Lo desconocido del director

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Juan Antonio Vázquez con su equipo tras un partido de fútbol adaptado
Juan Antonio Vázquez con su equipo tras un partido de fútbol adaptado

Espana con Equis. En plena Sierra de Gata en la provincia de Cáceres, se encuentra Torre de Don Miguel, una localidad que apenas supera los 600 habitantes y en la que despierta cada mañana, en una acogedora casa, Juan Antonio Vázquez. Este torreznero de 55 años, amante de su familia y del fútbol,  lleva más de una década al frente del Centro de Mayores ‘Virgen de la Asunción’ donde dirige a los profesionales que atienden a cerca de 75 ancianos.

Pero lo que pocos conocen de él es su pasado ligado al deporte inclusivo. Allá por 1998 se disputó el mundial de fútbol 7 adaptado en Brasil. La selección española de personas con parálisis cerebral tenía como entrenador a Juan Antonio Vázquez, con el que finalizó el torneo en cuarta posición convirtiendo al de Torre en el único entrenador español en alzarse con la victoria en el estadio de Maracaná (Brasil), lugar que en 2016 volverá a acoger los Juegos Paralímpicos.

Aunque este es uno de los hitos de la carrera profesional de Juan Antonio, lo cierto es que para entender su importancia humana hay que remontarse años atrás, cuando decidió estudiar magisterio con el objetivo de “transmitir conocimientos”, tal y como declara. Como cualquier joven que comienza sus estudios, le gustaba soñar con la idea de aportar sus “gustos y manera” al mundo. Sin embargo, en 1984 se cruzaron en su camino las oposiciones para trabajar en un centro de atención a personas con discapacidad física (Camf).

Se trataba de un espacio situado en Alcuescar (Cáceres) y que España experimentaba por primera vez teniendo como referencia a países como Francia o Alemania. La idea inicial era la aplicación de conceptos de enseñanza para personas con discapacidad. Así, con el objetivo de poder transmitir sus conocimientos, Juan Antonio se presentó a las pruebas y consiguió el ‘ok’.

Todo era nuevo para él, pero el optimismo que le caracteriza y “la juventud te hacía verlo todo con alegría y con ganas”. Con la magia de los buenos momentos vividos, la cara de Juan Antonio se ilumina al hablar de una época en la que conoció a su esposa, María Eugenia Calderón, quien también trabajaba en el centro.

Fue allí donde empezó su carrera deportiva dedicada a las personas con discapacidad formando uno de los primeros clubs de la región, gracias a la invitación de la Asociación de Paralíticos Cerebrales de España (Aspace). Mientras que los primeros pasos deportivos iban dando sus frutos, el país se llenaba de gozo preparando las olimpiadas de Barcelona en 1992 y llegó la propuesta de la Federación Española para entrenar a la selección en los juegos paralímpicos. Entre risas, el de Torre de Don Miguel reconoce que aceptó sin pensarlo porque “me gusta demasiado el fútbol”.

Ya casado y con su hijo Álvaro con sólo dos años, era difícil que le acompañaran a aquel viaje pero intentaban hacerlo, ya que como afirma el entrenador “era muy importante porque un entrenador tiene que tomar las decisiones él sólo y no tiene nadie que de alguna manera te ayude, te anime. El trabajo de un entrenador es muy solitario”.

Uno de los jugadores reclutados para aquella competición fue Marcos Fernández, quien a día de hoy continúa considerando al ‘míster’ como “un padre”. “Siempre se entregaba a nosotros, siempre se preocupaba por nosotros” recuerda el jugador emocionado quien, aunque reconoce que Vázquez como entrenador era “duro”, como persona es “increíble”.

Juan Antonio es una de esas personas sobre las que vertebra toda su familia, vive por y para ellos, “siempre tenía a su familia en la boca, ha sido lo principal” cuenta Marcos, que mantiene contacto con el que fuera su entrenador y del que, con la voz quebrada, dice que “de lo malo sabía sacar algo bueno”.

Tras Barcelona, llegaron otras olimpiadas como Atlanta y Sidney, hasta que decidió dejar el deporte. La razón para poner punto y final a esa etapa que tantas alegrías le había dado, dibuja la coherencia que le caracteriza, ya que Juan Antonio explica que “había que dejar paso a personas con ideas nuevas”.

Así, tras años dedicado a las personas con discapacidad en su trabajo y en el deporte, en 2001 regresa a Torre de Don Miguel y con el apoyo fundamental de su mujer, decide coger las riendas del centro de mayores de la localidad. Los inicios en ese nuevo viaje fueron duros y lo que impidió que tirara la toalla fue el apoyo de su esposa y sus hermanos, “en ellos radica todo”. Además, las ganas de trabajar en grupo, de aportar aquello que él conocía, y de continuar aprendiendo de los mayores, impulsaron el esfuerzo que tras 14 años le sigue llenando de felicidad.

Humilde, a pesar de haber conseguido todo aquello que se había propuesto, se turba al preguntarse por qué continúa existiendo la desigualdad, y lucha por que sus hijos mantengan los valores que un día aprendió de las personas con la trabajo, como el esfuerzo y el respeto. Juan Antonio Vázquez es uno de esos extremeños que han hecho historia fuera de la región dedicándose por completo a los demás, aunque eso suponga estar lejos de quienes tanto quiere.

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