Joan Munar encuentra redención en el foso de arena

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‘Cuando una puerta se cierra, una ventana se abre’. Este refrán encaja a la perfección con Joan Munar, un atleta cuya progresión fue meteórica en el tartán, pero al que una tormentosa serie de infortunios casi le obligan a dejar su deporte. Tras dos años sin competir y carcomido psicológicamente por una racha de lesiones que le hizo dudar de su capacidad como velocista, ha encontrado el camino de la redención dando brincos sobre el foso de arena. El año pasado, con apenas tres meses de entrenamientos en salto de longitud, ganó un bronce en el Mundial de París, ciudad a la que regresa ahora para pelear por medalla en los Juegos Paralímpicos.

Deportista de carácter duro y fuerza pura, a lo largo de sus 28 años ha tenido que sortear muchas barreras. De pequeño se pasaba las horas correteando detrás de un balón. Se inició con cinco años en la escuela de fútbol de Peguera, núcleo donde creció, y después se enroló en el club de Calviá (Mallorca). Allí jugó hasta los 14 años, cuando dejó de ver bien la pelota y de controlar las medidas del campo por la retinosis pigmentaria con la que nació. “Era mi pasión, disfruté mucho y me sentía arropado por los compañeros y entrenadores, que programaban los partidos en horario diurno para pudiera jugar. Pero llegó un momento en el que me sentía perdido, no veía bien y me convertí en un estorbo. Pese a que me dolió, lo dejé. No hubo frustración, lo llevé bien porque había aceptado con normalidad mi enfermedad degenerativa desde el primer día”, relata.

No iba a quedarse en casa y como era muy veloz, se calzó las zapatillas de correr y se adentró en el atletismo. “Fue un gran acierto, ha sido lo mejor que me ha pasado”, asegura. Con persistencia y disciplina, a sus 16 años tuvo su bautismo internacional en el Europeo de Stadskanaal (Holanda) en 2012, donde conquistó dos oros en 100 y en 200 metros T13 y un bronce en relevos. De allí, ese mismo verano, a los Juegos Paralímpicos de Londres, siendo el más joven de la expedición española.

El atleta Joan Munar junto al técnico español Pedro Maroto. Foto: CPE

“Me pilló a contrapié, era un adolescente y no era consciente de la magnitud del evento, alucinaba con todo lo que me rodeaba, como pasear por la villa paralímpica o correr en un estadio a rebosar”, rememora. En poco tiempo se consagró en la élite mundial, coleccionando metales en campeonatos continentales y proclamándose campeón de Europa en 400 metros en 2016 en Grosseto (Italia), una prueba en la que rozó el podio paralímpico en Río de Janeiro en sus segundos Juegos. Su punto álgido lo alcanzó en 2017 en Londres, cosechando sus dos primeras medallas individuales en un Mundial: una plata en 200 metros y un bronce en 100 metros lisos en T12. Tras ello, su carrera se vio frenada en seco.

“Estaba en mi mejor momento a nivel de rendimiento y emociones. Pero unos meses después comenzó el calvario. Arrastraba molestias en la rodilla y también me rompí el tendón del cuádriceps de la pierna derecha, por lo que el quirófano era la única solución. Fueron meses durísimos, de verme en lo más alto a caer en los infiernos”, recalca. Regresó a finales de 2019 y luego la pandemia por la Covid-19 tampoco ayudó. “Entrenaba cada día y hacia todo lo que estaba en mis manos para recuperar mi mejor versión, pero no salía. Estaba en el límite de decidir si seguir entrenando o no. Y para colmo, otro mazazo fue quedarme a dos décimas de la mínima para ir a los Juegos de Tokio”, añade.

A finales de 2022, con el ánimo taciturno y el orgullo magullado, estuvo a punto de arrojar la toalla. Fue perdiendo agudeza visual, no encontraba un guía con el que poder correr y el desaliento cundió de nuevo. “Mi visión empeoró, no todo es negro, pero solo veo luces y sombras. De hecho, antes me movía con bastón, ahora me acompaña mi perro guía, Cayden”, comenta. Perdió la ilusión por el atletismo y llegó a probar el ciclismo en tándem. “Me llamó Begoña Luis, responsable del equipo de promesas paralímpicas Cofidis y me animó a presentarme a unas pruebas. Me dijeron que daba el perfil para el velódromo, pero que no tenían pilotos suficientemente buenos como para lograr resultados importantes. Digamos que fue una respuesta sutil que me dieron para que no me afectase”, dice riendo.

