La hirsuta y perfilada barba casi oculta su pequeña boca. Hace más de diez años que Asier García no se la afeita. Es, junto a sus gafas de pasta, su seña de identidad en la cancha. “Por un oro en París 2024 me la quitaría, haría eso y cualquier locura”, dice riendo. Fuerte y enérgico como un volcán, es un hombre de ideas fijas y con fe en lo que hace. Anotador incansable, lleva más de dos décadas destrozando aros, con dotes y chistera de prestidigitador, regala magia y fantasía gracias a su prodigiosa muñeca. A sus 43 años capitaneará a la selección española de baloncesto en silla de ruedas en los Juegos Paralímpicos.
Es uno de los jugadores que más veces ha vestido la elástica del combinado nacional (más de 250 partidos) y sabe que está ante sus últimos bailes en un parqué con España. “Serán mis cuartos Juegos y diría que los últimos. La lógica y mi cabeza me dicen que hay que parar y tomar otros caminos. Me pesa más la conciliación familiar. Mi mujer, Bea, y mis dos hijas, Nahia y Maialen, han sacrificado mucho por mí. Estoy feliz de ir a París también por ellas, porque me acompañarán, es algo que les debía. En Río 2016 mi pareja no viajó por miedo del virus Zika y en Tokio 2020 por la pandemia de coronavirus. En cuanto a mi club, Bidaideak Bilbao, puedo estirar más el chicle hasta que ellos quieran, estoy a un buen nivel”, explica.
Con el conjunto vasco ha podido cumplir sueños, como ganar una Liga, dos Copas del Rey y una Euroliga. El de Getxo (Vizcaya) lleva 24 años de carrera, muchas batallas libradas y cicatrices en el cuerpo. Nunca tuvo una lesión grave, hasta 2021, cuando su hombro derecho le dijo basta y tuvo que pasar por el quirófano para ser reconstruido. “Era un desgaste acumulado de muchos años por forzar para ayudar al equipo y a la selección. Tenía rotos los músculos infraespinoso y supraespinoso, me limaron huesos y me colocaron varios tornillos. Por suerte, disfruto otra vez del deporte que tanto me apasiona. Pero fueron meses de miedos, pensé que no volvería a jugar al baloncesto. Fue como tener que aprender a andar de nuevo”, asegura.
Él ya lo tuvo que hacer con 13 años tras sufrir un accidente. Era la primera vez que salía un fin de semana a dar una vuelta con los amigos para celebrar el cumpleaños de uno de ellos, cuando fue embestido por un tren, provocándole secuelas en las piernas. “Estaba a un lado de las vías, pasó un tren y las barreras se levantaron hasta la mitad cuando empecé a pasar y justo en el lado contrario venía otro, que no se veía al estar en una curva. Mis amigos me gritaron, me giré y me pasó por encima. Estuve atrapado durante dos horas hasta que me sacaron”, relata.
Seis meses pasó ingresado en el hospital, dos en la UVI, varias operaciones y un par de años de rehabilitación en silla de ruedas. “Al final quedé bastante bien, puedo andar con zapato ortopédico. Pudo haber sido peor, así que desde entonces celebro dos cumpleaños, el 11 de junio y el 21 de noviembre, fecha en la que volví a nacer. El accidente me cambió la perspectiva de la vida, me obligó a hacerme adulto de la noche a la mañana, maduré muy pronto y asumí la responsabilidad. Nunca cambiaría lo que pasó porque he sido muy feliz”, afirma.
Se agarró al deporte para salir a flote, primero jugando al fútbol en el colegio como portero sentado en una silla y luego en el equipo de waterpolo de su pueblo. Hasta que llegó el flechazo con el baloncesto: “Tenía 19 años y un chico que jugaba en Bilbao me invitó a probar con ellos. Me enganchó desde el primer día”. Jugó cinco temporadas en el extinto C.D. Zuharrak, en 2006 fichó por el FC Barcelona para jugar por primera vez como profesional y después pasó por Toledo y Getafe. En 2012 regresó a casa para formar parte de un proyecto sólido con el Bidaideak, convirtiéndose en uno de los mejores del mundo.
