Una plata agridulce para Toni Ponce en los 100 braza SB5

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“El oro no está para mí en unos Juegos, así son las cosas. Mi marca ha sido un desastre”, lamentaba Toni Ponce unos minutos de lograr la plata paralímpica en 100 braza SB5. Una medalla agridulce para un nadador voraz y ambicioso como es el catalán. Insatisfecho con el resultado en su prueba principal, en la que es tres veces campeón del mundo y también de Europa. Pero en el escenario que más luce, no ha podido conseguir esa ansiada presea dorada. Se le escapó en Tokio 2020 ante el ruso Andrei Granichka y ahora, en París, con la ausencia de su gran rival en los últimos años, ha sido el suizo Leo McCrea, quien no le dio ninguna opción.

“Lo hemos luchado, pero no ha salido. El sabor que me deja es agridulce. Sé que si hubiera estado en mis marcas habría ganado, pero aquí hay mucha presión, me exijo mucho y la cabeza no estaba. Me deja más contento que la plata de Tokio”, ha comentado. Se marchaba dolido de La Défense Arena porque siente que ya no habrá más oportunidades: “No creo que me veáis en Los Ángeles 2028. En caliente diría adiós ya, pero no quiero precipitarme”.

El suizo impuso un ritmo inaccesible para cualquiera desde que se lanzó desde el poyete -el español lo hace dentro del agua por su discapacidad- y en los primeros metros ya le sacaba un cuerpo. Pasaban los metros y tras el viraje parecía que el barcelonés se activaba, recortando distancias, pero no pudo imponerse a esa batalla psicológica al ver que era imposible darle caza a su adversario, que ganaba con solvencia (1:27.15). Se esfumaba el oro. Tocó la pared en segunda posición con un tiempo de 1:29.43, muy lejos de sus mejores prestaciones. Se quitó el gorro y golpeó la corchera tras invadirle la frustración. En su rostro, una mueca amarga a pesar de colgarse la plata, la 15ª para España en París.

El deportista de Vilafranca del Penedès (Barcelona) cierra la puerta a los siguientes Juegos, quiere dedicarle tiempo de calidad a su hijo y a su familia. Incluso, se plantea dejar la alta competición. “La natación es muy dura, no voy a sacar conclusiones ahora, porque cuando no salen las cosas es muy complicado. Estoy en una etapa familiar muy chula, me he perdido años de mi niño y quiero hacer mi vida con él y con mi mujer, que siempre ha estado a mi lado. El que tiene que parar un poco soy yo”, ha apuntado.

Tome la decisión que sea, se ha ganado un lugar entre los españoles más laureados en el agua. Y eso que en la piscina se llevó un desengaño cuando a los 14 años quedó último en una prueba y dejó de nadar. Sus primeras brazadas fueron con seis años por recomendación médica. Nació con paraparesia espástica bilateral, es degenerativa y viene causada por un gen mutado que puede afectarle a todo el cuerpo, aunque tiene más limitaciones en las piernas. En 2012 llevaba una vida sedentaria y pesaba 112 kilos, cuando viendo por televisión los Juegos de Londres decidió enfundarse de nuevo el bañador.

Se puso en manos de Jaume Marcé en el CAR de Sant Cugat (Barcelona) y la confianza que recibió del técnico catalán le devolvió las alas. Su eclosión fue cocinada a fuego lento, y con dedicación y disciplina como puntales de su rendimiento, Toni Ponce se ha convertido en uno de los grandes de la natación, en un deportista cargado de éxitos, con tres platas paralímpicas, tres oros mundiales y numerosas medallas europeas.

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