Javier García, el triunfo de la pasión a golpe de remo

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Cuando recibe la orden que lo impulsa, tensa los músculos y hunde con furia las palas dentro del agua para iniciar una sinfonía de movimientos. Cinchado en su asiento, se desliza rítmicamente adelante y atrás, con elegante precisión, atravesando con limpieza la superficie como una hoja afilada. A su paso, Javier García deja una estela de sacrificio, determinación y constante trabajo. El remo le dio una segunda oportunidad poco después de sufrir una lesión medular. Halló en el deporte que practica desde niño el modo de desenredar el sólido nudo que le había unido a la silla de ruedas y que lo ahogaba. En menos de tres años, sus paladas de tesón en PR1 scull 2.000 metros le han guiado hasta París, sus primeros Juegos Paralímpicos.

Su hoja de servicios en esta modalidad, aún por escribir, tiene un título de campeón de España y una victoria en la repesca europea en Szeged (Hungría), que le dio la clasificación para la cita de la capital francesa. De Torrevieja (Alicante) hasta el estadio Náutico Vaires-Sur-Marne ha sido una línea casi recta porque apenas necesitó varias regatas para lograrlo. Aunque durante unos años tuvo una sucesión de meandros y un camino lleno de vericuetos y escollos tras el accidente de tráfico que casi le cuesta la vida. En diciembre de 2018, a las puertas de Navidad, se dirigía en moto a clase -estudiaba un Grado Superior en Programación y Desarrollo Web- cuando en una curva colisionó con un camión.

“No recuerdo nada, ante un shock tan grande parece que la mente trata de borrar todo lo malo. Me contaron que no paraba de gritar y que visualmente no tenía nada roto. Cuando llegué al hospital vieron que por dentro estaba hecho polvo, la pierna derecha se llevó la peor parte. Se me rompió el coxis, la pelvis, la vejiga quedó hecha trizas y los huesos astillados del sacro me cortaron varios nervios y una arteria, que no paraba de sangrar y me oprimía los pulmones. Cuatro días pasé en la UCI y en Nochebuena me operaron. No daban un duro por mí, les dijeron a mis padres que se preparasen para cualquier cosa. Afortunadamente, cauterizaron la herida y salió bien, estuve mes y medio en coma inducido”, relata.

El alicantino Javier García durante una regata esta temporada. Foto: Federemo

Cuando despertó empezó una lucha psicológica para digerir su nueva situación. “No lo podía creer, me pasaba los días cerrando y abriendo los ojos esperando otra realidad. Fue una época muy mala, caí en depresión”, añade. Seis meses después lo trasladaron a la Unidad de Lesionados Medulares del Hospital La Fe de Valencia, donde pasó un año ingresado. Se sometió a una dura terapia de ejercicios de rehabilitación y recuperó movilidad y la autoestima. “Fue clave el trabajo de la Federación de Deportes Adaptados de la Comunidad Valenciana, sobre todo, el de Luis Peinado, que es parapléjico y me enseñó que la vida no se acaba por ir en silla. Con él aprendí a ser independiente. Y también me cambió la mentalidad el pasar cada día por la planta infantil. No podía quejarme porque ellos estaban peor y eran pequeños para vivir algo así”, afirma.

De niño, Javier era un torbellino con una energía inagotable. Nació en San Javier (Murcia), pero desde los dos años creció en las calles de Torrevieja. Canalizaba su hiperactividad a través del deporte, practicó atletismo, natación, balonmano y fútbol. “Me llevé muchas reprimendas por los pelotazos que le daba a la puerta de la antigua iglesia Ermita, en el pueblo”, dice riendo. Aunque lo que le atrapó fue el remo a los 11 años. En categoría cadete comenzó a remar en banco fijo, siendo subcampeón en 2012. Y en 2014 ganó el oro en el Campeonato de España juvenil celebrado en Málaga. También logró otras medallas a nivel nacional en diferentes modalidades. Hasta que con 22 años sus piernas quedaron inmovilizadas.

Con el alta médica, el alicantino decidió probar baloncesto, pádel y fútbol en silla, pero su cabeza no se olvidaba de su pasión por el mar y la pala. En 2020, en plena pandemia de la Covid-19, acudió al Club de Remo Torrevieja para retomar lo que había dejado hacía un par de años. La primera vez que se sentó en la madera húmeda del pantalán sintió un nudo en la garganta. “Con discapacidad uno puede ser muy feliz, pero tampoco hay que mentir, para mí estar pegado a una silla todo el día es una mierda. Así que cuando la pierdo de vista y estoy en el agua en la embarcación siento una liberación increíble”, asevera.

