Eurosport – El sueño de cualquier deportista de élite es representar a su país en unos Juegos Olímpicos. La cita de Río de Janeiro en 2016 podría tener una protagonista en la prueba ciclista femenina. Su nombre es Monique van der Vorst y, aunque acaba de fichar por el equipo femenino del Rabobank, su historia ha dado muchas vueltas hasta llegar aquí.
Lo cierto es que cuenta con papeletas para llegar a esa cita si sigue con su fascinante progresión y su nuevo técnico lo tiene claro: «Es una deportista con una gran fuerza de voluntad y una fortaleza mental importantísima para el deporte». Por su parte, ella lo tiene claro: «En el deporte, todo es posible». Conozcamos un poco más su vida.
El golpe que marcó su vida
La historia de Monique van der Vorst es de aquellas que crea una continúa vorágine de sentimientos. De la pena al orgullo, del lamento a la admiración. Van der Vorst comenzó su aventura en el deporte como una joven promesa del hockey sobre hierba, pero con solo 13 años un extraño suceso truncó sus sueños sobre el verde. Ante la proyección que venía demostrando, la joven holandesa decidió pasar por el quirófano para solucionar unos problemas físicos que le hacían sufrir continuas lesiones de tobillo, pero algo no salió bien.
Lo que parecía una sencilla operación acabó con Monique postrada en una silla de ruedas después de perder extrañamente la movilidad en su pierna derecha: »Se me hinchó la pierna, se puso morada y fría, se llenó de líquido que quedó ahí», afirmó la deportista. Finalmente el líquido pudo ser drenado, pero su pierna no recuperó la movilidad y al año siguiente, sin explicación alguna, tampoco pudo mover su otra extremidad.
Se hace más fuerte
Porque no hay vida sin razón para vivir, Monique decidió buscar la suya mirando sus otras extremidades. Fue entonces cuando decidió abrazar, agarrar con fuerza, un aparato que le llevaría a tocar la gloria. El manocliclo, un vehículo de tres ruedas que se ase con las manos para lograr el impulso que llega con los brazos. Sentada entre sus barras, Monique comenzó a sentirse libre. Con él consiguió, tras ganar su primera prueba con solo 15 años, dos medallas de plata en Pekín, tres campeonatos del mundo y una plusmarca mundial: »Me dio confianza. Aprendí a pensar en las posibilidades, no en las limitaciones», indicó la ciclista paralímpica.
Pero su gloria deportiva se vio una vez más truncada por una extraña recuperación que, paradojas del destino, le ha creado una sensación agridulce.
Como vino se fue
Cuando tocada el cielo demostrando un admirable valor por la superación personal, la holandesa fue arrollada por un coche mientras realizaba un entrenamiento. Este accidente le sembró dudas, pero volvió a competir con un collarín abrochado a su cuello.
Fue en Mallorca cuando en la disputa de una carrera sufrió un nuevo accidente que le dio la vuelta a su vida, otra vez. Un ciclista topó con Van der Vorst y con ella en el suelo sus piernas comenzaron a moverse con movimientos espasmódicos: »No hay forma de explicarlo. Sentir algo en las piernas, donde antes no sentías nada», relató.
Un dolor de espalda le acompañó en su estancia en el hospital, donde sus delgadas piernas, que quedaron así a raíz de su invalidez, comenzaron a sufrir un cosquilleo que se convirtió en firmeza tras una larga rehabilitación en la que se sirvió de sus fuertes brazos desarrollados en la competición paralímpica. Monique van der Vorst ahora vuelve a andar, pero aun así siente un vacio.
No puede ser paralímpica
La holandesa ahora disfruta pisando la nieve, subiendo escaleras continuamente, pero las autoridades que se encargan de certificar la condición de discapacitado para poder competir en el tipo de pruebas en las que Monique ha triunfado le han comunicado que no cumple los requisitos necesarios para la competición.
La vida de Monique van der Vorst se ha volteado radicalmente en dos ocasiones y lo que un día fue tristeza siempre supo transformarlo en éxito. Ahora tiene un nuevo reto: »Sueño con competir en el Ironman como atleta normal», afirmó. Quedan pocas dudas de que así será.