Siempre que Kike Siscar festeja la victoria en un partido repite el mismo movimiento: mirada y dedos índices al cielo. Detrás de esta liturgia están sus abuelos, pilares fundamentales en su vida. Sobre todo, Joaquín, su abuelo materno, que alardeaba por cada rincón de Torre Pacheco (Murcia) de los logros de su nieto. Su fallecimiento en 2018 le pilló en plena gira de torneos por Sri Lanka. Aquello fue un punto de inflexión en su carrera, se prometió no bajar los brazos y alcanzar el sueño que le habría gustado compartir con él: los Juegos Paralímpicos de Tokio. Empuñando la raqueta y subido a su mantra de ‘pasico a pasico’, el murciano se ha colado entre los 56 mejores del mundo que competirán en el Ariake Tennis Park.
Un anhelo que empezó a cultivar en 2016, cuando a través de la pantalla del ordenador siguió los encuentros de sus compañeros en Río de Janeiro. En ese momento no figuraba ni en el Top 100, recién acababa de aterrizar en el circuito internacional, pero su optimismo le hizo creer en que podría estar en los siguientes Juegos. “El camino ha costado sangre, sudor y alguna lágrima. Quién me lo iba a decir a mí, cuando a finales de 2013 jugué por primera vez al tenis en silla de ruedas. Quiero disfrutar cada minuto porque no sé si volveré a estar en el mayor evento al que puede aspirar un deportista”, recalca.
Una década antes de su debut tenístico, un accidente de tráfico le cambió sus planes. Cursaba la carrera de Ingeniería Técnica en Informática de Sistemas y regresaba a casa tras ver un entrenamiento del Real Murcia CF cuando una rueda de su coche reventó. Dio varias vueltas de campana y se fracturó la médula espinal con una rotura incompleta en la zona L1-L2. “Nunca me detuve a pensar en por qué me tocó a mí, me pasó y ya está. El duelo lo pasé muy rápido, quizás porque me encontré muy respaldado por mi familia y mis amigos. Me considero un privilegiado porque podría haber sido mucho peor, así que comenzó una vida nueva y tenía claro que iba a aprovecharla”, relata.
Con entereza y positividad encaró una ardua y larga rehabilitación. A Kike se le quedó grabada la frase que le dijo su fisioterapeuta, Ramón Rábago: “Me vio contraer un poco el cuádriceps derecho y me aseguró que con trabajo y ejercicios volvería a caminar”. Sin tiempo que perder se puso manos a la obra y se instaló en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo. “Allí fue la única vez que lloré delante de mis padres cuando por un problema que me vieron en la rodilla me comentaron que igual tenían que amputarme una pierna”, afirma. El diagnóstico quedó en un susto y retomó su recuperación. Empezaba a las nueve de la mañana y no tenía hora de salida. Natación, tenis de mesa o gimnasio, a todo se apuntaba con tal de ganar fuerza y mejorar su movilidad.
“Soy muy cabezón y, aunque de allí salí en silla, logré andar. A día de hoy, al trabajo voy con una sola muleta y en mi casa me muevo sin ninguna”, explica. Continuó ligado unos años más al fútbol, su otra pasión, pero esta vez como entrenador en Torre-Pacheco, donde había jugado desde pequeño. Incluso llegó a hacer las pruebas para entrar en ‘La Masía’ del FC Barcelona. “Aquellas fotos las tengo bien escondidas, soy muy del Real Madrid”, dice riendo. Su vida la recompuso a través del tenis, al que llegó gracias a un torneo de pádel al que se apuntó por la insistencia de un compañero.
“No se me dio mal y me picó el gusanillo de la competición. Me hablaron del tenis y fui a probar con el que es mi entrenador, Alejandro Sánchez Pay. Al primer entrenamiento fui con una silla que se caía a trozos, pero moverme con libertad y pelotear fue una sensación única. A partir de ahí todo fue rodado y muy rápido”, asevera. En poco más de siete años ha acumulado en sus vitrinas unos 50 títulos nacionales, así como 10 trofeos individuales y 16 en dobles en el circuito de la ITF. “Me quedo con el de Almussafes (Valencia) en 2014, el primer internacional que gané en Lleida en 2016 y el de Toulouse en 2019. También con mi debut en Copa del Mundo con la selección española”, apunta.
Su travesía no ha sido fácil, ha tenido que hacer encaje de bolillos para compaginar trabajo y deporte. “Mi empresa, Grupo Caliche, me da todas las facilidades cuando tengo que ir a competir. Pero es complicado, me encantaría tener el tiempo del que disponen otros tenistas, porque del Top 50 mundial, hay pocos en mi situación, la mayoría se dedica en exclusiva al tenis. No hay excusas, en las pocas horas que tengo para prepararme hemos buscado más entrenos de calidad y me ha ido bien”, añade. Pese a que en las dos últimas temporadas ha jugado menos de lo habitual por la pandemia de la Covid-19, Siscar llega a sus primeros Juegos Paralímpicos en el momento más dulce de su trayectoria.
“He mejorado en exigencia, en concentración, en agresividad, en la intensidad del golpeo, en la movilidad y en mi derecha ganadora. Ahora soy un jugador más consistente, el cambio de silla me ha favorecido, pero puedo dar mucho más, el mejor Kike está por verse”, subraya. El billete para la cita de Japón nadie se lo ha regalado, ha tenido que lidiar con esa montaña rusa de emociones. “La muerte de mi abuelo me marcó, fue durísimo, estaba jugando en Sri Lanka y si no es por mi familia y por mi entrenador, me habría vuelto. Éramos uña y carne, antes de cada torneo iba a verle y me daba ánimos. Ese palo me hizo madurar, me dio fuerzas y ganas de echarle huevos para conseguir la clasificación”, confiesa.
El apoyo incondicional de sus seres queridos le ha iluminado hacia el objetivo de Tokio como un faro a un barco en mitad de la tormenta. Por ellos quiere paladear cada segundo que esté en suelo nipón. “Muchas noches en la cama he soñado con los Juegos y ahora se hace realidad. Voy con la intención de darlo todo y de pasar el máximo de rondas posibles. Será difícil, pero estoy capacitado para ponérselo difícil a cualquiera de los que estén del 16 hacia abajo en el ranking. Voy sin miedo, el que tenga enfrente tendrá que sufrir para ganarme. Y en dobles estaré con Quico Tur, hacemos buena pareja, hemos ganado torneos juntos, así que vamos a pelear y a dar guerra”, finaliza el murciano.