Juan Saavedra, un ‘francotirador’ hecho a medida con la carabina

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Antes de iniciar una competición, por sus cascos emanan melodías de grupos de rock “cañero” que le ayudan a gestionar mejor los nervios, a relajarse. Tumbado, sin moverse, mejilla contra la culata, se mimetiza tanto con su carabina que nada le distrae. Frío y preciso, fija el objetivo a través de la mirilla, coge el ritmo entre los latidos de su corazón y aprieta el gatillo para clavar las balas en un diámetro de 10 milímetros en un blanco situado a 50 metros. “El disparo perfecto es un 10.9, es como darle al centro de una moneda de un céntimo”, puntualiza Juan Saavedra, un ‘francotirador’ con más de tres décadas ligado al tiro olímpico.

A sus 50 años, el pontevedrés encara sus sextos Juegos Paralímpicos. Una plata en Londres 2012 y un bronce en Tokio 2020 son sus muescas más preciadas. Tras un ciclo sobresaliente, con resultados muy positivos y siendo número uno del ranking mundial en una de las dos modalidades en las que compite -aire tendido 10 metros R3 y libre tendido 50 metros R6-, llega a la cita de París 2024 con una ambición desmesurada: “Por rendimiento, me encuentro en el mejor momento de mi carrera. Voy a por el doblete de oro, lo veo al alcance”.

Le avalan los logros cosechados en los últimos tres años. En Copa del Mundo consiguió un bronce en Múnich (Alemania), oro en Changwon (Corea del Sur), oro y plata en Osijek (Croacia), y oro en Nueva Delhi (India); plata en el Internacional de Hannover, subcampeón de Europa en Rotterdam 2023 y bronce continental en Granada 2024. La única mácula, el Mundial de Lima del año pasado, en el que quedó séptimo. “Se me atragantan un poco los mundiales”, dice riendo. “Iba corto de preparación y no estaba al 100% por una lesión en la espalda. No me preocupa, prefiero no ganar medalla en un campeonato del mundo y subir de nuevo a un podio paralímpico, que es lo máximo”, asegura.

El gallego Juan Saavedra con la medalla de bronce en los Juegos de Tokio 2020. Foto: CPE

Esta temporada se vio obligado a cambiar su planificación ya que apenas pudo utilizar su habitual lugar de entrenamiento, el campo de tiro de Cernadiñas Novas (Pontevedra), por un conflicto entre los propietarios de los terrenos, la comunidad de montes de Santo André de Jeve, y la Xunta de Galicia, que no pagaba el canon acordado por la cesión. Para mantenerse al nivel de los mejores, tuvo que recorrer en coche cada día 200 kilómetros y entrenar en Ourense. “Es triste y me da rabia tener que moverme de casa, pero no me quedaba otra si quería unas instalaciones decentes. He tenido que buscar también otros sitios e ir a concentraciones en Suiza, Italia o Madrid. Si le añades alojamiento, comida o munición, la cual adquiero en Alemania y las traigo en un camión, se va una pasta, pero es lo que hay. Luego a muchos les gusta salir en la foto si gano medalla, pero ayudas o facilidades, ninguna”, agrega con hastío.

No es la primera vez que afronta unos Juegos en una situación delicada y con todos los gastos saliendo de su bolsillo. Y una vez más ha tenido que estirar los días al máximo para compaginar el deporte con su trabajo en una consultora energética. “La mayoría de mis rivales son profesionales, viven del tiro exclusivamente y cuentan con unas infraestructuras de nivel, bien acondicionadas. No es cuestión de quejarse, pero cuando les cuento a mis adversarios los recursos de los que dispongo y los sitios para entrenar, se llevan las manos a la cabeza. La de Cernadiñas, en la que llevo toda mi carrera, es una galería descubierta de los años setenta en deterioro, en la que en verano hace mucho calor y en invierno nos congelamos de frío o nos mojamos cuando llueve y hace viento. Llevo pidiendo cambios desde 1998, pero es una batalla perdida ya que las promesas de las instituciones caen siempre en saco roto”, lamenta.

