En el óvalo de madera del velódromo de Río de Janeiro volvió a retumbar el eco de una leyenda. Alfonso Cabello, el ciclista que pedalea con el corazón y la furia de quien no se resigna a ser olvidado, regresó a lo más alto del podio mundial. Lo hizo sin aspavientos, sin anunciarse, sin esa aura de invencibilidad que una vez tuvo, pero con la misma fiereza que siempre lo ha definido.
El ‘Rayo’ de La Rambla (Córdoba) volvió a estallar en el kilómetro contrarreloj C5 (discapacidad física), su prueba fetiche, y lo hizo con una exhibición de poder, estrategia y garra. A sus 32 años, sumó su séptimo título mundial, cinco años después de su último oro. Y lo hizo solo veinte minutos después de que otro español, Ricardo Ten, también ganase el oro en el kilómetro contrarreloj C1.
Para el cordobés no era su año, al menos sobre el papel, según él mismo había comentado en las horas previas. Tras el bronce paralímpico que conquistó en los Juegos de París 2024, decidió darse un respiro merecido. Esta temporada la vivía como una transición, más serena, con menos presión.
Pero cuando llegó la hora de la verdad y un título se pone a tiro, Cabello se transforma. Como tantas otras veces, cuando hay algo en juego, el andaluz se agarra al manillar con más fuerza que nadie. Y vuela.
Del tercer puesto a la cima del mundo
En la ronda clasificatoria, su tiempo de 1:05.783 le colocó en la tercera posición. Por delante, dos rivales conocidos: el belga Niels Verschaeren y el británico Blaine Hunt, oro en el último Mundial en este mismo velódromo y verdugo del cordobés también en París 2024 al ganarle la plata. Las apuestas no estaban con Cabello, pero él no había mostrado aún todas sus cartas. Se había reservado ese extra invisible que distingue a los grandes campeones.
Llegó la final. El español se acopló a su bicicleta con una concentración casi religiosa. Mirada fija, mandíbula apretada, músculos tensos como cables de acero. Salió como una exhalación. La media fue demoledora: 56,681 km/h. El cronómetro se detuvo en 1:03.513. El resto era esperar y confiar.
El británico Hunt fue el siguiente. El hombre que le había quitado la gloria en 2024. Pero esta vez no pudo con él. Su tiempo, 1:04.045, lo dejó por detrás. Solo quedaba Verschaeren, el mejor por la mañana. El belga tenía la última palabra, pero su intento se diluyó en el esfuerzo. No solo no alcanzó el oro, ni siquiera subió al podio. Fue quinto. El bronce fue para el austriaco Franz-Josef Lasser.
El señor del kilómetro
Siete veces campeón del mundo. Una cifra que solo los elegidos alcanzan. Aguascalientes 2014, Apeldoorn 2015 y 2019, Montichiari 2016, Río 2018 y ahora en 2025, Milton 2020. Siete maillots arcoíris que resumen una carrera ejemplar, tejida con sudor, disciplina y un espíritu competitivo indomable.
“Este año es diferente, me lo tomo con más calma”, decía horas antes de competir. Pero cuando uno lleva el ciclismo en las venas, no hay forma de contener esa pulsión por ganar. Cabello no estaba en su pico de forma, pero sí en su mejor versión mental: frío, cerebral, demoledor cuando hace falta. Un ciclista de raza.




