David Levecq, un guerrero pacífico en las piscinas

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“El viaje aporta la felicidad, no el destino”. Esta frase refleja lo que ha sido la trayectoria de David Levecq, un guerrero pacífico en las piscinas. Curtido en mil batallas, sus brazadas acumulan éxitos y algunas cicatrices de frustración. A lo largo de su extensa carrera deportiva ha sabido saborear y sacarle jugo a cada instante en el agua, centrándose en el aquí y ahora, sin ser prisionero del ayer ni del mañana, sin importarle la meta, sino el recorrido. El ilustre nadador valenciano, fruto de su perseverancia, pasión y serenidad, disputará en París sus sextos Juegos Paralímpicos, la rúbrica a 25 años en la alta competición.

“La clasificación ha sido un desafío titánico. Es un premio enorme, un extra que quiero disfrutar a tope y marcharme orgulloso. El ciclo ha sido duro, pero lo afronté de forma positiva. Me han ayudado mis estudios en Psicología y el trabajo con un coach deportivo. Físicamente no estoy como cuando era un chaval, pero mentalmente me siento más fuerte que nunca. Ya no me centro en hacer tantos kilómetros en los entrenos, sino en la calidad, en rendir al máximo con buena actitud y ganas”, asegura Levecq, que a sus 40 años vislumbra su final en la élite y buscará ponerle el broche perfecto realizando un buen papel en La Défense Arena de la ciudad francesa.

“Es un nadador con una ilusión tremenda que exprime cada vivencia y que va quemando etapas año a año. Tenía pensado dejarlo hace tiempo, pero va logrando marcas y clasificándose para campeonatos y ahí sigue. Siempre con una sonrisa, es muy empático y crea un buen rollo en el equipo, es un placer entrenarle. El trabajo ya lo tiene hecho, solo le queda disfrutar”, agrega Jaume Marcé, su técnico en el CAR de Sant Cugat (Barcelona). En París pondrá a prueba una vez más sus poderosas brazadas, aquellas que comenzó a forjar en el Club Natación Los Silos de Burjassot (Valencia), municipio al que llegó con cuatro años procedente de Béziers, al sur de Francia, donde nació.

David Levecq acumula 13 metales en europeos, 12 en mundiales y tres platas en Juegos Paralímpicos. Foto: IPC

De niño no sintió un flechazo por la natación, se aburría en los cursillos de aprendizaje, a él lo que le atraía era el baloncesto. Pero tuvo que dejar el deporte de las canastas para evitar lesiones por su discapacidad. Apenas era un bebé cuando fue operado en varias ocasiones tras nacer con pie equinovaro. “Lo tenía colocado para abajo y hacia adentro. Es una malformación, hay atrofia de rodilla hacia abajo en la pierna derecha, no he desarrollado musculatura en sóleo y gemelos. Y no tengo movilidad en el tobillo”, explica. Con diez años, sus padres le insistieron que fuese a la piscina por recomendación médica: “Al principio no me gustaba, no me apetecía ir cada día, pero fui entrando en la dinámica del club, hice amigos y competía, así que acabó enganchándome. Me ha dado muchos valores, me enseñó a ser disciplinado y a que con trabajo todo se logra”.

El agua fue el medio en el que Levecq liberaba adrenalina y canalizaba su ímpetu, donde encontró el equilibrio y alcanzó la cima. Competía en pruebas convencionales y con 15 años llegó a la natación adaptada. Le costó dar el paso y cambiar de entorno por temor a lo que se iba a enfrentar debido al desconocimiento. “Pasé una revisión médica y me clasificaron en clase S10. No acababa de sentirme integrado, veía raro el estar con personas que iban en silla de ruedas y les faltaba una pierna o un brazo, lo mío apenas es visible. Acudí a un torneo autonómico en Valencia y era tan tímido y me impactaron las distintas discapacidades que vi, que no hablé con nadie. Cuando volví a casa le dije a mi madre que no me había gustado, que lo dejaba”, relata.

Sus progenitores le empujaron a ir al Campeonato de España de Cádiz en 1999 y ahí se esfumaron sus prejuicios, miedos e inseguridades y abrió paso a una carrera plagada de éxitos. “Descubrí un mundo fantástico que me ha brindado la oportunidad de ser deportista. He tenido el honor de crecer con una generación magnífica, he seguido el ejemplo de nadadores como Daniel Vidal, Ricardo Ten o José Antonio Marí, que es como un hermano para mí, ellos me contagiaron su energía”, recalca. Ese ‘feeling’ con la piscina no tardó en darle sus primeros frutos. En 2001 se estrenó a nivel internacional con un oro y un bronce en el Europeo de Estocolmo.