Asier se considera un obrero en la pista, un jugador metódico, con facilidad para entender y plasmar las ideas de los entrenadores. Para él, su deporte no solo consiste en un partido de 40 minutos, le dedica tiempo al análisis de rivales y situaciones de juego: “Me gusta mucho la táctica, soy un loco del basket en silla y durante la semana veo los partidos de la Liga española y otros campeonatos internacionales”. Su talento, trabajo, energía, visión de juego y habilidad para esconder y distribuir el balón también lo ha transmitido a la selección española durante más de diez años. En su palmarés destaca la plata paralímpica en los Juegos de Río de Janeiro 2016, así como dos platas (Polonia 2019 y Holanda 2023) y dos bronces (Israel 2011 y Alemania 2013) en europeos.
El último logro llegó el pasado verano con el subcampeonato continental en Rotterdam, que sirvió para disipar dudas tras el batacazo en el Europeo de Madrid en 2021 en el que España quedó séptima y fuera del Mundial de Dubái. “Fue un torneo muy complicado el de casa, teníamos bajas importantes y salimos muy heridos. En el vestuario sabíamos de nuestro potencial, nos pusimos a trabajar en la reconstrucción y dio sus frutos con esa plata que nos ha hecho volver a creer en nosotros”, dice. En Holanda tenían que colarse en la final para sellar su billete para París 2024 -acuden solo ocho equipos- y lo hicieron tras una irregular fase de grupos con dos derrotas y caminar sobre el abismo en cuartos de final ante Turquía.
“Los turcos estuvieron a punto de sorprendernos. Lograr la plaza fue una liberación, porque estuvimos cerca de quedarnos fuera de los Juegos Paralímpicos. Nos debíamos una alegría. La gente nos daba por muertos después del fiasco de Madrid, pero sabíamos que, si jugábamos a nuestro nivel, podíamos hacer algo importante”, añade. En el Europeo adquirió, por primera vez desde que está en la selección, un rol menos protagonista: “Han sido muchos años tirando del carro y se ha demostrado que el relevo generacional es ya una realidad con jóvenes como ‘Pincho’ Ortega, Manu Lorenzo y Óscar Onrubia, con los que tenemos el futuro asegurado. Por mi parte, me siento cómodo en mi nueva situación, aportando mi experiencia como capitán en momentos complicados”.
En París ve a la selección capaz de subir al podio, un éxito que añadiría a su intachable carrera. España se medirá en la fase de grupos a Estados Unidos, Países Bajos y Australia. “En Río 2016 ganamos la plata cuando nadie creía en nosotros, ya que veníamos de perder por palizas en amistosos con Estados Unidos, Gran Bretaña o Canadá. Con trabajo y confianza, lo imposible a veces se consigue. Tenemos un equipo muy ambicioso y si desplegamos nuestra fuerte defensa y transiciones rápidas, podemos conquistar el torneo, está en nuestras manos. Serán los Juegos más difíciles porque estamos los ocho mejores y cualquiera puede ganar. No firmo otra cosa que no sea ser campeón paralímpico. La medalla de oro sería la mejor despedida en unos Juegos”, apostilla el mago de Getxo.
ASIER GARCÍA
Asier García Pereiro (Bilbao, 1981). Baloncesto. Plata en los Juegos de Río de Janeiro 2016, subcampeón de Europa en 2019 y 2023, bronce europeo en 2011 y 2013. Disputa sus cuartos Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Tímido, trabajador y noble.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
El iPad.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
Talentos pocos, y ocultos menos -ríe-.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Saber siempre la verdad y los pensamientos ajenos.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
A fallarle a mi familia.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
La Coca-Cola.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A cualquiera donde estén mi mujer y mis hijas.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
Agua fría infinita.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un león.
10.- Una canción y un libro o película.
‘Waitin on a sunny day’, de Bruce Springsteen. Un libro, ‘Jugar con el Corazón’, de Xesco Espar. Una película, ‘Seven’.