La intrépida Lourdes Ortega, el baloncesto al ritmo de la música

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Lanzarse por las empinadas calles y estrechas cuestas a los mandos de su silla de ruedas era parte de la emoción del plan diario de Lourdes Ortega. El trayecto podía ofrecer caídas o desvíos inesperados. Pero ella era feliz en cada bajada entre las casas encaladas de su pueblo, Cazalla de la Sierra (Sevilla). De pequeña era un torbellino, intrépida y pizpireta. “Vamos, era una loca, una rebelde. Me caían broncas y castigos porque no se me ocurrían cosas buenas”, dice con ese gracejo andaluz. A los nueve meses sus piernas dejaron de moverse por un virus que le había afilado la médula. Aquello no fue un obstáculo y con el baloncesto puso banda sonora a su vida. Con los años se ha convertido en un pilar de la selección española, con la que ha ganado dos bronces europeos. Ahora, en París, en sus segundos Juegos Paralímpicos, anhela una medalla.

Aún no había cumplido un año cuando a sus padres les dijeron que su hija tenía un tumor y que podía morir. “Fue de la noche a la mañana, me sacaron muchos diagnósticos y, finalmente, descubrieron que era un virus, como un resfriado mal curado, suficiente para dejarme sin andar. Tuve suerte porque tocó la médula y salió rápido, podría haberme hecho más daño si se hubiese quedado más tiempo”, explica la sevillana, que de niña jugaba al fútbol de portera con la silla, practicó atletismo y también natación. “Tenía buenas marcas en el agua, pero no me motivaba. A mí lo que me gustaba era tirarme del trampolín y no me dejaban”, comenta riendo.

Su idilio con la pelota naranja comenzó a los cinco años, una pasión que descubrió en el Pabellón Amate de la capital hispalense gracias a Miguel Pérez, delegado ‘multiusos’ del laureado CD ONCE Andalucía. “Falleció hace cuatro años y lo tengo presente en cada partido, conocí este deporte gracias a él”, asegura. Fue un amor a primera vista con el baloncesto. Cada fin de semana recorría cientos de kilómetros por carretera para ver a sus ídolos jugar por toda España. Desde la grada observaba con arrobo a jugadores como Diego de Paz, Pepe Navarro, Bill Latham, Tania Romero o Sonia Ruiz. “Me decían que era la mascota del equipo. Cuando ganaban un trofeo me sacaban a recogerlo, aunque era tan chica que me daban las tapas ya que las copas eran más grandes que yo”, relata entre carcajadas.

Con 13 años fue la debutante más joven en competición en España cuando Abraham Carrión le dio la oportunidad. “Jamás se me olvidará ese día. Quedaban tres minutos para el final del partido ante Bilbao, él se giró y me dijo ‘Lourdes, sales’. Fue inesperado, estaba tan nerviosa que no podía quitarme la camiseta de calentamiento. Incluso casi meto mis primeros puntos, tenía el balón en las manos y Diego me pegó tal bocinazo que del susto lancé a canasta. Si hubiese anotado me sacan a hombros como a los toreros”, bromea. La alegría duró poco ya que un par de meses después el corazón del equipo dejó de latir, la ONCE renunció al apoyo económico y el club desapareció.

Lourdes Ortega lanza a canasta durante un partido en el Europeo de 2023. Foto: IWBF

“Nunca he llorado tanto como ese día, me arrancaron una parte de mí. Cuando acabó el último encuentro, me metí debajo de una portería que había en la cancha y tuvieron que venir a sacarme. Lo único que me mantuvo motivada para seguir fue que José Miguel López ‘Cole’ me llevó a la selección española”, cuenta. Era tan joven que tuvo que esperar tres temporadas para firmar por otro equipo, Valladolid. “Sabía que lo mío era el baloncesto y no me rendí, pasé esos tres años entrenando junto a mi hermano y mi padre en el pabellón del IES El Carmen, en mi pueblo”, asegura.

En 2018 fichó por Amiab Albacete, con el que ganó la Liga y en 2020 recaló en el UCAM Murcia -este año ha ganado la Euroliga 3-, donde se encuentra en su salsa rodeada de compañeras como Beatriz Zudaire, Vicky Vilariño o Sonia Ruiz, una de sus referentes. “Me dicen que en la pista me parezco mucho a ella por el carácter guerrero, porque me tiro al barro sin miedo al rival que tenga enfrente. El hecho de jugar en equipos con hombres nos obliga a exigirnos más cada día. De ellos he aprendido a ser valiente, a meter fuerte la silla y a no dejarme intimidar por nadie. Aunque también sería importante en un futuro contar con una Liga femenina para captar la atención de las niñas”, sostiene Ortega, una jugadora intuitiva, de gran pundonor y capaz de sumar en defensa y en ataque.