El cambio fue drástico ya que pasó de entrenar con compañeros a hacerlo solo en un bote pequeño, con dos flotadores a ambos lados para evitar su vuelco. No bajó los brazos y dio una lección de superación y coraje. “Al principio no me llenaba lo suficiente, el remo lo concebía como un deporte de equipo, se repartían las tareas y si flojeabas el resto tiraba de ti. Ahora estás solo y tienes que hacerle frente a cualquier miedo, eso me ha hecho ser más fuerte mentalmente. La gente me animó, entrenaba cada vez más horas y sin darme cuenta regresé a dónde quería, me ha devuelto la sonrisa”, recalca.

Javier García logró en la regata de Szeged (Hungría) la clasificación para los Juegos Paralímpicos de París. Foto: Federemo

Aún no se había recuperado físicamente, estaba frágil y muy delgado, pero en 2021 se presentó en Álava para debutar en remo adaptado. Quedó en la última posición. “El penúltimo clasificado me sacó tres minutos -ríe-. No me desanimé y en 2023 le gané al mejor, a Javier Reja, que fue cuarto en los Juegos de Tokio 2020, y fui campeón de España. Llegaba mi turno”, apunta con una sonrisa. Ese triunfo le permitió acudir al Mundial de Belgrado (Serbia), donde se quedó a tres segundos del billete para París 2024. Lloró de rabia y frustración porque lo había rozado. Tardó poco en aliviar la desazón para imbuirse de ánimos e ilusión, sabía que, trabajando, la recompensa llegaría.

Y lo consiguió a finales de abril al ganar la regata europea en el canal magiar de Szeged. Se llevó la única plaza disponible para los Juegos Paralímpicos en PR1 scull. En los metros finales se le anegaron los ojos de lágrimas y al cruzar la meta soltó toda la presión que se había autoimpuesto en los duros meses de invierno. “Me acordaba de los mensajes de toda la gente que se había volcado conmigo, eran mi gasolina para vaciarme y partirme el lomo en cada palada. Era impensable hace unos años cuando estaba en la cama de un hospital muriéndome, pero el sueño se ha hecho realidad”, comenta García, que en mayo ya se metió entre los mejores al ser cuarto en la Copa del Mundo de Lucerna (Suiza).

El alicantino, dirigido por el rumano Luciano Moldovan, llega motivado y listo para bogar con ambición en las aguas de Vaires-Sur-Marne. “Es una pista en la que hay viento y muchas olas, así que será una batalla de vikingos. Mis rivales tendrán más experiencia, pero no más ganas, llevo mamando el remo desde pequeño, sé meter la pala, empujar y sufrir. El ucraniano Roman Polianskyi, el italiano Giacomo Perini y el inglés Benjamin Pritchard son los favoritos, pero yo también soy un hueso duro de roer, no les tengo miedo. Si se duermen, ahí estaré al acecho para hincarles el diente. No es descabellado pensar en la medalla, voy a por ella. Quiero darlo todo y dedicárselo a todas esas personas que me han apoyado y que estuvieron en aquella sala de espera del hospital cuando la vida se me escapaba”, apostilla.

JAVIER GARCÍA

Javier García Martínez (Murcia, 1996). Remo. Campeón de la regata europea clasificatoria de Szeged (Hungría) 2024. Debuta en unos Juegos Paralímpicos.

1.- Defínase con tres adjetivos.

Luchador, insaciable y emotivo.

2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?

Una medalla plastificada de los Juegos de París que mi entrenador, Luciano Moldovan, me hizo imprimir -ríe-.

3.- ¿Tiene algún talento oculto?

Soy desarrollador web, me dedico a ello, así que, hacer aplicaciones.

4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?

Tener siempre a mi lado a mi gente, no ser inmortal, pero sí que aguanten conmigo hasta el día que me muera, que no me falte ninguno.

5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?

Miedo a que las cosas salgan mal en una regata.

6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?

Las lentejas de mi madre -ríe-.

7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?

A un campo que hay a las afueras de Torrevieja (Alicante), allí hacemos las celebraciones familiares.

8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?

A un amigo.

9.- ¿En qué animal se reencarnaría?

En un águila.

10.- Una canción y un libro o película.

‘From the inside’, de Linkin Park. Y una película, ‘Interstellar’.

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