“Fue inesperado, para participar había hecho la mínima muy justa y a última hora, pensé que era el nadador con el peor tiempo. Recuerdo que llamé a mis padres con mucha emoción para decirles que era campeón”, dice con una sonrisa. En territorio sueco puso los cimientos para construir un palmarés brillante: 13 metales (nueve de oros) en europeos, 12 en mundiales (ocho platas y cuatro bronces) y tres platas en Juegos Paralímpicos. Al valenciano le marcó su etapa en Barcelona bajo las órdenes de Fred Vergnoux en el CN Sabadell. “Estuve solo un año con él, pero suficiente para dar un gran salto, rodeado de un grupo en el que estaban Judit Ignacio, Marc Sánchez o una joven Mireia Belmonte, a la que llevaba en mi coche a los entrenamientos. Acababa cada exigente sesión casi arrastrándome, pero me ayudó a progresar y a madurar, a derribar los límites mentales, a nunca rendirme”, afirma.

El veterano nadador valenciano, David Levecq, se lanza a la piscina durante un campeonato. Foto: CPE

Esa constancia, esfuerzo y superación le permitió competir en cinco Juegos Paralímpicos, que resume de forma somera: “Los más especiales fueron los de Atenas 2004, cumplí un sueño, iba sin expectativas ni presión y gané dos platas en 50 y en 100 libre. Pekín 2008 fue mi confirmación entre los mejores, me llevé una plata en 100 mariposa. En Londres 2012 me tiré a por el oro, pero me quedé a 14 centésimas del bronce. Fue mi gran decepción deportiva, aunque en los días previos había estado con fiebre, anginas y perdí peso. A Río 2016 llegué tras un complicado camino, al igual que a Tokio 2020, en ambos logré dos diplomas”.

Había empezado a trabajar como fisioterapeuta y meditó su retirada tras la cita en Brasil, pero cosechó una plata y dos bronces en el Mundial de México en 2017, el impulso necesario para alargar su idilio con la piscina. Los Juegos de la capital japonesa también se presentaban como el escenario de su adiós definitivo, aunque ha demostrado que todavía le queda gasolina, chispa y motivación en cada brazada. “La natación es mi pasión, me considero un privilegiado. Las marcas salían y decidí estirarlo un poco más. Me encuentro fuerte, las lesiones me respetan, me divierto y me siento muy competitivo”, apunta. En los dos últimos mundiales, Madeira 2022 y Manchester 2023, se coló en tres finales en cada campeonato. Y en abril en el Europeo de Funchal rozó el bronce en 50 libre.

Durante este ciclo, más corto de lo habitual, ha compaginado el deporte con su trabajo como entrenador en el Club Cerdanyola Atletisme i Triatló, preparando su transición para cuando deje de competir, y ha recargado pilas con viajes a destinos exóticos y en contacto con la naturaleza. “Soy un tipo aventurero y me gusta ir a países en los que te enseñan a valorar la vida. Los últimos fueron Filipinas y Kenia, donde colaboré con un orfanato al que llevé equipaciones de la selección española. Aquí tenemos mucho que aprender de ellos, nos preocupamos por cosas insignificantes, mientras que en estos lugares son súper felices con lo poco que tienen”, añade.

Aterriza en sus sextos Juegos Paralímpicos henchido de orgullo y con el objetivo de meterse en finales en las pruebas de 50 y 100 libre y en 100 mariposa S10. “No cierro del todo la puerta, pero creo que serán mis últimos Juegos. Estar entre los mejores es ya un éxito y nadar en mi segundo hogar, delante de mi familia paterna que es francesa, es algo muy bonito. París será espectacular y no quería perdérmelo por nada. Lo afronto sin la presión de las medallas, aunque me gustaría rebajar mis marcas. A lo largo de todos estos años he perdido más veces de las que he ganado, he tenido decepciones y caídas, pero siempre me he levantado, ha valido la pena toda la dedicación porque la natación me ha hecho ser feliz”, apostilla Levecq, un guerrero, un currante en la piscina.

DAVID LEVECQ

David Levecq Vives (Francia, 1984). Natación. Dos platas en Atenas 2004 y una plata en Pekín 2008. 13 medallas en europeos y 12 en mundiales. En París disputará sus sextos Juegos Paralímpicos.

1.- Defínase con tres adjetivos.

Aventurero, perseverante y humilde.

2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?

Cafeína.

3.- ¿Tiene algún talento oculto?

Organizando viajes -ríe-.

4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?

Teletransportarme.

5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?

A nada en concreto.

6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?

El arroz.

7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?

A la playa.

8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?

Una caña para pescar.

9.- ¿En qué animal se reencarnaría?

En un delfín.

10.- Una canción y un libro o película.

‘Around the World’, de Daft Punk. Y película, ‘El guerrero pacífico’.

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