De niño, Jorge Pineda soñó con emular a su abuelo, José Luis Pineda, pionero jugador y entrenador de balonmano en Vizcaya. Llegó a ser portero del equipo de su colegio durante un par de años. También probó con el fútbol y el tenis, pero la vida moldeó su sueño bogando entre las suaves ondulaciones de las mareas de la ría de Bilbao. En las mansas aguas que se abren paso entre astilleros, edificios modernos, el Puente Colgante de Portugalete o el canal de Deusto lleva una década forjándose con paladas de tesón y superación que le han guiado hasta la bahía de Tokio para disputar sus primeros Juegos Paralímpicos.
En el camino deja una estela de constante trabajo, espíritu de sacrificio, sudor y lágrimas, porque para llegar a la capital japonesa ha tenido que derribar muchos obstáculos. A los primeros se enfrentó nada más nacer con 28 semanas de gestación y con un derrame cerebral provocado por esa prematuridad. “Me dejó como secuela una diplejía espástica, atrofia muscular en el tren inferior y afectación en la movilidad de las piernas. Los médicos les dijeron a mis padres que nunca podría caminar, pero se equivocaron, con empeño e insistencia le dimos la vuelta a ese diagnóstico y aquí sigo, dando guerra”, explica.
La figura de su abuelo paterno, su mayor ídolo, fue clave para cultivar su pasión deportiva. Se defendía bien bajo palos como guardameta de balonmano e incluso con una raqueta, pero el remo le atrapó a los 13 años cuando vio a su hermano en un entrenamiento. “Es un deporte que te encanta o lo odias, no tiene término medio, y a mí por suerte me enganchó. En el agua con la embarcación siento paz y libertad, es una gozada”, asegura. Durante varios años fue un ‘llanero solitario’ en esta modalidad, ya que cuando empezó era el único con licencia internacional en España porque acababa de retirarse Juan Pablo Barcia -paralímpico en Pekín 2008 y Londres 2012-, actual seleccionador español.
Pineda no tardó en destacar y en 2018 debutó con un séptimo puesto en el Mundial en Plovdiv (Bulgaria) en skiff PR2 1x (para deportistas que pueden mover brazos y tronco). Unos meses antes se había colgado la plata en el campeonato del mundo de remoergómetro en Virginia (EE.UU.). Y en 2019 se quedó a las puertas del podio tras ser cuarto en el Mundial de Linz-Ottensheim (Austria). El palista de Getxo ha evolucionado física y técnicamente, convirtiéndose en uno de los mejores. El problema es que su categoría no está incluida en el programa de los Juegos Paralímpicos y movió cielo y tierra para dar con una chica que le acompañase en PR2 Doble Sculls Mixto. Probó con la extremeña Inés Felipe, pero el proyecto no fructificó y el sueño de Tokio se alejaba.
Un hueco en el cuatro con timonel
Su destino dio un volantazo cuando a principios de 2020 la Federación Española de Remo apostó por el cuatro con timonel (PR3Mix4+), embarcación mixta formada por deportistas con discapacidad visual y física. “Se abrió un nuevo panorama para mí, lo hablé con Txus Bermúdez, mi entrenadora y que también nos prepara en la selección y vimos que podía aportar mi veteranía a este bote. Gané una plaza en el selectivo nacional y el cambio fue brusco, pero satisfactorio porque en tan poco tiempo supimos encajar como piezas de Tetris para formar un equipo competitivo”, recalca.
El proyecto se había creado con vistas a París 2024, pero los remeros no querían desaprovechar la oportunidad de acudir al Preolímpico en Gavirate (Italia) que otorgaba las últimas plazas para Tokio. La idea del grupo era empezar a competir y a coger rodaje, sabían que las opciones de clasificación eran mínimas porque solo había dos billetes disponibles y Canadá y Brasil tenían un nivel muy superior. Sin embargo, a contrarreloj y tras varias concentraciones en Laias (Ourense), el combinado español, con Pineda, Verónica Rodríguez, Enrique Floriano y Pepi Benítez, con Estíbaliz Armendáriz de timonel, se presentó en la regata italiana para dar la campanada. Fueron terceros, el mejor país europeo entre los participantes, resultado que les permitió recibir una invitación por parte de la Federación Internacional de Sociedades de Remo (FISA).
“Fue una regata inolvidable, superamos primero a Alemania y luego a Holanda por solo un segundo de diferencia. Disfruté como un enano, era la recompensa a tantos años de lucha. La clave ha estado en que hemos trabajado por un objetivo en común, en la competitividad del grupo y en la gente que hemos tenido detrás apostando por nosotros”, añade el bilbaíno, estudiante de cuarto de Medicina, que resalta a Verónica “como la alegría de la embarcación, Enrique es la fuerza y Pepi las ganas. Yo aporto la experiencia”.
Inmerso en un remolino de emoción y felicidad tras un estreno prometedor, el PR3Mix4+ español acude a Tokio con ambición, pero con cautela. “Tenemos mucho que dar y mejorar aún, acabamos de llegar, así que hay que ir con los pies en el suelo, aunque sin dejar de soñar. Somos novatos, pero no vamos de paseo, nuestro gen competitivo nos impide relajarnos. Vamos a darlo todo en cada palada como hemos hecho en los entrenamientos. El objetivo es disfrutar, intentar mejorar los tiempos en cada regata para acabar lo más arriba posible y que cuando nos montemos en el avión para regresar a casa estemos orgullosos de nuestro trabajo en los Juegos”, finaliza.