El enésimo desafío de Kim López, el coloso del lanzamiento de peso

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Una luna aparece tatuada en la espalda de Kim López. Representa a su madre, cuya batalla fue la de criar a tres hijos en solitario, trabajando de sol a sol. “Ella nació en París, aunque su familia proviene de Mali. Lo pasó mal, éramos pobres y peleó para que nunca nos faltase un plato de comida, es una guerrera que nos enseñó buenos valores”, recalca. La piel del atleta valenciano es el retablo de una historia de vivencias que le han marcado, la de un adolescente al que el deporte le apartó de la oscura senda por la que se despeñaban algunos de sus amigos. “Era muy callejero, crecí rodeado de delincuencia y de drogas, aunque por suerte me mantuve alejado de ellas. De no ser por el atletismo habría sido una cabeza perdida”, confiesa con una pícara sonrisa.

Luce un tiburón, un dragón que se enfrenta a un diablo, unas rosas, una geisha, una carpa, una bala con la H que representa a su gente y dos pistolas con los nombres de sus hermanos, Rubén y Kevin, sus armas de defensa. También la frase ‘Dios protégeme que ya cuido yo a los míos’ está grabada en el cuello de quien lanza la bola de acero de la misma forma que respiran los supervivientes. “Tengo pendiente tatuarme algo de los países en los que logré medalla. De Río de Janeiro quizás el Cristo del Corcovado y de Tokio igual un templo. Y si gano en París, a lo mejor la Torre Eiffel”, dice riendo el coloso de Silla (Valencia), bicampeón paralímpico de lanzamiento de peso F12 (discapacidad visual).

Grande y recio como un roble, de facciones curtidas a base de golpes, su vida ha sido una explosión de emociones. Nació con una miopía magna, enfermedad hereditaria que padecen su abuela y sus tías maternas. “Nunca me ha frenado, aprendes a hacer las cosas de distinta manera. Con los años he perdido algo de visión al ser degenerativa, hay riesgo de quedarme ciego, pero no me preocupa. Si algún día dejo de ver, no me quedaré encerrado en casa, saldré a comerme la vida como siempre he hecho”, expone. De niño era muy activo, necesitaba ventilar sus inquietudes y la calle era el sitio dónde desfogaba. Hasta que repitió un curso en primaria y su madre lo envió a un colegio internado en Alicante.

El valenciano Kim López durante un lanzamiento en el Mundial de Kobe. Foto: Kazuyuki Ogawa

“Me sentó mal porque no quería alejarme de los míos, a ella le dolió más, pero fue una decisión correcta ya que necesitaba ayuda. Me vino bien, allí retomé la natación, en la que empecé con cuatro años. Con 14 gané cuatro medallas en un Mundial júnior, me encantaba competir, pero me aburría entrenar en el agua”, relata. Dejó el bañador y aterrizó en el atletismo tras un pique con un compañero del Colegio Espíritu Santo de la ONCE: “Me retó en la piscina y le gané. Él practicaba lanzamiento de disco y me dijo que era imposible vencerle, pero le vencí también. Directamente cambié de deporte porque me atrapó”.

Sin embargo, en su regreso a Silla su rumbo volvió a torcerse. Dejó de estudiar y se pasaba las horas coqueteando con ese lado oscuro de la calle. Acordó con su madre ir al internado de la ONCE en Madrid para terminar la ESO, y esta vez no hubo lágrimas en la despedida. “Ahí encaucé mi vida y dio comienzo mi carrera como atleta. El deporte me salvó”, subraya. Con determinación, constancia y ambición ha tallado un gran palmarés: dos oros paralímpicos, siete medallas en mundiales (un oro, dos platas y cuatro bronces), así como numerosas preseas continentales, siendo cinco veces campeón de Europa.

Empezó como discóbolo, pero su prueba fue eliminada del programa paralímpico y se quedó fuera de los Juegos de Londres 2012. Tras el varapalo, no se rindió, cambió al lanzamiento de peso y poco a poco los resultados llegaron, erigiéndose en un titán con Juanvi Escolano guiando sus pasos en Gandía. “Al principio no apostaban por mí, pero pedí una pequeña beca y prometí que sería bueno en esta modalidad. Me dejé la piel porque no podía decepcionar a nadie y cumplí mi palabra”, asevera. Se plantó en Río de Janeiro 2016 con la muñeca lesionada y casi se quedó sin competir porque el conductor del autobús que lo llevaba al estadio de Maracaná se perdió. “No pude ni calentar, estaba malo de la barriga y con fiebre, creí que sería un desastre. El segundo intento me dio el oro, cuando vi salir la bola de la mano sabía que sería campeón”, recuerda.

Inconformista y voraz, revalidó su corona en Tokio 2020 y con récord del mundo tras alcanzar 17.04 metros. “Es la medalla más especial, la que más he saboreado por todo lo que hay detrás de ella, años muy difíciles, problemas familiares y una lesión grave. La pandemia de la Covid-19 me salvó el culo, si no se hubiesen pospuesto un año los Juegos, no habría llegado”, asegura. En 2019 se cayó y se rompió el ligamento cruzado de la rodilla izquierda, pero prefirió esquivar el quirófano, apretar los dientes y convivir con un dolor que limitaba sus movimientos. En la ciudad japonesa refrendó una vez más su potencial al colgarse el oro. “Entrenando estaba hecho un toro, no bajaba de 17.70 metros. En el primero hice un nulo y mi máximo rival, el ucraniano Roman Danyliuk se vino arriba. Me relajé, le eché valor y me llevé la victoria”, agrega.

