Insaciable. Inconformista. Camaleónico. Ricardo Ten ha brillado en el velódromo de Río de Janeiro, donde ha cerrado su participación en el Mundial de ciclismo en pista paralímpico con una medalla de plata en la prueba de velocidad C1 (discapacidad física o parálisis cerebral). Con esta última presea, el valenciano se despide de Brasil con un botín de cuatro medallas, tres de ellas de oro.
Fue en la prueba de velocidad donde el corredor español dejó su última pincelada. En la clasificación del recorrido lanzado de 200 metros marcó el mejor tiempo de todos los participantes: 12.249 segundos. Luego vinieron las semifinales, donde se impuso al belga Lennert Vanlathem y al saudí Mohammed Almarri.
Solo en la final, frente al malayo Mohamad Shaharuddin, le faltó un suspiro para el oro. Se colgó la plata, pero su sonrisa era la de quien sabe que ha cumplido los deberes con nota alta. Antes, ya había subido a lo más alto del podio en tres ocasiones. Oro en el kilómetro contrarreloj. Oro en el scratch, esa carrera de 40 vueltas (10 kilómetros) donde los más astutos sobreviven al caos. Oro también en la eliminación.
A sus 50 años sigue escribiendo páginas doradas. Y no había sido una temporada fácil. El curso comenzó torcido, con fracturas de clavícula tras un par de caídas. Pero, fiel a su espíritu indomable, volvió. Lo hizo en el Mundial de carretera en Bélgica, donde se colgó el oro en la contrarreloj y la plata en la ruta.
Y como si eso no bastara, cambió el asfalto por la pista de madera, transformándose de nuevo en un titán. Ya acumula 20 maillots arcoíris de campeón del mundo -más que ningún otro español- y un palmarés excelso: 36 medallas en mundiales, cuatro medallas paralímpicas como ciclista y más de una treintena de metales en Copas del Mundo.