Nadie le ha regalado nada y a pesar de los obstáculos, continúa en la élite de un deporte al que se enganchó poco después de que le amputasen parte del brazo izquierdo por un cáncer cuando tenía 15 años. Por entonces, jugaba al balonmano en el Teucro Pontevedra, equipo en el que destacaba por su habilidad y rapidez como extremo. “Me noté un bulto en la muñeca y empecé a sentir calambrazos, perdía fuerza en la mano y se me escapaban los balones. Los médicos me dijeron que la única solución era amputar. El primer día se te viene el mundo encima y al segundo te prepararas para afrontarlo. Fui muy práctico y lo asumí rápido porque no te queda otra elección que mirar hacia adelante”, cuenta.

Hizo sus pinitos en natación, siguiendo los pasos de su hermano Pablo -bronce paralímpico en Atlanta 1996-, con el que ganó una plata en el Mundial de Nueva Zelanda en 1998 en la prueba de relevos 4×100 libre. Pero lo que más le sedujo fue la carabina. “Los inicios fueron complicados ya que la información era muy escasa. Comencé a entrenar guiándome por un libro que encontré en una biblioteca. Era tal el desconocimiento que había, que en mis primeros ocho años tirando lo hice vestido con una cazadora vaquera, iba sin la chaqueta y el pantalón de tiro”, asegura.

El tirador gallego durante una competición apunta con su carabina. Foto: World Para Shooting

Para el gallego, esta disciplina “es una lucha contra ti mismo y te ayuda a enfrentarte a tus miedos, es un deporte de superación constante, con mucho cálculo mental. Tienes que ser fuerte psicológicamente para engañar al cerebro, ya que en lugar de tirar al diez lo hago al nueve o al ocho para que vaya a ese diez. Son trucos que se adquieren con el tiempo y la experiencia. Es necesaria mucha cabeza fría y control de las emociones porque tienes altibajos, aunque aprendes a competir bajo estrés y con mucha tensión”, asevera.

Saavedra atraviesa por un momento dulce y aterriza en la capital francesa cargado de confianza tras los resultados obtenidos en estos años. “No son garantía de éxito total, pero te acerca a las medallas en París. Si analizo los entrenamientos y las puntuaciones que vengo realizando, diría que estoy mejor que en Tokio 2020. Ser el número uno del ranking en una de mis pruebas no es una casualidad, sino el fruto del buen trabajo. No he llegado a mi máximo, ya que, si lo pensase, no seguiría entrenando”, subraya.

En sus sextos Juegos Paralímpicos el objetivo es cazar las medallas en carabina de aire tendido 10 metros R3 y en libre tendido 50 metros R6. “Voy con ilusión para dar el 120% en cada prueba, estoy con hambre. Sé que tengo que luchar con rivales cuyos países han inyectado mucho dinero para que sus deportistas crezcan, pero en estos años he subido el nivel como tirador. Desde Londres 2012, donde gané la plata, hasta ahora, el salto ha sido exponencial, he pasado de soldado raso a capitán general -ríe-. Me siento muy fuerte y en París no renuncio a nada, mi apuesta es pelear por las medallas en ambas modalidades, ojalá toque el oro”, concluye.

JUAN SAAVEDRA

Juan Antonio Saavedra Reinaldo (Pontevedra, 1973). Tiro olímpico. Plata en carabina tendido en Londres 2012 y bronce en Tokio 2020. Cuenta con numerosas medallas en Copa del Mundo. Disputa sus sextos Juegos Paralímpicos.

1.- Defínase con tres adjetivos.

Cabezota, ambicioso y justo.

2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?

Puedo ir sin calzoncillos, pero el traje de tiro no me puede faltar -ríe-.

3.- ¿Tiene algún talento oculto?

Soy un gran cocinero, se me da estupendamente hacer de comer.

4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?

No querría tener ningún súper poder, sería hacer trampas -ríe-.

5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?

A nada. Igual la tengo, pero aún no la he descubierto.

6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?

Al café con leche y la pasta.

7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?

Al campo de tiro, desconecto mucho disparando.

8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?

Algo para hacer fuego, un cuchillo, comida de supervivencia y una radio para comunicarme con alguien.

9.- ¿En qué animal se reencarnaría?

En un oso.

10.- Una canción y un libro o película.

‘Where is my mind’, de Pixies. Una película, ‘La guerra de las galaxias’. Y un libro, ‘La Puerta’, de Manel Loureiro.

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