Le dije que sí, sin pensarlo dos veces. Además de que nunca digo que no a las oportunidades que la vida me presenta, en esta ocasión iba a visitar un lugar en el que nunca antes había estado y lo iba hacer con una de las mejores personas que conozco, mi amiga Maria.
Fue un fin de semana intenso. Llegamos a Arriondas el viernes por la tarde. El sábado por la mañana visitamos Ribadesella y, tras la comida de hermanamiento, visitamos Covadonga y los lagos.
El domingo llegó el día del descenso. Y el momento de enfrentarnos a nuestro reto, descender el rio Sella, y el domingo hicimos el descenso.
Pero vamos a centrarnos en el descenso, llego la hora de enfrentarnos a este nuevo reto, a esta nueva aventura. El día empezaba con un paisaje más propio de una novela de terror que de un evento lúdico deportivo, salimos del hotel rumbo a la Escuela Asturiana de Piragüismo, donde nos registramos y accedimos al recinto hasta nuestra embarcación, al principio el viento soplaba con calma y la lluvia era suave, pero esta última fue aumentando de intensidad a lo largo de las primeras horas.
Partimos de Arriondas y empezamos el descenso en torno a las 09:45. A los pocos metros de haber tomado la salida encallamos entre los cantos rodados arrastrados por la corriente del Sella debido a que ese fin de semana el río no bajaba con gran caudal.
Tras salir de entre las rocas y coordinarme con mi compañera empezamos a ganar velocidad, ni la lluvia ni el viento habían menguado, pero nuestras fuerzas y nuestras ganas habían aumentado. A lo largo del descenso fuimos ganando posiciones mientras disfrutábamos del paisaje a cada metro y nos encontrábamos con otros compañeros en nuestro camino; y digo compañeros, porque eso éramos todos aquel día, compañeros que habíamos llegado desde todas partes de la geografía nacional para compartir una aventura maravillosa.
Llegamos al primer avituallamiento (km5) donde nos esperaban voluntarios y organizadores, así como nuestros amigos de la Fundación También, quienes nos recibieron con una exquisita empanada y una excepcional sidra natural, propia de la tierra en la que nos encontrábamos. Antes de seguir el descenso hacia el siguiente punto, nos despedimos de los allí presentes y dimos las gracias por la atención que nos habían prestado.
Seguimos nuestro camino y la lluvia y el viento comenzaron a menguar brevemente. Por unos momentos pudimos incluso disfrutar de unos pocos rayos de sol en aquel río rodeado de valles de prados verdes y bosques de pinos mientras surcábamos el Río Sella sobre nuestra piragüa azul (de vaya usted a saber qué polímero) y disfrutábamos del paisaje.
Antes de llegar al siguiente avituallamiento hicimos un alto en medio del río, aprovechando la escasez de compañeros para disfrutar por un momento del abrumador sonido del silencio, un sonido casi indescriptible en palabras, un sonido sobrecogedor que nos demuestra cuán inmensa es la naturaleza y lo pequeños que somos ante ella y las adversidades que nos presenta pese a que intentemos dominarla. Tras el concluir el breve descanso seguimos el descenso hasta el siguiente avituallamiento, remando a buen ritmo y aprovechando los rápidos para ganar metros, teniendo el control de la embarcación en todo momento, incluso en los más arduos.
Llegamos al segundo avituallamiento (km10) donde nuevamente nos estaban esperando organizadores y voluntarios para atender a todas nuestras necesidades, allí aprovechamos el tiempo que estuvimos para reponer fuerzas e intercambiar impresiones con los demás compañeros de aventura hasta que llegaron todos los que faltaban y nos dispusimos a partir hacia el último punto. Allí empezaba la parte competitiva del descenso.
Pese al cansancio que ya había hecho acto de presencia y que había obligado a algunos compañeros a abandonar en el último punto, nosotros decidimos continuar la aventura y disfrutar de los últimos kilómetros hasta la meta final, que estaba situada en Llovio. Nos colocamos todos en nuestras posiciones y al fin del Himno de Asturias, interpretada por un virtuoso gaitero, empezó la competición. De inmediato los más avezados tomaron posiciones y se conformó la cabeza de carrera, detrás de estos el pelotón se dividió en dos grandes grupos en el que nos intentamos colocar e ir ganando posiciones pese al cansancio que ya iba menguando las fuerzas de toda la tripulación. El último tramo, más corto que los dos anteriores, estuvo marcado por el viento y la lluvia, que no daba tregua y que aumentaba por momentos. Al final, tras remar desmesuradamente y como perseguidos por Caronte a través de la laguna Estigia, llegamos a los últimos metros en los que disminuimos el ritmo para disfrutar de la llegada hasta atracar en Llovio.
Al llegar a este punto levantamos ambos brazos, remos en mano y disfrutamos de la victoria. No llegamos los primeros, pero era una victoria, un acto de superación personal para cada uno de los allí presentes. Dice el refranero: lo importante no es llegar primero, sino saber llegar. Cedo el testigo a mi compañera de a bordo.
– La categoría B usuarios de sillas de ruedas
Al llegar al km 11 nos dieron una bolsa con avituallamiento. Había que parar hasta que llegara a este punto todas las piraguas y los gaiteros, para luego empezar la competición. Así que, aquí sí que paramos mucho tiempo. Para mi gusto en días como este hubiera hecho la parte competitiva al principio y no al final pues con la lluvia,el viento y el agua que te salpicaba al remar, pasé frio en este avituallamiento.