No se vino abajo, guardaba un recodo inesperado. En abril de 2023, tras pasar por una revisión médica, le bajaron a la categoría T11 (deportistas ciegos) y se aferró al salto de longitud como última oportunidad para continuar en el atletismo. Es la prueba que más se asemeja a la velocidad. Empezaba casi de cero, porque anteriormente solo la había practicado un par de meses. En la pista de Magaluf se puso en manos de José Ángel Pinedo, subcampeón de España en lanzamiento de peso, y en solo tres meses de entrenamientos se plantó en el Mundial de París.

El balear Joan Munar durante un salto en una competición. Foto: IPC

Tras 14 apoyos en el pasillo antes de ajustar la batida, Munar voló hasta los 6.15 metros para llevarse la medalla de bronce. “Soy una persona bastante fría, no suelo transmitir lo que siento, pero cuando terminé el concurso lloré todo lo que no había hecho en diez años. Fue una liberación inmensa, volvía a ganar una medalla seis años después. Demuestro que aún tengo potencial y sigo sirviendo para esto. Mentalmente ha sido complicado, por las lesiones, porque ves que tus marcas buenas en la velocidad se esfuman, cambias a una nueva disciplina e incluso viví días de incertidumbre porque estuve hasta el último momento sin saber si me aceptaban en categoría T11”, explica.

Aunque también competirá en 100 metros junto al guía Guillermo Rojo, esta temporada ha enfocado la preparación en la longitud, aumentando sus marcas a pesar de que tuvo que lidiar con problemas físicos en su tobillo. “Tengo margen de mejora, no me pongo techo y si todo me sale perfecto, puedo estar entre 6.30 y 6.40 metros”, apunta. El 30 de agosto, en el Stade de France, confía en desplegar su talento en su vuelta a unos Juegos Paralímpicos, los terceros de su trayectoria. “Lo que más me apetece vivir es un gran ambiente, que la gente se vuelque y haya alegría en el estadio”, subraya el balear, que es traductor de inglés, alemán y catalán.

Con Pedro Maroto guiando sus pasos con su voz y palmadas, espera colarse en el podio en París. “Estoy motivado y con energía, mis piernas están listas para saltar a por la medalla. No vendo humo, es un objetivo real porque lo veo factible. Los chinos -Dongdong Di y Shichang Chen- son los favoritos y si están bien, es difícil ganarles. Pero esta prueba es impredecible y muy larga, los rivales pueden fallar y si estoy activo y concentrado, tendré posibilidades de saltar por algo más que un bronce. Hasta el último intento hay opciones, voy a darlo todo”, destaca Munar, un atleta que ha vuelto a renacer.

Joan Munar con el bronce que ganó en salto de longitud en el Mundial de París 2023. Foto: CPE

JOAN MUNAR

Joan Munar Martínez (Calviá, Mallorca, 1996). Atletismo. Plata en 200 metros y bronce en 100 metros T12 en el Mundial de Londres 2017. Bronce en longitud en el Mundial de París 2023. Disputa sus terceros Juegos Paralímpicos.

1.- Defínase con tres adjetivos.

Ordenado, puntual y ambicioso.

2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?

Elásticos para estirar antes de competir.

3.- ¿Tiene algún talento oculto?

Toco el piano desde los cinco años.

4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?

Ver a través de las cosas.

5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?

A que se acabe el deporte para mí.

6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?

Todo tipo de galletas dulces, me vuelven locos -ríe-.

7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?

Pasear por las playas de Mallorca y escuchar el mar, sobre todo, en invierno.

8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?

Algo para reproducir música que no sea un móvil.

9.- ¿En qué animal se reencarnaría?

En un perro.

10.- Una canción y un libro o película.

‘I Gotta Feeling’, de Black Eyed Peas. Y la película, ‘Intocable’.

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