Esta vez sí. En la cuarta final, el muro británico se resquebrajó. Y al otro lado estaba España, emocionada, renacida. Campeona de Europa por primera vez en su historia. Durante años, la selección española de baloncesto en silla de ruedas había rozado la gloria con los dedos, solo para ver cómo se desvanecía, como un sueño imposible de atrapar. Siempre se quedaba en la orilla. Hasta hoy.
En una tarde que quedará grabada para siempre en la memoria del deporte paralímpico español, el equipo dirigido por Abraham Carrión conquistó el oro europeo con una victoria sólida (69-72) ante su némesis: Gran Bretaña. El verdugo de tres finales y muchos otros partidos internacionales, el gigante que parecía invencible, hincó la rodilla frente a una España que jugó mejor y con alma.
Carrión, maestro de la pizarra y alquimista de grupos, ha tejido con paciencia y visión una nueva España. Supo decir adiós a una generación que lo dio todo sin pedir nada a cambio, y abrir paso a un relevo joven, valiente y desbordante de talento. Jugadores como Pincho Ortega, Manu Lorenzo, Óscar Onrubia, Adrián García o Pablo Poyato han llegado para ganar. Y lo han hecho arropados por veteranos con temple de acero y muñeca de seda, como Lalo Prieto, Pablo Zarzuela o Luis Cristen.

Una cicatriz cerrada tras tres finales perdidas
Pero este oro es mucho más que una victoria deportiva. Es una cicatriz cerrada. Una redención. Una manera de sanar tantas derrotas crueles, tantas lágrimas contenidas. Va por aquella generación de París 1995, la que cayó por un punto tras dos triples de Steve Caine -primer jugador extranjero en jugar en España-, cuando el oro se escapó entre los dedos a jugadores históricos como Diego de Paz y Antonio Henares.
Va también por los que lucharon en Walbrzych 2019 y Rotterdam 2023, como Alejandro Zarzuela, Asier García, Dani Stix, Fran Lara o Jordi Ruiz, pilares de una década inolvidable. Y por supuesto, va por los pioneros. Aquellos que creyeron cuando apenas había canchas, ni visibilidad, ni apoyos. Los que empujaron sillas y esperanzas, abriendo caminos con el esfuerzo como única brújula. Ellos, desde la sombra, también alzaron hoy el trofeo.
El oro, al fin, brilla sobre el cuello de una España que ha aprendido a levantarse tantas veces como ha caído. Que ha hecho de la perseverancia su seña y del trabajo su credo. Que ha roto el maleficio con juego, corazón y justicia.
Un vendaval imparable
Se libró una final digna de leyenda. No fue un paseo para nadie. España plantó cara, mordió en defensa, jugó con el corazón. Fue un partido vibrante, dramático, heroico. Salió como una tormenta en el primer cuarto, desatada, arrolladora, con un baloncesto directo, alegre, eléctrico.
El quinteto titular funcionaba como una máquina bien engrasada. La defensa asfixiaba. El ataque era una sinfonía. Manu Lorenzo imponía su ley bajo el aro, con seis puntos de inicio, acompañado por los dos de Lalo Prieto y cuatro más de Pincho Ortega, para un parcial de salida de 4-12 que hizo tambalear a los británicos.
Gregg Warburton intentaba mantener con vida a los suyos con un triple, pero España no bajó el pie del acelerador. Pincho Ortega, el director de orquesta, y Onrubia respondieron con otros dos lanzamientos de tres puntos. El marcador se abría como una grieta en el corazón británico: 7-20. Un vendaval. Solo Warburton lograba reducir la sangría hasta el 15-22. Pero España tenía aún más pólvora. Un último arreón, con canastas de Lalo, Pau Poyato y un triple sobre la bocina de Adrián García, cerraban un primer cuarto primoroso: 17-29.
