A poco de la finalización de Wimbledon, el número uno del ranking en tenis adaptado, Gustavo Fernández, dialogó con este medio y le demostró al mundo que, pese a los imprevistos que presenta a veces la vida, se pueden lograr grandes cosas
diariohoy.net
Cómo no recordar al riocuartense Gustavo Fernández jugar partidos con fiebre en Roland Garros y obsesionarse por decir presente en el polvo de ladrillo parisino, el torneo de sus sueños, el cual terminó ganando en 2016.
El inmenso esfuerzo por cumplir sus metas lo llevó también a festejar en dobles en el césped de Wimbledon (2015), a ser finalista en Australia y el US Open 2014, además de alcanzar los segundos puestos también en las últimas ediciones de Roland Garros y Wimbledon. Este año, en tanto, logró el trofeo en el Grand Slam de Melbourne.
Esta inmejorable carrera, a sus 23 años, lo llevó a alcanzar la cima en el ranking internacional de tenis adaptado hace pocas semanas, consiguiendo una meta que ningún argentino en la historia del tenis había podido conquistar.
“Lobito”, con apenas un año y medio de edad, sufrió un infarto medular que lo dejó paralítico de la cintura para abajo. No obstante, incursionó en el tenis a los 6 años, para comenzar a los 12 oficialmente su carrera en junior.
Con la ayuda del Enard y el patrocinio de una marca de silla de ruedas y otra muy conocida de raquetas, Fernández se pasa día y noche pensando en estar dentro de una cancha de tenis para continuar superando escollos y afrontar, en este segundo semestre de 2017, el gran desafío de defender el primer puesto del ranking y demostrarle al mundo que, pese a las dificultades que a veces presenta la vida, con esfuerzo y superación, todo se puede.
—¿Qué se siente ser el número uno del mundo?
—Estoy muy contento, conforme y satisfecho por todo lo conseguido. Disfrutándolo mucho, porque es para lo que venimos trabajando hace mucho. Yo ya había tenido grandes resultados en años anteriores, pero la consistencia que se alcanzó es algo que nos habíamos planteado desde el inicio de la pretemporada.
—¿Cómo comenzaste a incursionar en el tenis adaptado?
—Siempre estuve muy vinculado al deporte, ya que vengo de una familia de deportistas. Intenté practicar distintas disciplinas, pero me terminé inclinando por el tenis, que es lo que más amo.
—¿Se diferencia en algo esta disciplina?
—La única diferencia en cuanto al juego es que la pelota puede picar dos veces. Después, es exactamente igual.
—¿Qué mensaje les dejarías a las personas que pasan por tu misma situación?
—Si les tuviera que dejar un mensaje, les diría, en primer lugar, que nadie les puede poner los límites, que se los pongan ellos mismos, solos, y que sean ambiciosos en sus sueños y se sacrifiquen en consecuencia, ya que pueden lograr y desarrollar lo que finalmente desean.
—¿Cómo es tu vida diaria?
—Vivo en Buenos Aires, ya que todo mi equipo de trabajo está allí, y estoy dedicado pura y exclusivamente al tenis. Me demanda el cien por ciento de mi tiempo, ya que soy profesional de este deporte; vivo permanentemente pensando en tenis, desde que me levanto hasta que me voy a dormir, complementando la actividad con el gimnasio. Vivo para esto y ahora tengo el gran desafío de mantenerme en la cima.
—¿Pensás que el deporte adaptado no es considerado en el país?
—Creo que la mirada del argentino hacia el discapacitado todavía es muy particular; aún hay gente que tiene la mente muy cerrada en ese sentido y, lógicamente, lo transfiere al deporte. Por estar en silla de ruedas no te valoran realmente como deportista, pero el conjunto de habilidades y cualidades que se requieren para ser número uno es el mismo que necesitaron Federer y Nadal.