“Me robaron el oro europeo y también todas las opciones de ganar una medalla en París 2024”. La voz de Andrea Miguélez aún contiene dosis de frustración y rabia. Hace un año le despojaron del título continental de triatlón que ganó en Madrid en PTS4. Embriagada de alegría, la corona le duró 60 minutos, el tiempo que la organización tardó en reclasificarla en una categoría superior por una injusta razón: su destreza y habilidad encima de la bicicleta. “En las transiciones doy un saltito para subirme y no perder segundos, desde hace diez años mi padre me lo enseña en los entrenamientos. Y me castigan por ese esfuerzo para aprender y mejorar. Cuando el clasificador me dijo que pasaba a PTS5 y que ya no era campeona, sentí que se reían de mí”, asegura.
Aquellas palabras sonaron igual que astillas de hielo. Durante unas horas pensó en dejar su deporte a nivel profesional. Triste por el desengaño que le tocó vivir, pero no derrotada, la madrileña hizo borrón y cuenta nueva. Sin perder la sonrisa, aguerrida, talentosa y con arrebatos de osadía, volvió a encajar poco a poco las piezas de un puzle que alguien rompió sin justificación. A pesar de que su contador de puntos en el ranking se puso a cero, continuó ganando preseas internacionales y selló el billete para los Juegos Paralímpicos de París. Dentro de ella se agita un torbellino con tanta inquietud como ambición.
“Me cerraron una puerta, pero no iba a bajar los brazos, estoy para competir y pelear con mis rivales en una clase en la que tengo más desventaja respecto a algunas. Mi discapacidad es invisible, me ves y parece que no tenga nada, pero hay muchas dolencias ocultas”, afirma la joven. Nació con la malformación de Arnold Chiari, una afección en la cual el tejido cerebral se extiende hacia el canal espinal, causando presión en cerebelo y tronco encefálico. “Me afectó en la respiración a partir de los tres años. En una noche podía tener 360 apneas, respiraba dos veces y me quedaba 12 segundos sin hacerlo, por lo que podría haber derivado en muerte súbita”, relata.
Con seis años le detectaron que tenía descolgado el cerebelo, que presionaba la médula, y se había agrandado el bulbo raquídeo. “Fue una operación arriesgada, me limaron las tres primeras vértebras cervicales para proporcionar espacio y aliviar esa presión. Las posibilidades que los médicos habían dado a mis padres eran quedarme vegetal, en coma, en una silla de ruedas o fallecer», confiesa. Después de un mes postrada en la cama de un hospital, Andrea tuvo que aprender de nuevo. “Salí como si fuese un bebé, sin equilibrio, olvidé como se andaba. No apostaban porque volviese a caminar y mucho menos que hiciera deporte. Al principio parecía un muñeco de ‘Playmobil’, era incapaz de coordinar los brazos y las piernas”, explica.
Una parestesia en la mano izquierda y problemas en las piernas, que se le hinchan, calientan y duermen, son las secuelas de aquella intervención. Con redaños y abrazada al deporte combatió su estado. Iba a clases de baile flamenco y con 11 años se adentró en el triatlón, motivada por su hermano pequeño (Sergio), que lo practicaba en Parla. “Fui a verle entrenar y me gustó el ambiente. La natación y el ciclismo me encantaban, de hecho, mi abuelo, mi padre y mi tío competían, la bici siempre ha estado presente en mi vida. Pero la carrera a pie la odiaba”, dice entre risas. Acabó enrolada en el Club Triatlón 401 de Valdemoro, siendo moldeada por Ángel Salamanca: “Él me abrió las puertas a un nuevo mundo, es como un padre para mí, me ha perfeccionado como triatleta. También me ha ayudado mucho Eva Moral -bronce paralímpico en Tokio-, un espejo en el que mirarme”.
Tardó poco en desplegar su potencial y su irrupción fue vertiginosa. En 2021, año de su bautismo internacional, conquistó el oro en la Copa del Mundo de A Coruña, en el Europeo de Valencia y en el Mundial de Abu Dhabi, en clase PTS3. Poco después le cambiaron a PTS4, pero poco importó, volvió a proclamarse campeona del mundo y de Europa en 2022. “Ni en sueños lo habría imaginado. Nadie sabía quién era, ni siquiera mis compañeros de selección, y me instalé entre las mejores en poco tiempo”, recalca. Todo iba rodado, hasta el Europeo de Madrid del pasado año, cuando le tocó digerir el amargo episodio tras un nuevo cambio de categoría.
“Se nota mucho la diferencia y el nivel que hay, me mido a chicas más experimentadas que me obligan a esforzarme y a exigirme más. Tenía que empezar otra vez desde la casilla de salida, sin puntos en el ranking, tirando de mi bolsillo para viajar y competir si quería mantener las opciones de ir a París. El camino ha sido muy duro psicológicamente, pero estoy orgullosa, lo he conseguido”, subraya Andrea, que en este último curso en la Copa del Mundo ha ganado dos oros (Yenisehir y Vigo), una plata (A Coruña) y un bronce (Málaga).
La madrileña encara sus primeros Juegos Paralímpicos con ilusión y confianza. Tiene ganas de desfilar en la ceremonia de inauguración por el corazón de la ciudad, desde los Campos Elíseos hasta la plaza de la Concordia. “Se me pone la piel de gallina al pensarlo, me da vértigo porque hace poco veía a mis compañeros por televisión y ahora seré una de las protagonistas. Es un sueño cumplido y quiero disfrutar de la mayor fiesta del deporte. Y lo haré rodeada también de mi familia, formamos un gran equipo”, apunta. Su hermano se encarga de analizar a todas sus rivales y su padre de estudiar cada circuito.
“Ya estuve el año pasado en el Test Event y lo que menos me gusta es el trazado de ciclismo ya que hay adoquines y como reboto mucho en la bici, la espalda y el cuello sufren. Aun así, me siento fuerte en cada segmento, en el agua me voy acercando a las que siempre están en cabeza, pero en bicicleta y corriendo todavía me sacan tiempo. El cambio de categoría me ha hecho perder opciones de medalla, soy realista y tengo los pies en la tierra, subir al podio es casi imposible porque no depende solo de mí. Las tres primeras suelen ser las mismas, la estadounidense Grace Norman y las británicas Claire Cashmore y Lauren Steadman. También está la canadiense Kamylle Frenette. Tienen que fallar las cuatro y yo tener el mejor día para llevarme una medalla. No renuncio a nada, voy a dar guerra y estaré al acecho por si flaquean”, apostilla Andrea Miguélez, una perla del triatlón que rezuma descaro, tesón y talento.
ANDREA MIGUÉLEZ
Andrea Miguélez Ranz (Madrid, 2003). Triatlón. Bicampeona del mundo y de Europa. Ocho medallas en Copa del Mundo. Debuta en unos Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Trabajadora, quejica y constante.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
Los cascos para escuchar música, me ayuda a evadirme y a tranquilizarme antes de una competición.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
Comer -ríe-. Hay gente que se sorprende al verme, tan pequeña y lo que soy capaz de comer.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Teletransportarme para evitar los viajes.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
A los insectos, pero, sobre todo, a las arañas.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
Al cocido de mi abuela.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A la cama -ríe-.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
Comida, abrigo y algo para hacer fuego.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En mi perro.
10.- Una canción y un libro o película.
Cualquier canción de Dani Martín. Y una película, ‘La bella y la bestia’.