Eduardo Uceda sonríe siempre antes de competir, proyecta esa sensación de estar pasándoselo como un niño en el patio del colegio. Con valentía, talento y decisión en cada zancada se abre camino en la élite del atletismo cumpliendo sueños. El resonar de sus pisadas y de sus tacos sobre el tartán arman la banda sonora de su vida, la de un atleta con la potencia del ‘heavy metal’, su otro punto de fuga, la música la lleva en las venas. Absorto por ‘Mägo de Oz’ o ‘Judas Priest’, las melodías de estas bandas son su gasolina antes correr y con ellas en sus cascos tratará de volar en el estadio de Tokio en sus primeros Juegos Paralímpicos.
A sus 20 años aún está en proceso de formación, pero ya despunta entre los mejores del mundo en la prueba de 400 metros T11 (deportistas ciegos). Lo demostró en junio en el Europeo de Bydgoszcz (Polonia) con una medalla de bronce junto a su guía Jorge Gutiérrez. El madrileño, del barrio de Hortaleza, lleva desde los cinco años correteando por las pistas. A base de esprines canalizaba su energía e hiperactividad cada tarde en el Centro de Recursos Educativos de la ONCE. Uceda cogió una meningitis al nacer que le provocó una atrofia en el nervio óptico.
“Mis padres se dieron cuenta conforme iba creciendo ya que iba con miedo e inseguridad y me tropezaba. Los médicos me dijeron que era degenerativa y que iría perdiendo resto visual. Antes me manejaba bien, ahora por el ojo derecho no veo y por el izquierdo solo formas o luces, pero no distingo nada. Y también tengo fotofobia, soy muy sensible a la luz del sol. Nunca me pregunté por qué me tocó a mí, tiré hacia adelante, sabía que con más dedicación y empeño lograría mis objetivos y haría lo mismo que el resto de mis amigos”, explica.
De pequeño probó otros deportes como el goalball o el fútbol, pero lo que le llenaba era el atletismo. “Se sufre corriendo, pero el disfrute y la libertad que me da lo recompensa todo”, añade. Apenas levantaba un palmo del suelo y ya descollaba en campeonatos de España para menores, siempre con medallas colgadas al cuello. En su estreno internacional ganó un bronce en salto de longitud T13 en el Mundial junior de Nottwil (Suiza) en 2017. Al principio corría solo, pero con el paso del tiempo sus ojos se fueron apagando y se vio obligado a recurrir a un guía.
El primero que hizo de ‘lazarillo’ fue Jaime del Río, con quien logró en 2019, en la misma ciudad helvética, un bronce mundialista en el 400 T12. “Empecé a perder visión y me costaba mucho, el sol me molestaba cada vez más y a veces me salía de la calle. Correr atada a una persona me da más seguridad”, confiesa. El año pasado encontró en Jorge Gutiérrez a su media naranja deportiva, con el que forma un tándem acompasado y en crecimiento. El atleta madrileño, de 29 años, especialista en 400 metros vallas y lisos, no se lo pensó demasiado cuando le hablaron de que Uceda buscaba nuevo compañero.
“En los dos últimos años mi rendimiento había bajado porque estaba centrado en mis estudios, soy licenciado en Ciencias del Deporte y estaba con la Tesis Doctoral, y claro, mis tiempos se estancaron. Pero seguía entrenando en el CAR de Madrid, donde coincidía con Gerard Descarrega y con Guille Rojo, que son amigos míos y me dijeron que Eduardo necesitaba a una persona que corriese por debajo de 50 segundos. Decidí renunciar a mi carrera individual y salté al vacío porque no tenía ni idea de deporte adaptado. Iba con el objetivo de echarle una mano, pero la vida es curiosa y me está premiando con estos logros”, comenta.
Pese a llevar tan poco tiempo se han acoplado bien y la progresión es constante. “Ha sido un cambio brusco, no tenemos la misma biomecánica a nivel de carrera, él es más bajo y tengo que adaptarme a su forma de correr, pero vamos muy bien”, dice Gutiérrez. “Mi punto fuerte es la explosividad y Jorge, al tener una zancada tan larga, me está ayudando a ampliar la mía ya que los ciegos tendemos a buscar mucho el contacto con el suelo. Empezamos en 59 segundos y ahora nuestra marca está en 52.35, en cada prueba estamos rebajando el tiempo”, tercia Uceda.
Ese buen entendimiento en el tartán quedó confirmado en el Europeo de Polonia de este año con una presea de bronce en 400 metros y un cuarto puesto en 100 metros T11, categoría que estrenaban esta temporada. Se quedaron a cuatro décimas de la mínima B para los Juegos Paralímpicos de Tokio. Sin embargo, debido a la renuncia de plazas de varios países, recibieron una invitación nominal por su posición en el ranking mundial -son sextos-. “Ya pensaba en las vacaciones, íbamos a ir a Galicia, pero lo de Tokio mola mucho más -ríe-. Pese a las restricciones y a la falta de público, es un sueño estar allí. Cuando me lo dijeron creí que estaban gastándome una broma, no paré de saltar y de llorar de felicidad. Competir en unos Juegos son palabras mayores”, recalca el madrileño.
“Es un regalo que no terminas de creerte. Hemos pasado un año complicado, antes de la pandemia me rompí el cuádriceps, luego Eduardo el abductor y yo los isquiotibiales. Pero enganchamos unos meses muy buenos y nos plantamos este año en un estado de forma brutal. Una vez en los Juegos puede pasar cualquier cosa, queremos darlo todo, meternos en la final y hacer marca personal. Y si cogiéramos medalla sería una salvajada”, añade Gutiérrez. En la maleta de Uceda no faltará ilusión, hambre y música de ‘heavy metal’, su motivación: “Soy fan de ‘Mägo de Oz’ y su batería, Txus di Fellatio, me felicitó por la clasificación para los Juegos. El objetivo es meterme entre los cuatro mejores en la final y si cae la medalla, mejor. Lo mismo damos la campanada”, remata con una sonrisa.