Reacción británica
No se rindió el equipo inglés. Su técnico agitó el banquillo, ajustó la defensa, pidió más agresividad y encontró respuesta. España, más contenida, perdió fluidez, precisión y circulación de balón. Gran Bretaña aprovechó el desconcierto, se hizo fuerte en el rebote ofensivo y encontró puntos valiosos en Lee Fryer, Abdi Jama y Oscar Knight. El marcador se apretaba. Lalo Prieto y Adrián García mantenían a los suyos a flote, pero un triple de Fryer dejó la distancia en un inquietante 34-40 al descanso. La batalla estaba abierta.
El tercer cuarto fue una guerra sin tregua. Un toma y daca constante. España se sostenía gracias al trabajo invisible pero crucial de Luis Cristen, que anotó cuatro puntos entre torres rivales. Los británicos, por su parte, se aferraban al partido con Warburton, Lee Manning y Fryer como estandartes ofensivos. La ventaja española oscilaba entre los cuatro y siete puntos. Canastas de Manu Lorenzo, Ortega, Lalo y un triple de Onrubia ponían el 53-57.
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Diez minutos para la gloria
España entró en el último cuarto con solo cuatro puntos de ventaja y con los nervios a flor de piel. Gran Bretaña olió sangre. Un parcial de 6-0, con puntos de Jama y Knight, puso a los locales por delante por primera vez: 59-57. El ataque español se atascó. Las pérdidas dolían. Warburton castigaba: 61-58.
Entonces, apareció Ortega, titánico, para igualar con un 2+1 (61-61). Pero la lucha era feroz. Manning se imponía en la pintura; Lorenzo, con sangre fría, igualaba y respondía a las canastas de Fryer (65-65). Y Ortega, a una mano y en las narices del gigante Manning, lo volvía a empatar: 67-67. Warburton anotaba (69-67), pero Lorenzo no perdonaba (69-69). Era un duelo de titanes.
Quedaba un minuto. Onrubia se elevó desde el perímetro y clavó la canasta que daba la ventaja (69-71). Ortega sumó uno desde la personal (69-72). Lalo Prieto, enorme toda la final, puso un tapón mayúsculo a Manning. Última posesión británica. El balón cayó en manos de Kyle Marsh, pero su triple final se estrelló con el aro. El rugido de España fue un grito de liberación. Campeones de Europa.
La obra de Abraham Carrión
Este título es la culminación del trabajo paciente y visionario de Abraham Carrión, arquitecto de una renovación generacional que ya da sus frutos. España ha encontrado una identidad, un estilo propio: defensa inquebrantable, ataques con cabeza, velocidad de vértigo, lectura de juego y compromiso absoluto.
Este equipo no depende de un solo nombre, porque todos brillan. Pincho Ortega, el motor; Lalo Prieto, omnipresente; Manu Lorenzo, dominante; Onrubia, letal desde el perímetro; Cristen y Poyato, los obreros del detalle. Y desde el banquillo, profundidad, talento y espíritu de equipo.
No fue solo un título. Fue una declaración de intenciones. Este oro es presente, pero también futuro. Un equipo que juega con el alma, que no se esconde, que sonríe, que emociona. Europa ya conoce el nuevo nombre a temer: España. Y no es por una estrella. Es porque todos brillan. Y eso, en el baloncesto, vale oro.
Ficha técnica del partido:
Gran Bretaña (69): Simon Brown, Kyle Marsh, Gregg Warburton (18), Lee Manning (8), Ben Fox, Lee Fryer (15), Terry Bywateer, Harris Brown, Abdi Jama (12), Peter Cusack (6) y Oscar Knight (8).
España (72): Óscar Onrubia (8), Manu Lorenzo (20), Pincho Ortega (17), Lalo Prieto (11), Luis Cristen (4), Pablo Zarzuela, Pau Poyato (3), Adrián García (5), Alexis Ruiz (4), Julio Vilas, Raúl Vega y Francisco García Quiles.
Parciales: 17-29, 17-11, 19-17 y 16-15




