Martín de la Puente, una raqueta que destila talento, ímpetu y actitud

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De los cordajes de la raqueta que empuña rezuman golpes de tesón, de pasión, de resiliencia, de garra, de creatividad y de voluntad de acero. Su forma de jugar es un espejo de cómo encara el deporte y la vida. En cada movimiento, las ruedas de su silla dejan una impronta de su encomiable entrega y feroz entusiasmo por el tenis, el aliado con el que recuperó el pulso de la vida. “Fue mi refugio y mi salvación durante la infancia”, confiesa Martín de la Puente, el tenista español más laureado y que no para de romper barreras con trabajo infatigable y enorme apetito competitivo.

Con esa sonrisa taimada dibujada en su rostro, dosis de talento y ambición, el vigués se ha afianzado entre los mejores jugadores del mundo después de una década edificando piedra a piedra una exitosa carrera. Ha descorchado su alegría con más de 70 trofeos en torneos internacionales y ha cumplido muchos sueños, como ser subcampeón del mundo con España en tres ocasiones, disputar los Grand Slam (ganó el US Open en 2022 y ha sido finalista de Wimbledon este año), conquistar una Copa de Maestros o participar en Juegos Paralímpicos. Los de París 2024 serán sus terceros y acude con el anhelo de subir al podio.

“Echo la vista atrás y me da vértigo ver todo lo recorrido, el tiempo pasa rapidísimo. Estoy muy orgulloso de lo conseguido y del nivel que he adquirido. Empecé siendo un chaval que soñaba con llegar a lo más alto y lo he logrado. Se lo debo a todas esas personas que han formado parte de mi proyecto, que depositaron su confianza en mí y que siempre me han empujado. Llegar a la cima ha costado sangre, sudor y lágrimas. Estoy invirtiendo mi vida y poniendo toda la carne en el asador para ser cada día un poco mejor y brindarme las oportunidades de jugar las competiciones más prestigiosas”, afirma.

El vigués Martín de la Puente durante un partido en los Juegos de Tokio 2020. Foto: CPE

De niño revoloteaba en las pistas, siguiendo la afición que sus padres le inocularon por el tenis, aunque lo que más le apasionaba era patear y perseguir un balón. Quería ser futbolista y vestir la elástica del Celta de Vigo. Un deseo que se evaporó a los siete años cuando le diagnosticaron síndrome de Proteus, una enfermedad rara que provoca un descontrolado y acelerado crecimiento asimétrico de los huesos. En su caso, un dedo de la mano y el pie izquierdo. Al no tener cura le iban limando los huesos, pero con ocho años calzaba una talla 45, algo que le impedía caminar. Tras viajes continuos a hospitales y pasar 16 veces por quirófano, los médicos decidieron amputarle.

“Cuando desperté de la anestesia sentía aún el pie, pero era el síndrome del miembro fantasma, levanté la sábana y cuando vi que ya no estaba, me puse a llorar. Fue una etapa dura, me miraba al espejo y me rallaba, dejé incluso de ir a la playa porque me miraban y eso me afectaba. Pero acabé enfrentándome a ello con humor y positivismo. No pasa nada por ser distinto, si la vida te pone obstáculos, hay que buscar soluciones y sonreírle”, recalca. De la Puente necesitaba atemperar el seísmo emocional que había sufrido y, a través del deporte, fue superando el desánimo de los primeros meses. Probó waterpolo, natación, baloncesto o hípica, pero nada le hacía sentir cómodo, hasta que volvió a agarrar una raqueta: “Me dio libertad y el impulso que necesitaba para dejar a un lado todo lo que había sufrido con la enfermedad”.

Eso sí, al principio era reacio a subirse a una silla para jugar al tenis. “Ni loco me subo ahí”, fue la frase que espetó a su madre. Pero Álvaro Illobre, uno de los impulsores de este deporte en España, convenció al joven gallego, al que se le cayeron los prejuicios. “En la sociedad tenemos instaurados estereotipos erróneos sobre la discapacidad y cuesta erradicarlos. Afortunadamente la gente va tomando conciencia y lo va normalizando. Aquella silla que me mostraron por primera vez era grotesca, un sofá con ruedas -ríe-. Sin embargo, me encantó cuando me senté y noté que iba rápido y llegaba a las bolas que antes no podía, me abrió una puerta para volver a disfrutar”, explica.

Con desparpajo, perseverancia y un optimismo inquebrantable ha superado obstáculos y se ha labrado un gran palmarés. Ahora come en la misma mesa de los tenistas más tops del circuito, venciendo a rivales que llevan muchos años encaramados en la atalaya, como los británicos Alfie Hewitt y Gordon Reid, el francés Stephane Houdet, el japonés Tokito Oda o el argentino Gustavo Fernández, su compañero de entrenamientos en Barcelona bajo las órdenes de Fernando San Martín y con Walter Navarro como preparador físico. “Antes se me escapan los partidos ante ellos porque flojeaba en los momentos decisivos, pero pude romper esa barrera mental y siento que ya estoy al nivel de los mejores, puedo ganarle a cualquiera”, asevera.

