Héctor Cabrera comienza a ver la luz, está feliz y sonríe. Atrás deja un proceso largo y doloroso, operaciones, temores y meses de recuperación. En julio de 2020 el ligamento cruzado de su rodilla derecha se rompió, pero no perdió el optimismo y la vitalidad que le caracteriza. Sufrió y lidió con las molestias para llegar a los Juegos Paralímpicos de Tokio y llevarse un bronce que supo a oro. Y de nuevo, tocaba pasar por el quirófano. Tras un año en blanco, la jabalina del valenciano vuela en competición.
“Tenía ganas, ha sido demasiado tiempo, pero estuve pocos meses sin tocarla, uno no puede estar tanto tiempo alejado de ella, es una relación de amor-odio (ríe). Lo bueno es que ha sido en un año post Juegos, que suele ser tranquilo, era el mejor momento para operarme y descansar. Aunque es cierto que estaba acostumbrado a competir entre 10 y 15 veces al año, y esta ha sido la única vez, se me hace corto”, explica.
El 2 de septiembre de 2021 fue la última ocasión en la que lanzó su jabalina para cazar su metal más preciado. “Fue inolvidable, también un recuerdo muy duro por lo que pasé. No llegué al 100% físicamente, no estaba a mi nivel ni sabía si podría participar. La angustia mental fue difícil de gestionar. El día de la competición tenía dos opciones, romperme o alzarme con medalla. Empezó a llover, hubo un retraso en la cámara de llamadas, los rivales se enfriaron, se pusieron nerviosos y me vi en igualdad de condiciones. Lo aproveché con el primer lanzamiento en el que demostré que podía luchar por el podio. Lo que no me esperaba era superar la barrera de los 60 metros”, relata.
Con la rodilla hinchada y mucho dolor, sabía que algo iba mal, “creí que era una distensión, pero no otra rotura. Antes de los Juegos llegué incluso a pensar en la posibilidad de retirarme del atletismo, pero me lo tomé con tranquilidad y con otra filosofía. Lo peor ha sido la readaptación, el ponerme en forma de nuevo, lo hice sin presión y con la cabeza fría para no avanzar acontecimientos ni lanzar antes de lo previsto. Soy optimista y sé que con trabajo y paciencia volveré a tener el nivel que me ha llevado tan lejos”.
En el estadio de Marrakech, el atleta del Club de Córrer El Garbí de Gandía y actual plusmarquista mundial con 64.89 metros en la categoría F12 (deportistas con deficiencia visual), hizo 48.54 metros, “una marca discreta, pero eso es lo de menos, me he divertido, la intención era que la pierna no me doliera y disfrutar. Aún tengo miedo, la rodilla se me carga muy rápido. Pero hay mucha diferencia en tema muscular, movilidad o técnica con respecto a hace dos meses, y eso te da la motivación para continuar. Volveré a estar al 100% alrededor de febrero. Ahora lo importante es recuperar ese feeling con la jabalina y demostrar que puedo estar con los mejores”, recalca.
El valenciano confía en llegar en las mejores condiciones al Mundial de París del próximo verano, que será la antesala de los Juegos Paralímpicos en la capital francesa. “Mi objetivo es estar allí y ya veremos qué puedo hacer, actualmente no tengo unas expectativas claras para el campeonato del mundo, solo quiero volver a entrenar con normalidad, sin dolores y rendir al máximo. En mi categoría el nivel ha crecido mucho, algo que me pone en serio aviso por mi situación actual, habrá que trabajar fuerte para estar al nivel porque las medallas estarán por encima de los 65 metros. París 2024 lo tengo en mi cabeza desde el día en que salí del estadio de Tokio con el bronce. Quiero pelear por otra medalla”, apostilla.