Casi sin esperarlo, sus ojos se apagaron de un día para otro. Con 22 años, Iván López se quedó ciego, tuvo que reinventarse y empezar desde cero, pero con perseverancia y enraizado espíritu de superación aprendió a convivir con la ceguera. El fútbol le ayudó a levantarse y en cinco años se ha convertido en el mariscal de ‘La Roja’, en uno de los mejores defensas. En Tokio será uno de los faros que guiará desde la zaga a la selección española en los Juegos Paralímpicos.
“En 2014 tuve un desprendimiento de retina y un glaucoma. Fue un palo muy duro que me dejó bastante tocado psicológicamente. Ya tenía mi vida encauzada, trabajaba de administrativo, estaba independizado y de la noche a la mañana todo cambió, tuve que aprender de nuevo a hacer lo que ya sabía, como cocinar, leer o escribir, pero de un modo diferente, sin ver nada”, explica el deportista.
El fútbol lo había mamado desde pequeño y la pelota con cascabeles fue su mejor aliada para sobreponerse. “Al principio pensé que nunca más volvería a tocar un balón, hasta que me hablaron del fútbol para ciegos. Creí que era un deporte donde cuatro jugadores tiraban penaltis y ya está. Luego supe que era mucho más que eso, que había una liga nacional, una selección y que España era una potencia”, comenta.
Desde que se puso el antifaz y pisó el esférico por primera vez, su objetivo era enfundarse la camiseta de ‘La Roja’ y disputar campeonatos internacionales. En cinco años ha jugado dos europeos -plata en 2017 y oro en 2019-, un Mundial -quinto puesto en 2018- y en unos días estará en sus segundos Juegos Paralímpicos. “Todo ha ido muy rápido, pero los inicios no fueron fáciles. El primer día pasé miedo, me costaba llevar el balón entre los pies, iba andando porque no podía correr. Lo peor fueron los golpes, llegué a fisurarme una costilla tras chocar con una valla”, recuerda el valenciano, que echa de menos “hacer filigranas o rematar de cabeza”.
Con el paso de los años ha ido tomando más galones en el combinado que dirige Jesús Bargueiras, siendo un futbolista polivalente, fuerte y corpulento de 1,90 metros, con mucho fondo físico, seguro y rápido conduciendo la pelota. Es un obrero del fútbol que todo equipo quiere tener, un defensa expeditivo, fajador, sacrificado y sin miedo a meter la pierna. El esfuerzo es innegociable para él, siempre lo da todo en el césped. En sus pulmones luce el pundonor y en las piernas, un ejército de ladrones.
Sus segundos Juegos los afronta “con menos nervios y presión” que los de Río de Janeiro 2016, cita a la que España acudió a última hora tras la sanción a Rusia. “Me encontraba de vacaciones cuando me llamaron. Era mi primer gran torneo con la selección. Ahora tengo más experiencia, he jugado muchos minutos en europeos y mundiales, así que voy con más confianza en mi juego”, dice.
El defensa espera que ‘La Roja’, vigente campeona de Europa y medallista de bronce en Atenas 2004 y Londres 2012, rinda a un nivel alto para plantar batalla a Argentina, Marruecos y Tailandia, rivales a los que se medirá en la fase de grupos: “Llegamos bien preparados y el vestuario está ilusionado. Hay que defender duro para no conceder ocasiones a los rivales y aprovechar las que tengamos en ataque. Si jugamos como en el Europeo de Roma, tendremos opciones de hacer algo importante, podemos aspirar a medalla”.