David Levecq, un veterano de rostro sereno en la piscina

El valenciano, con tres platas paralímpicas y más de una veintena de medallas mundiales y europeas, disputará en Tokio sus quintos Juegos. “Quiero disfrutar, dar el máximo e irme orgulloso”, afirma.

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El nadador valenciano David Levecq durante una competición. Fuente: CPE

En sus largos brazos acumula más de 20 años de carrera. Su piel curtida en mil piscinas está surcada de éxitos y también de algunas cicatrices de decepción. David Levecq, el nadador tenaz, de rostro sereno y calmado como pocos, un ilustre veterano de las piletas en la natación paralímpica, está ante sus últimos vuelos, subacuáticos y virajes en la élite. A sus 37 años vislumbra el final de su recorrido en la alta competición y con la misma pasión de siempre busca ponerle el broche perfecto realizando un buen papel en Tokio, donde disputará sus quintos Juegos Paralímpicos.

En la capital japonesa sacará brillo una vez más a sus brazadas, aquellas que empezó a forjar en el Club Natación Los Silos de Burjassot (Valencia), municipio al que llegó con cuatro años procedente de Béziers (Francia), donde nació. De padre francés y madre valenciana, apenas era un bebé cuando fue operado varias veces tras nacer con pie equinovaro. “Es una malformación, aunque las secuelas son leves, no tengo movilidad en el tobillo derecho y hay atrofia desde la rodilla hacia abajo”, explica. De niño jugaba al fútbol y al baloncesto, deportes que tuvo que dejar para evitar lesiones por su discapacidad.

Con 10 años se cruzó en su vida la natación por recomendación médica. “Al principio no me atraía, iba a cursillos y no me apetecía ir todos los días. Pero fui entrando en la dinámica del club, hice amigos, realizaba viajes y eso terminó por engancharme”, cuenta. Solo necesitaba un medio donde liberar toda su energía y fue en el agua donde encontró el equilibrio, la tranquilidad y la gloria. Ese ‘feeling’ con la piscina pronto tuvo sus primeras recompensas.

“Con 15 años descubrí la natación adaptada. Me vieron en un campeonato convencional y tras pasar una valoración funcional me clasificaron en categoría S10. De primeras no quería cambiar porque no tenía ni idea de los tipos de discapacidad que iba a encontrarme, me sonaba raro, la mía apenas es visible y pensaba que iba a competir con gente en silla de ruedas. Al final, descubrí un mundo increíble que me ha dado la oportunidad de convertirme en deportista y de crecer al lado de una gran generación de nadadores como Ricardo Ten, Daniel Vidal o José Antonio Marí”, explica.

Debutó en el Campeonato de España de Cádiz en 1999 con varias medallas y dos años después tuvo su bautismo internacional en el Europeo de Estocolmo, donde conquistó un oro y un bronce. “Fue una sorpresa porque me clasifiqué tras hacer la mínima muy justa y creía que sería el nadador con peores marcas”, recuerda. Aquello fue un augurio de lo que le depararía el futuro: 13 preseas (nueve de oro) en europeos, 12 en mundiales (ocho platas y cuatro bronces) y tres platas en Juegos Paralímpicos. Su crecimiento y salto de calidad tuvo mucho que ver en su traslado a Barcelona para entrenar en el CN Sabadell bajo las órdenes de Fred Vergnoux y luego, en el CAR de San Cugat.

“Coincidí con Mireia Belmonte, que por entonces era una firme promesa y la llevaba en mi coche a los entrenamientos. Estuve con un grupo de nadadores olímpicos muy bueno, fue una experiencia enriquecedora y dura a la vez. Seguirle el ritmo era complicado, pero me hizo mejorar y madurar, me ayudó a despejar esos límites mentales. Sabías cuando entrabas en la piscina, pero no cuando salías de ella. Fred te enchufaba, acababa cada sesión muy cansado y casi arrastrándome, pero orgulloso del trabajo que hacía, eso me enseñó a dar siempre lo máximo y a no venirme abajo”, recalca.

Levecq es de los deportistas españoles que puede presumir de haber estado en cuatro Juegos Paralímpicos. “Me quedo con los primeros, los de Atenas 2004, era muy joven y estar allí ya era un premio, iba sin ninguna obligación de sacar resultados, pero gané dos platas en 50 y en 100 libre que me supieron a oro. En Pekín 2008 fui a por el oro, pero apareció un rival durísimo, Andrés Brasil, y tuve que conformarme con la plata en 100 mariposa. En Londres 2012 estuve enfermo con anginas, perdí peso y me quedé a 14 centésimas del bronce. El resultado fue decepcionante. Y a Río 2016 llegué tras atravesar un duro camino, quedé sexto, aunque acabé contento”, resume.

Tras la cita en Brasil, el valenciano pensó en la retirada, pero la plata y los dos bronces que sumó en el Mundial de México en 2017 fueron el empujón que necesitó para mantenerse enganchado a la piscina. “Ese año me lo tomé de forma relajada, sin exigencias, le di prioridad al tema laboral, a mi trabajo como fisioterapeuta. Pero el lograr las medallas en el Mundial me hizo reflexionar y me propuse terminar el ciclo, que se ha alargado un año más por la pandemia de coronavirus. Y ahí sigo, porque es mi pasión y por la perseverancia, un don que me ha dado el deporte”, afirma Levecq, que se ha exprimido en estos meses a las órdenes de Jaume Marcé en San Cugat. Le costó sudores hacer la mínima y asegurar su presencia en sus quintos Juegos. Aún le quedan ganas, chispa e ilusión en cada brazada.

“Físicamente me veo fuerte, tuve un problema en el hombro, pero estoy con energía y si recupero mi mejor nivel estaré cerca del podio. Los afronto sin la presión de tener que alcanzar una medalla. Han salido rivales con un nivel brutal, pero sé que puedo estar con ellos peleando. Nadaré el 50 y el 100 libre, aunque donde mejor me veo es en 100 mariposa, confío en clasificarme para la final. Quiero disfrutar, dar el máximo, competir contra mí mismo e irme orgulloso, eso sería un éxito”, aclara Levecq, que no descarta continuar hasta París 2024: “No cierro puertas, pero es complicado. Ya estoy entrenando a niños, jóvenes y adultos en el Club Triatló Cerdanyola y me gustaría seguir ligado a la natación con esta nueva faceta”.

TEST TOKIO 2020. Conociendo a David Levecq

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