Es complicado diferenciar a los gemelos Zarzuela cuando hablan. Parecidos como dos gotas de agua, el tono de sus voces también es similar. Pablo y Alejandro, dos hermanos con un destino, dos nombres esculpidos para siempre en la historia del baloncesto en silla de ruedas, la pasión que marca el ritmo de sus corazones. Con el mismo gen ganador y competitivo, sobre la pista hay disparidad. Uno porta el 7 en la camiseta y el otro, el 9. Uno luce tatuajes en su brazo izquierdo, el otro se resiste a llevar tinta bajo la piel. Uno es cabezota. El otro, perfeccionista. Uno es polivalente, hábil y talentoso. El otro, depredador y generador de puntos. Esas características les permiten complementarse a la perfección, son su sello. Propietarios de un currículo excelso, llevan 25 años de aventuras sobre el parqué, siendo claves en los éxitos de una selección española a la que volverán a comandar en otros Juegos Paralímpicos.
“Tenemos cosas por decir aún. Este quizás sea el último empujón para algunos de nuestra generación y el broche perfecto sería subir al podio en París”, dice Alejandro. “Todavía estamos los más viejitos dando guerra -ríe-. Igual cerramos una etapa allí, así que, por todos estos años de implicación, el equipo merece un bonito premio en forma de medalla”, añade Pablo. Ambos afrontan el nuevo desafío mecidos en la complicidad de los lazos de sangre. Se trasvasan pensamientos y emociones, comparten la misma filosofía en el deporte. “Es que llevamos juntos desde el vientre de nuestra madre y en toda esta trayectoria apenas nos hemos separado”, justifican.
Nacieron con espina bífida -sin protección ósea en la médula-, pero aquello nunca supuso una barrera para alcanzar cualquier reto en la vida. Crecieron entre consultas de especialistas de bata blanca y visitas a la ortopedia. “En casa nos dieron una educación y herramientas para valernos por sí mismos y superar cualquier obstáculo. Cuando nos caíamos al suelo y alguna persona quería ayudarnos, mis padres les decían que lo teníamos que hacer solo porque formaba parte del aprendizaje”, recalca Pablo. “Nos daban la libertad que les pedíamos, a unos niños con discapacidad no los puedes tener encerrados en casa. Nos pasábamos los días en la calle haciendo trastadas, jugando al fútbol, corriendo a nuestra manera. Nos llevamos muchas broncas de mi madre porque rompíamos los bitutores -aparatos para proteger y estabilizar el miembro inferior- o las muletas recién compradas”, rememora Alejandro.
En la infancia y en la adolescencia sus sombras estaban cosidas la una a la otra. Hasta los 19 años se movían en muletas, aunque por las estancias del hogar preferían desplazarse gateando por comodidad. “Fuimos muy revoltosos, pero sin maldad. Álex era más noble y yo era el más travieso. Proponía las ideas más rocambolescas y él las ejecutaba, luego nos echábamos la culpa los dos, pero mis padres nos conocían bien, sabían quién era el cerebro de esas diabluras”, dice riendo. De niño, los gemelos compaginaron el deporte con la música. Alejandro tocaba el saxofón y Pablo el piano: “Es un genio, me tumbaba en la litera y me encantaba escucharlo, me relajaba. Yo dejé el saxo porque hacía mucho ruido, ahora tengo un teclado y estoy aprendiendo a manejarlo”.
Practicaron natación y en la escuela jugaban a todo lo que les proponían. Alejandro se decantó por el tiro con arco, modalidad en la que ganó un Campeonato de Andalucía y en la que su padre, Juan Miguel, fue un referente, participando en los Juegos Paralímpicos de Atenas 2004 y Pekín 2008. Le costó dejarlo, pero le sedujo el baloncesto en silla al ver a su hermano entrenar. “Con 12 años paseaba con mi madre por Jerez y un jugador del equipo de la ciudad, José María Buzón, me invitó a probar este deporte, el cual me venía genial para soltar adrenalina porque de pequeño era un culo inquieto”, comenta Pablo. Las primeras canastas las anotaron en el CB Jerez a las órdenes de Abraham Carrión, con quien después se marcharon al CD Safemi y luego al ONCE Andalucía. Desde 2021 también lo tienen como seleccionador español.
