En los entrenamientos en el CAR de Madrid apenas abre la boca, pasa desapercibido. Es introvertido y muy reservado, ni sus más cercanos le suelen sacar una conversación extensa, pero cuando está en competición, toda esa timidez desaparece. Daniel Gavilán es otro una vez que pisa el tatami, ahí camina con la osadía y la seguridad de llevar al cuello preseas de todos los colores, de ser uno de los mejores judocas ciegos del mundo. Se llevó un fiasco al no clasificarse para Tokio 2020 y, aunque su desilusión fue evidente, aceptó su destino y resurgió con más fuerza para brillar en el siguiente ciclo con varias medallas y el billete para los Juegos Paralímpicos de París 2024.
“Fue un palo muy duro no estar en Tokio, sentía que tenía que ir tras muchos años de trabajo. Hice gran parte del camino en un peso (-66 kilos) que no me correspondía, me encabezoné y bajé al mío, J2 -60 kilos, pero ya era tarde para luchar por una plaza, me quedé a las puertas. Tenía tanta rabia que decidí no ver ningún combate de esos Juegos”, confiesa. Un desengaño del que no le costó recuperarse ni le debilitó. Unas horas de reflexión, reseteo y vuelta a los entrenamientos con motivación y ganas de redimirse. “No iba a tirar la toalla, el judo me lo ha dado todo desde pequeño”, asegura.
Sus padres le apuntaron a kárate cuando tenía cinco años para ver si se calmaba un poco y llegaba cansado a casa. “Era un niño muy nervioso e inquieto”, recuerda. Al mismo tiempo también se enfundó el judogi en el gimnasio Budokan de Vallecas, bajo las órdenes de Sacramento Moyano, pionera de este deporte, y de su marido Vicente Cépeda. Junto a él también entrenaba su hermano Álvaro Gavilán, otro referente del judo para ciegos. “Allí me enseñaron todo lo que sé, aunque luego han habido otros maestros que me han ido perfeccionando. Hasta los 18 años compaginé ambas artes marciales, logrando medallas desde infantil hasta senior en campeonatos de España”, subraya.
Al cumplir la mayoría de edad empezaron a surgir los problemas de visión. Notaba que ni con gafas veía bien y casi tres años después de muchas pruebas le diagnosticaron la enfermedad de Stargardt, una dolencia hereditaria que se caracteriza por la degeneración de la zona central de la retina. “No veo por el centro del ojo, veo una mancha negra y tampoco tengo agudeza visual. La situación se complica cuando estoy a oscuras o hay mucha luz. Y también me dijeron que tengo retinosis pigmentaria. Vamos, el menú completo”, bromea Gavilán, que pensó en dejar el judo, pero entendió y asumió la situación con gran madurez.
Cuando abre los ojos su campo de visión se reduce, aunque no le hace falta ver para embriagarse de la magia de este deporte. “Estuve un tiempo enfadado, no me apetecía entrenar, hasta que descubrí la modalidad adaptada, que solo se diferencia con la convencional en que empezamos el combate agarrados. Es un deporte muy inclusivo y lo importante es sentir cada movimiento”, comenta. Su primera medalla internacional fue un bronce en el Europeo de Eger (Hungría) en 2013, y repitió metal en las citas continentales de Odivelas (Portugal) 2015 y Birmingham (Gran Bretaña) 2017.
Un año antes, en 2016, debutó en unos Juegos Paralímpicos en Río de Janeiro con un noveno puesto: “Fue una experiencia única, aunque no cumplí con las expectativas porque perdí en primera ronda y me dejó un sabor agridulce”. Más amargo fue el trago al no acudir a Tokio. “Dolió no clasificarme, pero no iba a abandonar y me puse a entrenar con el único objetivo de llegar a París 2024. Ahora por fin me quito esa espinita clavada y voy a por todas, estoy con hambre y ambición”, recalca. En estos tres últimos años ha pisado el podio en muchas de las competiciones que ha disputado: bronce en el Mundial de Bakú (Azerbaiyán), plata y bronce en los europeos de Rotterdam (Holanda) y Cagliari (Italia), respectivamente, bronces en los Grand Prix de Egipto, Portugal y Alemania.
“Con el cambio de peso se siente más fuerte y su confianza es mayor, por eso está rindiendo a un nivel alto. Es una persona cuadriculada en todos los sentidos, muy disciplinado y exigente. Es muy tímido y le cuesta relacionarse, hay que tener mucho tacto con él, pero después de tantos años sé manejarle bien”, asevera Alfonso de Diego, el entrenador que modela su técnica y dirige sus pasos desde hace una década. “En la anterior no pesaba tanto para medirme a gente con más kilos y físicamente superior. Ahora compito en una categoría que se adapta a mis condiciones y me veo capaz de ganar a cualquiera”, añade su pupilo, que a partir de septiembre del pasado año le tocó lidiar con otro obstáculo ya que le diagnosticaron esclerosis múltiple.
“Comenzó a tener molestias musculares, se le dormían las plantas de los pies y lo asociamos al cansancio acumulado por los campeonatos tan seguidos que tuvo, pero después de varias semanas hospitalizado le descubrieron esa enfermedad, con la que cual está aprendiendo a convivir”, explica De Diego. Pese a ello, el madrileño llega al tatami del Arena del Campo de Marte en París en un gran estado de forma y preparado para subir al podio. “Si hace las cosas como hasta ahora, las medallas están a su alcance. El oro es complicado, pero Dani sabe lo que es ganarles a todos los contrincantes que tendrá”, informa el preparador español.
Gavilán es un judoca muy fuerte de agarres, con envergadura de brazos y piernas que le convierten en un rival incómodo, “muy resistente para aguantar hasta el final, es muy listo tácticamente, sabe leer bien los combates, sacar sanciones a los adversarios y con un judo en el suelo bastante bueno”. “Estar en los Juegos supone mucha satisfacción tras estos años difíciles. He logrado resultados positivos durante el camino hasta París y me veo entre los favoritos. Habrá que estar concentrado al 100% y con la cabeza fría porque un mínimo despiste te deja fuera de la competición. Quiero disfrutar y darlo todo, no renuncio a nada, voy con ganas y si tengo un buen día alcanzaré la medalla. Tengo nivel para conseguirla”, concluye.
DANIEL GAVILÁN
Luis Daniel Gavilán Lorenzo (Madrid, 1990). Judo. Cuenta con un bronce mundialista y con una plata y cuatro bronces europeos. También es medallista en Copa del Mundo y en Grand Prix. Disputa sus segundos Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Constante, cabezota y luchador.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
El plástico en el que me envuelvo para sudar y dar el peso antes de cada competición.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
No tengo ningún talento en especial.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Volar.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
A nada.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
La paella.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
Al parque a pasear con mis perros.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
Un arpón para pescar.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un lobo.
10.- Una canción y un libro o película.
‘Quiéreme’, de El Barrio. Y una película, ‘Scarface’.