En la última curva, con 200 metros para llegar a la meta, iba quinto, encerrado y sin huecos para adelantar por fuera. Pero Yassine Ouhdadi no desistió, consciente de que tiene un explosivo sprint final. Llegó la recta, los últimos 100 metros, apretó los dientes y aceleró esbelto, con zancadas amplias, para adelantar a tres rivales y colgarse una plata muy trabajada en los 1.500 metros T13 en el Mundial de París. Una presea que se suma al oro que conquistó hace tres días en los 5.000 metros.
El tarraconense, el referente español en el fondo y el medio fondo, completó su enorme actuación en el campeonato con su segunda medalla. Llegaba al ‘milqui’ sin presión porque ya tenía el metal dorado en su principal prueba, pero Ouhdadi es un atleta insaciable y ambicioso, siempre quiere más. Su objetivo en el estadio Charléty era el doblete. Sabía que el oro estaba difícil con el tunecino Rouay Jebabli en el tartán, ‘rey’ mundial de la distancia, pero no se arrugó y acabó acariciando la victoria.
El africano salió mandando, aunque fue el keniata John Lokedi quien tomó la iniciativa. El español prefirió resguardarse en el grupo para no desgastar fuerzas. En el centro del pelotón recibió varios toques al desatarse las hostilidades, pero logró salir del embotellamiento. Al toque de campana iba quinto, posición que no pudo abandonar hasta los 200 finales porque no tenía margen de maniobra. Testarudo y valiente, Ouhdadi apretó en la curva y en los últimos 100 metros, con un sprint antológico, dio caza al tunecino Achraf Lahouel, al turco Mikail Al y al argelino Abdellatif Baka, para cruzar la meta con una plata (4:00.91), muy cerca del oro de Jebabli (4:00.23).
Brillante actuación del deportista de Tortosa, campeón paralímpico en Tokio 2020, que cierra un Mundial sobresaliente con dos medallas. En los dos últimos años ha dado un gran salto de calidad en el Centro de Alto Rendimiento de San Cugat, a las órdenes de Benito Ojeda. Afectado por cataratas, no tiene visión en el ojo izquierdo, mientras que en el derecho tiene un resto visual de un 14%, llegó a España junto a sus padres y sus hermanos en 2002.
Hasta los seis años creció en la provincia de Ouarzazate, la puerta de entrada al desierto del Sáhara. Allí jugaba al fútbol de pequeño, pero sus problemas de visión le empujaron a cambiar el balón por las zapatillas de correr. Pronto descubrió su filón atlético, aunque fue en España donde explotó sus virtudes. Empezó en la montaña, después en el barro del cross, en carreras populares y desde hace cuatro años toma galones en la pista, siendo el ‘rey’ mundial del 5.000 y subcampeón en el 1.500.
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