Después de más de veinte años en el CAI Zaragoza como jugador primero y técnico del equipo promesas después.
DACAI. A la sombra de Fernando Vila y de Pedro Pérez, el CAI de la década de los 90 no se entendería sin la aportación de Carlos Bruñén, jugador rocoso y racial que ponía el contrapunto y que daba equilibrio a un equipo que crecía año a año.
Bruñén era el gran tapado del equipo; aportaba los valores intangibles que no salen en las estadísticas, defendía al mejor pívot del equipo rival y era quien contagiaba esa “rasmia” aragonesa.
Los logros de aquella generación de los “mazacotes” no han sido igualados posteriormente. Hombre de club, ha sabido adaptarse en todo momento a los roles que en cada momento debía jugar dentro de la plantilla y del club. Así en los últimos tiempos, tras unos años sabáticos, ha contribuido a la formación de los jóvenes valores del club integrándose activamente en la plantilla del CAI promesas, a la vez que reforzaba el primer equipo cuando así se le requería.
Pocos sabemos el esfuerzo y sacrificios que en esta última etapa le suponía compaginar trabajo, familia y deporte y por eso debemos valorarlo doblemente para que en el equipo de baloncesto del CAI no se pierda su espíritu luchador.
En el viejo Salduba, en el pabellón de la Granja y en el Pepe Garcés, nunca se borrará su estela ni la de su característico «molinillo».