En la previa a cada competición, Eva Moral siempre se aísla de todo lo que le rodea, necesita estar concentrada y visualizar la prueba. Esa calma se ve alterada ahora por la demanda de su bebé, Carmen, a la que tiene que amamantar. Minutos después, ya enfundada en el tritraje devora 750 metros de natación, pedalea 20 kilómetros a los mandos de la handbike y corre otros cinco kilómetros con la silla de atletismo. La madrileña ha exhibido su regreso con un sexto puesto en el Mundial en categoría PTWC, visibilizando así que la maternidad no está reñida con el deporte de alto rendimiento.
Lo ha hecho en Abu Dabi (Emiratos Árabes Unidos), tras cumplir casi un año fuera del circuito internacional por su embarazo. En agosto de 2021 alcanzó su nirvana con el metal más valioso de su palmarés, un bronce en los Juegos Paralímpicos de Tokio. Y tras ello decidió tomarse un parón para cumplir otro sueño, el de ser madre. “Hubo mucha gente que cuando supo la noticia pensaba que me había retirado, un estigma que tenemos las mujeres deportistas, pero en ningún momento tenía pensado abandonar el deporte de élite, lo tenía todo estudiado, sabía que me iba a costar más sacrificio, pero todo tiene su recompensa”, explica.
De hecho, en los primeros meses de gestación ganó un par de preseas, fue campeona de Europa en Valencia y se colgó un bronce en el Mundial. “Son dos medallas muy especiales”, recalca. Estuvo entrenando hasta dos días antes de dar a luz: “Supervisado por profesionales y con las pautas establecidas, me mantuve activa siempre, por eso el parto fue mejor y la recuperación está siendo buena. Un miércoles fui a nadar y mi hija nació el viernes de esa semana”.
‘Nunca te rindas’ es su lema de vida -lo lleva incluso tatuado en su muñeca derecha-. No lo hizo cuando sufrió una lesión medular en 2013 tras precipitarse con su bicicleta por un barranco de siete metros de altura en la sierra de Madrid. Y menos aún lo iba a hacer tras ser madre. La vida le ha llevado a otra realidad, complicada la combinación de pañales, lactancia y sesiones espartanas de entrenamientos en el agua y sobre el asfalto. Todo ello acompañada de su pareja y también triatleta, Ángel Salamanca.
“La recuperación física está siendo difícil, al igual que la conciliación, aunque por suerte tengo a mis padres cerca, algo que me permite ir a entrenar con tranquilidad. Intentamos mantener la rutina de antes, somos de madrugar mucho y nos ponemos en marcha muy pronto. Por las tardes paso el tiempo en casa disfrutando con Carmen, es súper buena, nos deja dormir bastante”, relata con una amplia sonrisa cuando habla de su pequeña. Eso sí, la lactancia es lo más complejo que le está resultando en este proceso: “Voy con el sacaleches a todas partes. Entiendo los beneficios que tiene para el bebé, pero tendrían que explicárnoslo mejor, es algo muy esclavo, acabo muy cansada, aunque es decisión propia”.
Pero poco a poco va recuperando esa fortaleza para competir, como ha demostrado en Abu Dabi, colándose entre las seis mejores a pesar de que aún no está al 100%. “Mi mente quiere darlo todo y el cuerpo dice otra cosa, todavía tengo que trabajar mucho para volver al estado físico en el que me encontraba. Para el Mundial llegaba con tres escasas semanas de entrenos de calidad, pero había que acudir para coger puntos en el ranking. Ha sido un regalo y con un rendimiento mejor de lo esperado. Las expectativas eran darlo todo y ya sabemos cuál es el punto de partida para empezar a trabajar la próxima temporada”, dice.
Ha sido madre, pero no renuncia a su sueño de ganarse un billete para los Juegos Paralímpicos de París 2024, su nuevo desafío. “El objetivo es clasificarme y una vez allí, conseguir otra medalla, pero habrá que trabajar mucho y muy duro porque la competencia en mi categoría es cada vez mayor. Estoy con ganas”, apostilla Eva Moral.