“Ha sido el que más oportunidades nos ha dado, él nos convirtió en jugadores referentes, nos guio, nos inculcó esa filosofía del esfuerzo, nos dio alas para volar. Nos tratamos como familia, se refiere a nosotros como sus niños. Como anécdota, hubo un Día del Padre en el que su hija le trajo un dibujo en el que aparecíamos nosotros dos y él -ríe-”, apunta Alejandro. “Nos contagia su exigencia, pasión, sus ganas y obsesión por el trabajo. Cuando llegas al alto rendimiento hay gente que nos ve como simples números, pero él es distinto, no se olvida del trato personal, es alguien muy especial y cercano, le debo mucho”, añade Pablo. Los dos se consagraron en el CD Ilunion, uno de los clubes más laureados de Europa. Y atesoran en el palmarés varias ligas, Copas del Rey y Champions Cup.
Durante siete años transitaron por caminos profesionales distintos, con paradas en Polaris World, Valladolid, Gran Canaria o Galatasaray. Alejandro triunfa ahora en las filas del Amiab Albacete con Abraham en el banquillo, ganando tres Champions consecutiva, la última este año. Y Pablo ha sido una pieza importante en el UCAM Murcia, equipo revelación de los últimos cursos y campeón este curso de la Euroliga 3. El cordón umbilical inalámbrico que les une permanece intacto, entre ellos sobran las explicaciones y basta un cruce de miradas. “Álex es el mejor del mundo en su puntuación (3.0) ofensivamente, es un espejo, alguien que aporta positividad y siempre hace que me exprima más”. “Pablo es muy meticuloso en cada detalle, transmite garra y es un apoyo incondicional, siempre pone soluciones a los problemas, es un estudioso del basket, un jugador muy completo”, se analizan. La próxima temporada volverán a reencontrarse ya que Pablo ha fichado por Amiab.
Cada uno clarea las penumbras del otro y se convierten en el mayor apoyo en los momentos más complejos. En 2018 a Alejandro le atrapó una depresión que casi le aleja definitivamente de las canchas. “Tuve un bloqueo mental y mi autoestima estaba por los suelos. Tenía miedo al balón, no quería jugar y era incapaz de superar esa muralla. Me exigí demasiado y mi rendimiento era penoso, sentí que hacía el ridículo y no estuve a la altura de las expectativas”, cuenta. A ello se le sumó una lesión en la articulación acromioclavicular de los dos hombros, por la que tuvo que ser operado en 2021: “Fue un mazazo ya que todavía no había salido de esa espiral negativa. Para los Juegos de Tokio tuvieron que infiltrarme, no podía ni levantar los brazos para coger un rebote, sufría muchos dolores y psicológicamente me mermó”.
Esa desconfianza e inseguridad que le impidió rendir también apresó a Pablo. “Cuando estás en la cresta de la ola te dejas llevar y no valoras lo conseguido. No tuve ese bloqueo como Álex, pero sí perdí la motivación, me había estancado y creí que ya no aportaba al baloncesto. Me ninguneé a mí mismo, me sentí como una mierda. Gracias a mi hermano y a la ayuda de los especialistas conseguí escapar de ese movimiento negativo y he aprendido a tener serenidad y a saber aceptar las cosas de forma objetiva, siendo crítico, pero constructivo”, asevera. Los dos lograron enderezar el rumbo y vuelven a disfrutar como cuando eran jóvenes y entrenaban en la calle en Jerez hasta que caía el sol.
Lo demostraron el año pasado al colgarse con España la plata en el Europeo de Rotterdam. Otro metal que se suma a los dos oros en el Europeo sub 22, una plata en el Mundial sub 23, una plata y dos bronces continentales, así como la plata paralímpica en Río de Janeiro 2016, la joya que más brilla en sus vitrinas. Los reencuentros con la selección española lo acogen como “un regalo”. Ahora vuelven a juntarse sobre el parqué para disputar en París los Juegos Paralímpicos. Un evento al que Alejandro casi tuvo que renunciar ya que hace diez meses fue padre de gemelas, Lara y Alba, junto a Vicky Pérez, también jugadora de baloncesto y que competirá en la capital francesa con el combinado femenino.
