMBIA: Historias de superacion desde el deporte

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Cuatro historias, cuatro realidades, cuatro ejemplos y una sola pasión: el deporte.

Álvaro Galvis, ciclista paralímpico y campeón del mundo en el 2011 y el 2013.ElTiempo.com – Todos perdieron alguna parte de su cuerpo, unos a causa de enfermedades, otros por un accidente o por causas violentas, pero después encontraron en la actividad física una razón más para seguir adelante. Llevan una vida normal, superan exigencias como cualquier deportista de primer nivel y muestran que la fuerza de voluntad permite superar la adversidad.

Álvaro Galvis tiene el coraje de un pedal que ha conquistado el ciclismo mundial

Para muchos seres humanos, la existencia es un constante motivo de queja, así estén en una zona de confort en la que buscan no sufrir las inclemencias que otros padecen.

Para otros, la vida adquiere las dimensiones de una lucha por sobrevivir, superando las pruebas psicológicas, físicas y emocionales que se van atravesando en el día tras día.

Es el caso de Álvaro Galvis, ciclista paralímpico que ha sabido sobreponerse a los golpes que le ha querido dar su fortuna.

Las lágrimas, el dolor y la pérdida de su pierna izquierda en el 2007 no fueron suficientes obstáculos para darse por vencido y ‘colgar la bicicleta’.

Tercero de cuatro hijos (Eduardo, Hernando, Álvaro y Henry), este santandereano criado en Floridablanca vio la práctica del ciclismo como una opción de desarrollo profesional. “Empecé con mis hermanos a jugar fútbol y yo era muy malo. Donde vivíamos no había canchas, y esa fue una de las razones que vi para cambiar de rumbo y comprar una bicicleta”.

Su primera bici fue compartida. Eduardo la compró y se la prestaba a sus tres hermanos. Como era de esperarse, el vehículo sufría con frecuencia golpes y se partía. Para los cuatro muchachos no dejaba de ser una diversión, pues los domingos iban al taller de sus tíos y entre todos la arreglaban.

Álvaro sobresalió en el pelotón de su familia y en el de los compañeros de Bucaramanga que querían ingresar en esta práctica. Rápidamente engranó en el Centro Deportivo de Girardot, su primer equipo, que fue dirigido por Hugo González. Fue campeón nacional de ruta en la categoría juvenil y ganó en Costa Rica su primera carrera internacional. Su palmarés comenzaba a presagiar un gran futuro profesional.

“Me marcó mucho el triunfo de Alfonso Flórez en el Tour de l‘Avenir. La ilusión era emularlo algún día y llegar a tener algún triunfo para mi país”, comenta Galvis.

A los 22 años llegó el momento de decir adiós al ciclismo. Tocó puertas, quiso pertenecer a varios equipos, pero por su corta edad y condición de embalador y no escalador fue desechado por grandes escuadras.

“Tuve la oportunidad de contactar con técnicos de la época. Estuve cerca de llegar al equipo Cafeteritos de Café de Colombia, pero no se concretó. También hubo acercamientos con Manzana Postobón y Pony Malta. Al no lograr nada me desmotivé y me retiré del ciclismo profesional”.

Pasó a trabajar cinco años como auxiliar, masajista y mecánico de diferentes escuadras. La melancolía de ver a los corredores y no poder pedalear a su lado siempre se mantuvo. Como lo describe él: “Del ahogado, el sombrero”.
Culminado ese tiempo comenzó a trabajar como vigilante en la clínica Guane, de Floridablanca, donde fue el principio de la gran batalla que le ganó a la vida.

Sufrió durante seis años un cáncer de huesos llamado condrosarcoma (tumor maligno que se forma en las células de los cartílagos), por lo que se le tuvo que amputar la pierna izquierda.

La ineficiencia del sistema de salud empeoró su estado y el dolor se acrecentaba. “Fue un tiempo de resignación al saber que ya no tenía ninguna solución. Se había hecho todo lo que estaba al alcance de la ciencia. El dolor era insoportable y autoricé la amputación. Solo quería sobrevivir y ver crecer a mis hijas por lo menos hasta los 15 años”.

De ahí en adelante fue borrón y cuenta nueva. Esa bicicleta color sandía, como la describió él, que fue colgada a sus 22 años fue adaptada por su hermano mayor, quien lo reintegró al ciclismo 15 días después de su operación y quien un año después se emocionaba al verlo ganar cuatro medallas en los Juegos Paranacionales del 2008.

Álvaro comenzó a representar al país en competiciones internacionales.

Fue campeón mundial de paracycling en el 2011 y el 2013. Obtuvo medallas, diplomas y reconocimiento de miles de seguidores.

Como referente que era, entrenaba a niños en Bucaramanga. Estos infantes se exigían por el ejemplo de su mentor y este recargaba su corazón de fortaleza para seguir adelante, al ver el apoyo de sus alumnos.

La vida se confabuló con él y en el 2015, a los 45 años, firmó contrato con el Movistar Team América, luego de tener varias charlas con el director del equipo, Libardo Leyton, pese a que 23 años atrás había sido rechazado de otras escuadras.

Este guerrero de la vida solo pide cinco años más de vida profesional bajo una noble causa. “Quiero estar en los Juegos de Río de Janeiro en el 2016, pero tengo una motivación adicional: llegar a Tokio-2020; mas no solo. Quiero pisar esos Olímpicos con mi hija Daniela representando a Colombia”, finaliza, con un largo suspiro y con la esperanza de conquistar estos triunfos para su vida profesional y familiar.

Felipe Villamizar M.
Redactor de EL TIEMPO

El capitán Valencia es una motivación, no un problema

Carlos Andrés Valencia Rojas estaba a cargo de un grupo de soldados pertenecientes al Batallón de selva número 51 del ejército nacional con sede en Miraflores (Guaviare), que recibió la orden de dar de baja a alias Kokoriko, el comandante del primer frente de las Farc.

El 24 de febrero del 2010, Valencia Rojas guiaba a 60 soldados profesionales que defendían la soberanía nacional. Dos días antes, el sitio donde estaba alias Kokoriko fue bombardeado, pero el guerrillero escapó y la guerra se desató. Se protegió minando campos y cumplió su objetivo: dos de los efectivos del Ejército cayeron en la trampa y tuvieron que ser amputados.

El grupo de soldados se paró el día siguiente. Valencia Rojas siempre rezaba, pero ese día no lo hizo. Movió el grupo por otra zona, pues no quería que volviera a ocurrir otro incidente.

En la fila india, él iba de cuarto y de un momento a otro los soldados de adelante se detuvieron. Carlos, con señas, les preguntó que por qué se habían detenido y ellos le respondieron que al frente había agua, pero él dudó, cuando sacó la carta para verificar el lugar donde estaban, dio un paso adelante para soportar el equipo y escuchó una fuerte explosión.

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