Quico Tur, el penúltimo golpe de una zurda perseverante

El catalán, que lleva más de 20 años en la élite del tenis en silla de ruedas, competirá en sus quintos Juegos Paralímpicos tras superar una lesión que casi le obligó a retirarse.

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Hace más de tres años pasó por el quirófano por culpa de las llagas que le origina estar tantas horas sentado en la silla de ruedas. Quico Tur pensó que aquella operación pondría punto y final a su dilatada trayectoria como tenista. Los médicos le advirtieron del riesgo que corría si sufría un nuevo percance. Hizo caso omiso, no desistió, porfió, se levantó una vez más y resurgió dando una nueva lección de pundonor, perseverancia y pasión por un deporte que ama. Salió del hospital con fuerzas recobradas, con bravura y con la firme apuesta de clasificarse para sus quintos Juegos Paralímpicos. Y cumplió su palabra. La zurda de seda golpeará en Tokio, entre los mejores del mundo.

El barcelonés está acostumbrado a superar reveses con la raqueta. Y eso que el tenis no le agradaba nada de niño. Su madre, jugadora amateur, trató de inocularle esa pasión, pero a Quico lo que le gustaba era el fútbol. De pequeño siempre se le veía con un balón entre los pies. “Me apuntaron a un cursillo en el CN Sant Andreu, pero no me enganchó. En casa veíamos tenis en televisión, pero me aburría y cambiaba de canal. Era más futbolero y también amante del motociclismo”, confiesa.

Precisamente, con una moto su vida cambió de la noche a la mañana. Con 21 años se estaba preparando las oposiciones para ser bombero cuando sufrió un accidente de tráfico el día de Navidad que le dejó parapléjico. Estuvo tres meses ingresado en el hospital Vall d’Hebron y otros tres en el Institut Gutmann para la rehabilitación y para aprender de cero a valerse por sí mismo. A pesar del varapalo, Tur convirtió aquel suceso en un acicate y se aferró al tenis con más fuerza que a la silla, para convertirse con los años en uno de los mejores jugadores españoles de la historia.

“El bajón anímico y el duelo lo pasé muy rápido, pero fueron momentos duros. El impacto de verte medio metro más abajo, sin poder andar, con mis padres y amigos ayudándome en todo fue jodido. Tienes que darte esa hostia para luego saborear la remontada. Cuando pasé la tormenta empecé a ver el sol de nuevo y fue el tenis el que me iluminó. Menos a rehabilitación, en Gutmann me apuntaba a todo, hice tenis de mesa, esgrima, tiro con arco, baloncesto y natación. Hasta que agarré una raqueta y ya no la volví a soltar”, relata. José Aguado, un impulsor del tenis en silla a nivel nacional, fue quien lo moldeó. “Le estoy agradecido por todo lo que hizo por mí. Poco a poco fui incrementando las horas de dedicación, mi nivel mejoraba y los resultados llegaban”, cuenta.

Debutó en el 2000 y tres años después ganó el primero de sus cinco campeonatos de España -también tiene cinco Máster Nacional en su palmarés- y durante nueve años seguidos paseó el número uno español sobre las pistas. Además, en estas dos décadas ha acumulado más de 40 títulos internacionales entre individual y dobles. Y tiene el privilegio de haber competido en cuatro Juegos Paralímpicos (Atenas 2004, Pekín 2008, Londres 2012 y Río de Janeiro 2016). “Hay tres momentos en mi carrera que me han marcado: el primer campeonato nacional en Madrid en 2003; los torneos que gané en 2006 en Israel y en Francia; y los Juegos de Atenas 2004. Tres recuerdos inolvidables”, recalca.

Aunque también le ha tocado lidiar con la cara más amarga del deporte: las lesiones. La última, en 2017, casi le obliga a retirarse. Su cabeza era un torbellino en el que giraban las dudas y las convicciones. “Al no tener musculatura en el glúteo, el hueso isquion está desprotegido y con tantos movimientos con la silla se ve afectado. Los doctores me dijeron que si aparecía una nueva llaga en esa zona no solo me privarían de hacer deporte, sino que tendría que estar gran parte del día tumbado boca abajo. Desde entonces vivo con un cuchillo en el cuello, pero no quería tirar la toalla, me salió la vena deportiva, la que me lo ha dado todo en la vida. He tenido que limitar entrenamientos y sacrificar cuidados diarios a cambio de seguir disfrutando”.

Al lado de Marina Bronchales, su entrenadora, Quico Tur continúa forjando su leyenda a sus 44 años, manteniendo su sello propio y luciendo melena surfera e interminables patillas que le confiere un aire de eterno joven rebelde. “Algunos me daban por retirado, pero los viejos rockeros nunca mueren. He aprendido a no rendirme nunca y sigo dando guerra pese a la aparición de chavales como Martín de la Puente, Dani Caverzaschi, Kike Siscar o Cisco García, que le están aportando un gran nivel al tenis español. Estar entre ellos significa mucho para mí”, subraya. Su tenis exquisito, ingenio, consistencia en cada punto y garra inagotable estarán presentes en los Juegos Paralímpicos de Tokio.

Pese al reto mayúsculo que suponía clasificarse para la cita en la capital nipona, el barcelonés se ha colado entre los 40 mejores del mundo. “Lo afronto con la esperanza de lograr un buen resultado, vengo de hacer buenos entrenamientos y torneos, la madurez que he acumulado la estoy sacando ahora, eso me da muchas herramientas para mejorar mi juego. Tengo las mismas ganas y la ambición que los anteriores cuatro Juegos. No me vale con solo estar allí, quiero sacarle provecho y pasar las máximas rondas posibles tanto en individual como en dobles con Kike Siscar, con el que me encanta jugar. Y si los que vienen desde abajo no me tumban y las lesiones me respetan, quizás vaya a por París 2024”, sentencia entre risas la zurda perseverante del tenis en silla.

TEST TOKIO 2020. Conociendo a Quico Tur

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