De pequeño, a Sergio Martos sus padres le llevaban a la piscina obligado, casi a rastras. Odiaba el agua y se pasaba el día llorando o en una esquina. No había forma de motivarle. Esa paciencia e insistencia de sus progenitores y de su primer entrenador, Luis Vallejo, consiguieron que se enganchara a la natación. Ahora no hay quien le separe de ella. Es uno de los rostros emergentes de la nueva generación de nadadores españoles, un joven espigado, ligero y garbo, un ejemplo de deportista total, polivalente, capaz de brillar en diferentes estilos. El 25 de agosto soplará 22 velas en un escenario especial, en Tokio, donde vivirá sus primeros Juegos Paralímpicos. “Es el mejor regalo de cumpleaños de siempre, ojalá pueda ponerle la guinda con una medalla”, apunta.
Para este valenciano, la natación era lo que mejor le venía para su rehabilitación. Un problema durante el parto le provocó una parálisis braquial que afectó a su brazo izquierdo. “Empecé a nadar con seis meses, lo recomendaron los médicos ya que mi discapacidad me ocasionaba escoliosis, sobrecarga y problemas en la espalda. Cuando era niño me llevaron a París hasta en cuatro ocasiones para pasar por el quirófano. El brazo lo tenía paralizado y para mejorar su movilidad y regenerar el tejido me pusieron musculatura del gemelo”, cuenta.
En la piscina de Mislata (Valencia) inició su aventura, le costó más de un disgusto, pero poco a poco fue cultivando ese amor por las brazadas. “De niño tenía un carácter fuerte, la liaba bastante porque no quería nadar. Pero todo cambió cuando empecé con un grupo de gente que también tenía discapacidad y me pusieron pequeños objetivos. Al final, de tantas horas que iba me acabó gustando. En ese momento no podía imaginarme que la natación se convertiría en una devoción, en mi vida, lo sacrifico todo por ella. Me ha ayudado a tener más autoestima y a ser disciplinado, me aporta tranquilidad, en el agua me siento como si estuviera en casa”, explica.
Martos despuntó pronto y su potencial no pasó desapercibido para Pilar Javaloyas, nadadora que conquistó 11 medallas paralímpicas en la década de los 80 y que le propuso fichar por el Aquatic Campanar. “Me dijo que tenía condiciones para llegar lejos. Le estoy muy agradecido porque eso me hizo dar un salto grande de calidad”, confiesa. Mudó la piel cuando se puso en manos de David Román, entrenador que le ha pulido en los últimos siete años. “En los campeonatos de España quedaba tercero o cuarto y desde el primer día se sentó conmigo y me comentó que estaba muy bien ganar medallas a nivel nacional, pero que había que pensar en grande, que el objetivo era ir a unos Juegos Paralímpicos. Me encantó porque me propuso una meta alta y exigente, me marcó una rutina y nos pusimos a trabajar”, comenta.
Su mirada se proyectó en Tokio 2020, nada frenaría su entusiasmo y vigor, ni siquiera la decepción que se llevó tras quedarse a centésimas del Mundial de México en 2017. “Me dejó un sabor amargo porque viendo los resultados podría haber estado luchando con los mejores, pero no me iba a quedar llorando en mi habitación, ese mismo día me fui a entrenar pensando ya en la siguiente competición internacional”, relata. El Europeo de Dublín en 2018 sirvió para descorchar el talento que atesoraba tras colgarse tres bronces. “Mi idea solo era meterme en las finales, pero cayeron tres medallas, fue sorprendente. Me sentí en la cima, fue impresionante lo que viví, le gané a gente a la que admiraba y veía por televisión”, recalca.
En el Mundial de Londres 2019 quedó séptimo y en el último año y medio su crecimiento ha sido exponencial. En mayo en el Europeo de Funchal (Portugal) ratificó su buen momento tras conquistar un bronce en 100 espalda y ser cuarto en 50 libre. “Antes me presionaba por las mínimas y los tiempos, pero cambié el chip con la intención de disfrutar y de aplicar a la competición lo que entreno, sin obsesionarme por los resultados”, subraya Martos, un nadador explosivo que aúna disciplina, constancia, fuerza mental y pasión desenfrenada por lo que hace. Además, ejecuta perfectamente los cuatro estilos (mariposa, espalda, crol y braza). “No dejo de lado a ninguno, me gusta tenerlos compensados. Siempre he sido mariposista, pero ahora soy más fuerte como espaldista”, reconoce.
Para Martos, la natación no son solo las seis horas que pasa entre el agua y el gimnasio cada día, buena parte de su tiempo lo ocupa buceando por Internet viendo las técnicas de nado de otros deportistas. “En mis ratos libres me pongo vídeos de las series y las finales de los Juegos de Londres 2012 o de Río 2016 en la que participan mis rivales o mis compañeros de la selección española, todos me aportan algo táctica y técnicamente, me quedo con lo mejor de cada uno para perfeccionarlo en mi estilo”, afirma el joven, que tiene en Ricardo Ten, David Levecq y José Antonio Marí a sus referentes.
“Desde pequeño quería llegar a ser como ellos y ahora tengo la suerte de compartir campeonatos, es un lujo estar con mis ídolos. Siempre voy con los pies en el suelo y absorbiendo cada consejo que me dan, cuando estoy con ellos procuro escuchar lo que me dicen y callarme. Saben de qué va esto, yo acabo de llegar. Coger su relevo es una gran responsabilidad y un orgullo, espero estar a la altura porque le han dado mucho a la natación española”, dice con esa humildad con la que aterriza en los Juegos Paralímpicos, dónde espera hacer un buen papel.
“En abril hice la mínima y todavía sigo en una nube. De niño lo veía imposible, pero a mi lado tengo al mejor entrenador del mundo, me ha dado las herramientas para conseguirlo, sin David Román habría tirado la toalla. Ahora no puedo fallarle a él ni a todos los que me han acompañado en este camino. Voy a vaciarme en cada prueba, quiero tirarme al agua con ganas de comerme la piscina y de saborear cada minuto porque los primeros Juegos son una experiencia única”, indica el valenciano, que nadará 100 espalda y 100 mariposa en clase S8. “El objetivo es meterme en las finales, las plazas estarán muy caras, pero tenerlo complicado es lo que me ilusiona y motiva. Allí cumpliré 22 años y si me llevo una medalla sería el hombre más feliz del mundo, pero regresaría satisfecho a España si el trabajo de todos estos años queda reflejado en la competición, aunque quede tercero o último”, concluye.