“No nos dio tiempo a asimilar que seríamos padres cuando nos dijeron que venían dos -ríe-. Tenemos que hacer encaje de bolillos para organizarnos”, asegura. La ayuda de sus familiares está siendo crucial, de hecho, estarán a cargos de las niñas mientras sus padres juegan en París. Y podrán verlas en la villa de 9.00 a 21.00 horas ya que el Comité Paralímpico Español les dará pases diarios. “Quiero disfrutar cada momento porque lo más probable es que sea mi última aparición en unos Juegos, así que lo hace más especial. Después del batacazo en el Europeo de Madrid en 2021 el equipo se recompuso, hay una potente mezcla de veteranía y juventud. Los jóvenes vienen aportando una calidad tremenda y eso a los veteranos nos da tranquilidad de cara a nuestro final porque la selección no quedará huérfana”, explica.
“España puede estar orgullosa de la generación que se empezó a forjar hace más de diez años. Hemos currado a contracorriente para llegar a lo más alto y queremos dejar a la selección en el podio, dónde se merece”, tercia Pablo. El conjunto español se medirá en el grupo B a Estados Unidos, Países Bajos y Australia. “Hay potencial para competirle a cualquiera. Tenemos calidad y experiencia, creemos en nuestras fortalezas. En el vestuario todos sabemos qué rol desempeñamos, hay que tirar de madurez, dar un paso adelante y dejarse la piel por los compañeros. El cuarto puesto en Tokio dolió, así que tenemos hambre, sería una forma muy bonita dejar la selección con un metal colgado al cuello”, concluye Alejandro.
El otro Zarzuela mantiene el mismo discurso. “Tenemos la suerte de vivir una vez más la mayor fiesta del deporte, así que estoy ilusionado y con nervios en el estómago. Nunca nos paramos en valorar lo conseguido, sino en lo queremos lograr. Hemos invertido muchas horas en entrenar, hemos sacrificado vacaciones, nos hemos impuesto a los dolores físicos, por lo que no nos vale decir que hemos ido a otros Juegos. Cuando nos vestimos de corto lo hacemos con la máxima ambición, no nos gusta regresar a casa con las manos vacías. Gran Bretaña y Estados Unidos son favoritos al oro, pero podemos vencerles. No habrá rival fácil, cada partido será una final, a cuchillo, a vida o muerte. Si pensamos en el equipo y lo damos todo por el que tenemos al lado, estaremos en el podio en París”, apostilla.
ALEJANDRO ZARZUELA
Alejandro Zarzuela Beltrán (Jerez de la Frontera, 1987). Baloncesto. Plata en Río de Janeiro 2016. Dos platas y dos bronces europeos. En París disputa sus cuartos Juegos Paralímpicos.
PABLO ZARZUELA
Pablo Zarzuela Beltrán (Jerez de la Frontera, 1987). Baloncesto. Plata en Río de Janeiro 2016. Dos platas y dos bronces europeos. En París disputa sus terceros Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
A: Disfrutón, leal y cariñoso.
P: Cabezota, casero y competitivo.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
A: Mis muñequeras.
P: Algún blíster de jamón serrano ya que en los países a los que vamos no se come muy bien y prefiero picar eso antes que comerme alguna chocolatina -ríe-.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
A: Las bromas, hago reír a la gente.
P: Tocar el piano.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
A: Eliminar la tristeza del mundo solo con chasquear los dedos.
P: Volar.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
A: Ahora que soy padre y florecen nuevos sentimientos, afloran inseguridades y miedos a que les pase algo a mis hijas, aunque eso va desapareciendo poco a poco y solo pienso en disfrutar de ellas.
P: Me da miedo el no ser capaz de afrontar mis miedos y no ser valiente para encarar las dudas que me surgen.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
A: Me vuelven locos los bocadillos de filetes de pollo.
P: Los helados.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A: A cualquier terraza con mis seres queridos para tomar algo.
P: A Jerez, a mi casa con la familia.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
A: A dos familiares y a un amigo -ríe-.
P: A mi pareja.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
A: En un águila.
P: En un delfín.
10.- Una canción y un libro o película.
A: ‘Capitán tapón’, de Alejandro Sanz. Un libro, ‘La libreta. Los 10 hábitos que construyen a la gente extraordinaria’, de Xesco Espar. Y una película, ‘Origen’.
P: ‘I want to break free’, de Freddy Mercury. Y libro ‘Por si las voces vuelven’, de Ángel Martín.