En 2023 ganó el US Open en dobles y este año alcanzó en Wimbledon su primera final individual en un Grand Slam.

No parece tener techo y lleva varios cursos advirtiéndolo, quiere ser número uno del ranking -figura en la cuarta posición-. No va de farol, su rendimiento emite claras señales de que tarde o temprano llegará a la cúspide. De momento va dando pasos y se ha convertido en un fijo en cada Grand Slam, que hasta hace poco era un muro infranqueable para los españoles. “Con esfuerzo estamos alcanzando aquello por lo que tanto luchamos. Disputarlos te cambia la vida, te pone en el foco de atención y vives unos días especiales”, subraya. Su triunfo más preciado se produjo en 2022 en la pista Louis Armstrong de Nueva York al ganar el US Open en la modalidad de dobles. El pasado mes de julio se quedó en Wimbledon a las puertas del título al caer en la final ante Alfie Hewett.

“Antes no terminaban de respetarme ciertas personas y a raíz de aquella victoria noté un gran cambio. Ahora me miran de forma diferente, ya no soy el niño que veía a todos desde abajo y prometía mucho. Sigo remangándome y dejándome la piel en cada entrenamiento porque el reto es ganar un Grand Slam en individual, lo veo factible. Cuando me voy a la cama y cierro los ojos sueño con ello, me haría mucha ilusión, al igual que asaltar el Top 1 mundial”, apunta el vigués. Aunque antes deberá afrontar otro desafío, la cita de París 2024, sus terceros Juegos Paralímpicos.

Con 17 años fue el tenista más joven en participar en Río de Janeiro 2016, evento al que llegó gracias al empuje de sus padres. “Era pronto para mí, pero ellos me insistieron en que lo intentara y me clasifiqué. Sin la confianza de mi familia no habría sido posible. Viví una de las semanas más felices, gané un partido en la pista central y me llevé un diploma en dobles, resultado que repetí en Tokio 2020, aunque estos me dejaron un sabor agridulce por la pandemia”, cuenta. De la Puente llega a la capital francesa con más madurez y hechuras de gran jugador, calidad, carácter y mucho temple. “Estoy en la época más dulce de mi carrera, soy más completo, agresivo y fuerte, he pulido el revés, el resto y el saque. He tratado de mejorar en todos los aspectos técnicos y tácticos porque nunca hay que dormirse ya que los rivales evolucionan y aprietan, cada día es un nuevo reto”, comenta.

En las instalaciones de Roland Garros, donde disputó su primer Grand Slam hace dos años, espera colgarse la deseada presea. “Allí empezó mi ascenso entre los mejores y sería muy bonito cerrar el círculo subiendo al podio. A la tercera confío en que sea la vencida, me veo preparado para lograr mi primera medalla paralímpica, he currado mucho para optar a ella, el que quiera ganarme tendrá que sudar. Y en dobles con Dani Caverzaschi también tenemos opciones. Él ha sufrido mucho con su lesión en la muñeca y se merecía llegar a los Juegos. Formamos una pareja sólida, tenemos casta y nos compenetramos bien, así que en París daremos de que hablar, queremos plantar batalla a los favoritos y por qué no, soñar en grande con las medallas”, apostilla.

De la Puente aspira a las medallas en París, sus terceros Juegos Paralímpicos.

MARTÍN DE LA PUENTE

Martín de la Puente Riobó (Vigo, 1999). Tenis. Campeón del US Open en dobles. Finalista de Wimbledon. Tres veces subcampeón de la Copa del Mundo con España. Cuenta con más de 70 títulos internacionales entre individual y dobles. Disputa sus terceros Juegos Paralímpicos.

1.- Defínase con tres adjetivos.

Trabajador, ilusionado y feliz.

2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?

Los cascos para escuchar música.

3.- ¿Tiene algún talento oculto?

Se me dan bien los videojuegos y los juegos de mesa -ríe-.

4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?

El de teletransportarme para ahorrar horas en los viajes.

5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?

A los nervios, a la responsabilidad y a las arañas.

6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?

Huevos con patatas.

7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?

A casa, a Vigo, se está genial con la familia y con los amigos.

8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?

A algún amigo.

9.- ¿En qué animal se reencarnaría?

En un perro.

10.- Una canción y un libro o película.

‘Mbappe’, de Eladio Carrión. Y una película, ‘Coach Carter’.

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