Kim López es bicampeón paralímpico y campeón del mundo en lanzamiento de peso. Foto: Kazuyuki Ogawa

Acostumbrado a lidiar con las adversidades, le llegó otro mazazo en 2022. Un chasquido en el codo derecho, un dolor insoportable y una honda preocupación se clavó en su mente como finos alfileres. Sufría artrosis avanzada, una lesión que venía arrastrando desde 2015. “Un médico, experto en articulaciones, me dijo que no volvería a lanzar más. Y yo me rebelo cuando me dicen que no puedo hacer algo”, afirma. La primera operación no salió bien, no ayudó a recuperar la flexibilidad y como problema añadido, tampoco podía doblar el brazo. Aun así, se presentó en el Mundial de París de 2023, cuya participación fue testimonial, siendo quinto con un solo intento válido (13.58 metros). No tuvo más remedio que volver al quirófano en septiembre, aunque tampoco arrojó luz esa intervención y tras consultar a otro cirujano, en diciembre le abrieron por tercera vez.

“Incluso intenté tirar con la izquierda, pero era muy malo -ríe-. Estuve cinco meses sin tocar la bola, hasta el Mundial de Kobe (Japón) en mayo, que no era mi objetivo, solo iba para sacar una plaza para España de cara a los Juegos. Y gané el oro, fue una sorpresa, conseguí el único título que me faltaba en lanzamiento de peso. Ahora noto una mayor liberación, el codo ya no se extenderá ni flexionará como antes, pero a pesar de las limitaciones, está respondiendo y sé que puedo lanzar lejos. He pasado por todo este proceso porque me encanta mi deporte y continuaré hasta que mi cuerpo diga basta. Las lesiones han sido mi pan de cada día, así que no me iba a rendir, soy muy positivo”, apunta.

Varias cicatrices recorren su codo, el enésimo desafío de una vida cincelada a base de fe. Su espíritu de superación, tan enorme como su anatomía, le ha permitido lidiar con los dolores, por su cabeza solo pasaba volver a pelear por estar en lo más alto del podio paralímpico. A sus terceros Juegos llega con fuego en su interior, sed de triunfo y con la determinación de no dejar nada a la suerte. “En esta ocasión no quiero meterme presión ni ponerme una meta muy alta, pero mi ilusión es defender mi trono, es un objetivo en el que he pensado cada día desde que gané en Tokio. Espero alargar mi reinado otros cuatro años. Voy a darlo todo, aunque soy consciente de que será complicado, así que, si quedo entre los tres primeros, también estaré feliz”, reconoce.

Roman Danyliuk, vigente campeón del mundo, será de nuevo su principal adversario: “Está lanzando cerca de mi récord, pero ya le he ganado y sé que lo puedo hacer de nuevo. Las medallas en París podrían estar en 17 metros. Cuando compito siempre me pongo el listón muy alto, llegar hasta 18 metros por si sale mal, tener un margen de error”. En el Stade de France, el valenciano podría igualar a otra leyenda, David Casinos, oro en Sídney 2000, Atenas 2004 y Pekín 2008 en lanzamiento de peso (F11). “Es una bestia, un ejemplo a seguir y sería un orgullo para mí. Quiero repetir lo de Río de Janeiro y lo de Tokio, voy a por ese triplete dorado. Y, si no puede ser, al menos quiero llevarme otra medalla”, apostilla.

El valenciano fue operado en tres ocasiones en 2023 del codo derecho y ganó el oro mundial en mayo. Foto: Kazuyuki Ogawa

KIM LÓPEZ

Kim López González (Valencia, 1989). Atletismo. Oro paralímpico en Río de Janeiro 2016 y en Tokio 2020 en lanzamiento de peso F12. Campeón del mundo en lanzamiento de peso y de disco. En París disputará sus terceros Juegos.

1.- Defínase con tres adjetivos.

Trabajador, competitivo y positivo.

2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?

La ropa interior es lo primero que meto -ríe-. Y las zapatillas para competir.

3.- ¿Tiene algún talento oculto?

El deporte es mi único don, soy una persona que en cualquier modalidad puede conseguir rápido un nivel medio -ríe-.

4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?

Teletransportarme.

5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?

Miedo a sentirme preso, a no tener libertad. De hecho, ni siquiera me gusta que me cojan de la mano, quizás lo justo y necesario -ríe-.

6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?

Un arroz al horno.

7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?

No tengo un lugar concreto, pero sí desconecto cuando juego a la videoconsola.

8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?

Comida y agua.

9.- ¿En qué animal se reencarnaría?

En un gorila.

10.- Una canción y un libro o película.

Cualquier canción de rap o hip hop. Y una película, ‘De ladrón a policía’.

 

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