Gerard Descarrega, un desafío a la oscuridad desde las cumbres

El bicampeón paralímpico de 400 metros lisos se convierte en el primer ciego en subir el Monte Kenia, la segunda montaña más elevada de África. Ya ascendió el Aneto y el Mont Blanc. Le gustaría hacer un ‘ochomil’, aunque antes buscará en París su tercer oro en unos Juegos.

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La ceguera con la que convive desde los 18 años le impide describir con qué paleta de colores se pinta la tierra desde las alturas, tampoco sabe si el cielo es tan azul o las nubes blancas y mullidas como recuerda hasta la adolescencia. Sin embargo, para Gerard Descarrega, la retinosis pigmentaria que le diagnosticaron de niño nunca ha sido una barrera para alcanzar cimas que quedan reflejadas en los ojos de quien las sueña. El intrépido y aventurero atleta, bicampeón paralímpico en 400 metros, ha vuelto a desafiar sus límites al convertirse en el primer ciego en hacer cumbre en el Monte Kenia, la segunda azotea más elevada de África con 5.188 metros.

Completa así tres ascensiones bajo el proyecto ‘Cumbres a ciegas’, ya que antes subió el Aneto en la cordillera de los Pirineos (3.404 metros) y el Mont Blanc (4.808 metros), la más alta de los Alpes. La nueva conquista ha llegado en el techo de Kenia tras un primer tramo de ‘trekking’ de seis días de aproximación junto a familiares y amigos, y un segundo que incluyó la escalada por una pared de 700 metros. Un reto que también tuvo tintes solidarios, con la donación de material a la comunidad ciega de Nairobi.

“Tardamos más de 15 horas en subir y en bajar. La dificultad técnica era complicada, con zonas bastante delicadas, de compromiso y de echarle pelotas. En la bajada nos pilló una tormenta con rayos, nos nevó y pasamos mucho frío”, relata. La orientación se la brindaban su mejor amigo, Xisco López, y el guía y alpinista Òscar Cadiach. Uno delante y otro detrás le mostraban el camino. En la cabeza de la expedición, abriendo vía y asegurando reuniones, el montañero alemán Felix Berg. Confía en su oído y en su tacto para reproducir los movimientos de sus compañeros.

“En modo ‘trekking’, el guía y yo agarramos un bastón horizontal y con otro bastón voy palpando el suelo. En zonas más de nieve o empinadas, vamos encordados a un metro de distancia y atado a nuestras cinturas, notando la dirección que toma el guía y siguiendo su estela. Y en la escalada formamos una cordada en V con Óscar y Xisco. En los descensos, rapelar solo y agarrándome al hombro o mochila del de delante. Hacemos un equipo compacto, con confianza y que trabaja bien”, asegura.

Escribía Miguel de Unamuno que ‘el cuerpo se limpia y restaura con el aire sutil de las alturas, y el alma se limpia y restaura con el silencio de las cumbres’. Esas sensaciones las experimenta Gerard cuando necesita evadirse de las pistas de atletismo y busca la tranquilidad de la montaña. “Estar en un sitio tan inhóspito e inaccesible para un ciego me emociona, me produce una sensación romántica, una mezcla de paz y felicidad. Me encanta ese silencio que a la vez acojona, solo escuchar el latido de tu corazón. Te permite reflexionar y vivir intensamente lo que te rodea, la naturaleza, los animales, los olores. Hay gente que no lo entiende, aunque no vea, la montaña me produce felicidad, me limpia”, recalca.

Al deportista catalán le va la aventura, en 2016, un mes después de ganar el oro en los Juegos de Río de Janeiro, viajó en solitario por Nueva Zelanda, subiendo volcanes y cruzando glaciares. Al cumplir la mayoría de edad, en sus ojos se instaló la esperada pantalla en negro que llevaba persiguiéndole desde que era un crío. “Lo asumí rápido, no me lamenté por ello, no ha sido nunca un obstáculo, excepto conducir, he hecho de todo, soy padre, acabé la carrera de Psicología y he viajado por el mundo. Los límites los tenemos en la mente”, apunta.

Su próximo reto colosal será subir los 6.757 metros del Huascarán, la montaña nevada culminante de los Andes peruanos, en agosto o en septiembre. En 2023 confía en hacer un ‘7.000’ y tras los Juegos de París 2024, culminar su proyecto con el ascenso al Manaslu, la octava montaña más alta del mundo, en la cordillera del Himalaya (Nepal), con 8.163 metros. “Sería brutal, un sueño cumplido”, sostiene.

Aunque ahora mismo está centrado en la pista, “lo importante es volver a rendir en atletismo y estar en lo más alto. Las expediciones las hago siempre con responsabilidad y con el mayor respeto a mi deporte, que es mi trabajo, pero la vida nunca se sabe a dónde te va a llevar y hay que aprovechar cada momento”. El velocista ha vuelto a calzarse las zapatillas de clavos para afrontar una temporada extraña, con la ausencia de campeonatos internacionales y con algunos problemas de salud de su guía, Guillermo Rojo, que no le han permitido entrenar con normalidad.

Con el madrileño a su lado revalidó en Tokio su corona paralímpica en 400 metros T11. “Debería ser el mejor año de nuestra carrera después de ganar el oro, pero la vida nos está poniendo a prueba, está siendo un curso difícil, aunque superaremos este bache. Nos suspendieron el Mundial de este año, así que la idea es intentar batir el récord del mundo en algún meeting o control. Queremos bajar de los 50 segundos, de esos 49.82, que es la marca. Como no hay presión por resultados, iremos a jugárnosla. Y ya pienso en París 2024, quiero disfrutar del camino y una vez allí, no me conformo con ser tercero ni segundo, quiero ganar mi tercer oro en unos Juegos”, apostilla Gerard Descarrega, un atleta que con cada paso logra que el deporte español llegue cada vez más alto. 

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