“Soy una mosca cojonera -ríe-. Disfruto con un buen bloqueo ayudando a mis compañeras”, presume. En los últimos años también ha ido puliendo su faceta anotadora, como demostró en el partido por el bronce ante Alemania en el Europeo de Rotterdam del pasado año, donde recopiló 14 puntos, una de sus cifras más elevadas. “Ese día el aro era como una piscina para mí, todo entraba. Ahora tengo ese ‘feeling’ con la canasta que antes no tenía, he mejorado esos movimientos para sorprender por el medio y me he fijado en el australiano Jannik Blair, que lo hace mucho. No soy tiradora, pero puedo aportar en otras facetas”, afirma.

Con España debutó en 2011, ha vivido situaciones amargas, pero ahora saborea los momentos más dulces del baloncesto femenino. “Durante años nos quedábamos fuera de los grandes campeonatos, pero todo cambió en el Mundial de Hamburgo en 2018 al meternos en cuartos de final al ganar a Australia, que unos días antes nos destrozó en un amistoso. Ahí comenzamos a creer en nosotras. Nos clasificamos para los Juegos Paralímpicos tras 29 años de ausencia y luego llegaron los dos bronces europeos (Madrid 2021 y Rotterdam 2023), la recompensa al trabajo de tantos años. Las medallas no solo nos las colgamos nosotras, esto es de todas aquellas que lucharon y pusieron su granito de arena, sin ellas no habría sido posible”, destaca.

La escolta andaluza lanza a canasta en un partido del pasado Europeo. Foto: IWBF

La andaluza tiene una sonrisa que contagiar, es una de las bromistas del grupo, la que anima la fiesta en la selección. Es una melómana, a la que siempre le acompaña un altavoz. La música es su alma, su reflejo. Antes de los partidos le gusta meter ritmo en el hotel, en el autobús, en el vestuario. Es la DJ, la que elabora la ‘playlist’ del equipo con reguetón, pop, rock o flamenco. Unas melodías motivadoras que contribuyen a fomentar un ambiente de comunión entre las jugadoras: “Una de las más escuchadas es ‘I Gotta Feeling’, de The Black Eyed Peas. Las hago cantar y bailar, es una forma de quitarnos presión y salir enchufadas”.

En París quieren continuar con ese ritmo y disfrutar en sus segundos Juegos Paralímpicos. “Tenemos una espinita por los de Tokio 2020, la pandemia nubló nuestro estreno allí, era desolador ver los estadios vacíos y no obtuvimos un buen resultado. Ahora tenemos la oportunidad para resarcirnos, estamos con nervios e ilusión por vivir una experiencia mágica que nos merecemos”, añade. La escolta sevillana confía en el bloque que ha moldeado el seleccionador Franck Belen: “Nuestra fortaleza está en la defensa, en salir a presionar al rival. Somos una familia, todas remamos hacia el mismo objetivo”.

España no figura entre las favoritas a las medallas, pero tiene nivel para dar cualquier sorpresa. Se medirá a China, Canadá y Gran Bretaña en el grupo A. “Estamos las ocho mejores selecciones y cada partido será una final. A Holanda no podemos ganarle, vienen de otro planeta y son imbatibles, pero hemos demostrado que al resto podemos plantarles cara. Algunos países no quieren medirse a nosotras porque no saben por dónde les podemos salir. Ya no somos las de antes, que perdíamos de diez puntos y nos veníamos abajo, ahora peleamos hasta el final. Vamos a dar el máximo en cada minuto y con mentalidad positiva. El oro y la plata son palabras mayores, pero soñamos con el bronce. Si lo ganamos no hace falta ni que las holandesas corten la red que ya lo haré yo”, concluye entre risas Lourdes Ortega, una artista dentro y fuera de la cancha.

La andaluza Lourdes Ortega ha logrado con España dos bronces europeos. Foto: FEDDF

LOURDES ORTEGA

Lourdes Ortega Rico (Sevilla, 1997). Baloncesto. Bronce en los europeos de 2021 y 2023. En París disputa sus segundos Juegos Paralímpicos.

1.- Defínase con tres adjetivos.

Valiente, guerrera y cabezota.

2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?

El altavoz para poner música.

3.- ¿Tiene algún talento oculto?

Poner música -ríe-. Soy una buena DJ.

4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?

Volar.

5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?

A las cucarachas y a las arañas.

6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?

Unas patatas fritas con huevos y también gazpacho.

7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?

A mi pueblo, Cazalla de la Sierra (Sevilla), es mi zona de confort.

8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?

A mi pareja.

9.- ¿En qué animal se reencarnaría?

En un perro como el mío, que vive como un rey -ríe-.

10.- Una canción y un libro o película.

‘Policía y ladrón’, de Maka. Y una película, ‘Campeonex’.

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