Tan solo unas horas después de tocar la gloria en Tokio con una plata paralímpica, la cabeza le dio el primer toque de atención a Héctor Catalá cuando se puso a correr por las calles japonesas aún con el subidón de la medalla. Duró 15 minutos. A su vuelta a España empezó a manifestarse el enemigo silencioso del deportista: la ansiedad. Sumó un bronce europeo y una plata mundial, pero después, la rutina que le había llevado a la cúspide del triatlón ya no le satisfacía, se convirtió en un infierno. Mareos, dolor en el pecho, nudo en la garganta, fatiga crónica, frustración, ganas de llorar o miedo a entrenar. Con atención psicológica está logrando gestionarla mejor y ha recuperado la ilusión por el deporte. Ahora incluso se codea también con la élite del ciclismo. En apenas un mes afrontará el reto de disputar dos mundiales en disciplinas distintas.
“No ha sido un camino fácil, me vino de golpe. Por la inexperiencia de estar en cotas tan altas tomé decisiones erróneas, me hice autosabotaje y la autoexigencia que me había llevado arriba se volvió en contra en forma de ansiedad, insatisfacción y mal rendimiento, algo que se vio traducido en problemas físicos y fisiológicos graves. Le vi las orejas al lobo y por suerte supe levantar la mano y pedir ayuda profesional. A día de hoy continúo como deportista gracias a mis psicólogos y a mi entorno, que han sido claves. Mi relación con el deporte ahora es más sana, valoro y saboreo más las cosas”, confiesa.
En un año ha vivido una montaña rusa de emociones que afectó a su salud, tanto mental como física. En el mejor momento llegó a su límite, pero ha sabido resetear y recuperar el pulso de su trayectoria. Aunque el triatlón sigue siendo su prioridad, la lesión de su guía, Gustavo Rodríguez, le empujó a buscar otros desafíos y encontró en el ciclismo el estímulo que necesitaba. “Él es la otra mitad del equipo, sus problemas físicos y los míos no han ayudado. Es un año post paralímpico, pero nos gusta competir y apenas hemos disputado un par de duatlones. Es parte del juego, son ciclos y hay que saber adaptarse a las circunstancias”, dice.
Al valenciano le surgió la oportunidad de correr en casa el Campeonato de España en carretera y no se lo pensó, contactó con Eloy Teruel, quien se había quedado sin compañero -participó en Tokio con Adolfo Bellido- y conectaron desde el primer minuto sobre el tándem. “Me encanta el ciclismo, me produce un enorme respeto y admiración, siempre me llamó la atención y es dónde me veía con más posibilidades de ser competitivo. Los astros se alinearon, llamé a Eloy, que estaba disponible y nos entendimos muy rápido. Ganamos el oro en la contrarreloj, una sorpresa”, cuenta.
En su estreno internacional consiguió el bronce en la Copa del Mundo y luego, un meritorio cuarto puesto en el Mundial de Canadá. “Para nada me esperaba este rendimiento, gran parte de la culpa la tiene el gran piloto que tengo. Eloy es quien ha dado sentido a este proyecto, contar con él es la mejor opción posible que tengo en España, es una persona que lleva el ciclismo en la sangre, es una fuente de sabiduría de la que me intento empapar y aprender, me aporta mucha tranquilidad”, añade.
Del 20 al 23 de octubre ambos se enfrentarán a los mejores ‘pistards’ en el velódromo de Saint-Quentin-en-Yvelines (Francia). “En la pista empecé en septiembre, soy un completo novato, pero hay margen de mejora. Es mi primer año y no tengo nada que demostrar, solo quiero rendir al máximo. Voy con ganas de aprender y de ver a qué nivel estoy respecto a los capos. La prueba que hemos preparado es la persecución, en la que Eloy fue olímpico en Londres 2012. Requiere una especificidad de entrenamiento que aún me pilla verde, pero lo tomamos con ilusión. No tenemos referencias, así que no nos ponemos objetivos, solo queremos vaciarnos y subir otro peldaño más en nuestros tiempos para colocarnos en puestos delanteros”, comenta.
Luego tendrá varias semanas para terminar de afinar la puesta a punto para la otra gran cita del curso, el Mundial de triatlón en noviembre en Abu Dabi. Este año ha estado en solo dos competiciones, siendo octavo en el Europeo y plata en la Copa del Mundo de Alhandra (Portugal) junto a Ángel Salamanca. “Como triatleta estoy todavía lejos de mi mejor versión. Las medallas no se ganan el día de la prueba, hay que llegar con los deberes hechos, han sido muchas semanas previas de exigencia”, asevera Catalá, quien prefiere no pensar aún en hacer doblete en los Juegos de París 2024: “En ciclismo he empezado con resultados que nos hacen creer en algo grande, pero solo quiero disfrutar y ya veremos que nos depara el futuro. Mi filosofía es la de ir pedalada a pedalada, kilómetro a kilómetro”.