Íñigo Llopis, constancia, corazón y raza en el agua

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La vida le ha puesto a prueba de forma continua, pero ha sabido superar cualquier obstáculo y reto con determinación, osadía y constancia. A base de redaños, Íñigo Llopis se ha convertido en un titán de la piscina, en campeón del mundo y de Europa, en uno de los referentes de la natación por su entrega, corazón y raza en el agua. A sus 25 años, el donostiarra acude a París 2024, sus terceros Juegos Paralímpicos, con el objetivo de completar la triple corona en su prueba predilecta, el 100 espalda S8.

No lo ha tenido fácil para alcanzar la cima en la natación, su trayectoria ha sido como una montaña rusa de sensaciones. De niño no le gustaba nadar, su pasión era el fútbol. En su colegio en San Sebastián se enfundaba los guantes de portero, emulando a su padre, Luis Llopis -su carrera quedó truncada prematuramente por una lesión de peroné-, entrenador de guardametas del Real Madrid y de otros equipos. Rápido y de reflejos felinos, el pequeño Íñigo destacaba bajo palos, hasta que en un entrenamiento se rompió la pierna en la que tiene una malformación tras caerle dos compañeros encima.

Nació con el fémur más corto, su brazo derecho también es más pequeño y solo tiene dos dedos en la mano. Ese día ya dio muestras de su carácter guerrero: “Estando en el hospital llamé a mi padre, que en ese momento era preparador de porteros del Athletic de Bilbao, y me cogió el teléfono el entrenador, Joaquín Caparrós. Le dije que me habían pasado dos cosas: la mala, que me rompí el fémur de la pierna, y la buena, que evité el gol”, rememora con una sonrisa.

Íñigo Llopis en el poyete de la piscina de Madeira durante el Europeo de 2024. Foto: IPC

Aquel accidente le impidió volver a realizar paradas, pero le abrió las puertas a una disciplina que, al principio odiaba, hasta que sacó su gen competitivo y acabó amándola. “Por recomendación médica empecé a nadar, pero no me hacía gracia, mi intención era jugar al fútbol otra vez cuando recuperase la movilidad de la rodilla”, cuenta. Eso nunca ocurrió ya que en un campeonato de España de escuelas le terminó enganchando la natación al verse pelear de tú a tú con el resto de niños.

Javier Aymerich, quien falleció a principios de este año, lo reclutó para entrenar con su grupo en el Club Konporta, al lado de Richard Oribe, el nadador con parálisis cerebral más laureado de la historia con 16 medallas paralímpicas y un espejo en el que se mira. “Ha sido mi referente, un ejemplo para los más jóvenes, siempre pendiente de mí y dispuesto a enseñarnos cosas para mejorar. Ojalá pueda lograr la mitad de lo que él consiguió”, subraya Llopis, que con los años ha forjado en cada brazada autodisciplina, honestidad, tenacidad, integridad y pasión, cualidades que le han encumbrado a lo más alto en la categoría S8.

“No soy un deportista con talento para nadar, soy más de trabajar, de esforzarme al máximo, de dar el 200%, de dejarme el alma en la piscina. Soy meticuloso también en la alimentación y en el descanso, hay que comportarte como un profesional para alcanzar tus objetivos”, asegura. Aún no había cumplido la mayoría de edad cuando de rebote llegó a Río de Janeiro 2016, sus primeros Juegos, tras la sanción a Rusia. “Fue una sorpresa, estaba de vacaciones, me llamaron y me puse a entrenar. Lo más impresionante de esa experiencia fue desfilar por el estadio Maracaná, un sueño para un futbolero como yo”, dice con un brillo en los ojos.

Íñigo Llopis, medalla de plata en los 100 espalda S8, durante los Juegos Paralímpicos de Tokio. Foto: CPE

Justo después empezó a tener un dolor crónico en la pierna derecha, un calvario que le tuvo casi dos años en el dique seco por una grave lesión. “Casi me la amputan y no sabía si volvería a nadar. De niño había pasado muchas veces por quirófano por la pierna afectada, no se me quedó bien y la rótula se desplazó hacia fuera, tenía el cartílago muy dañado. Probamos con varios tipos de tratamientos, como infiltraciones y una artroscopia, pero no funcionaba y estaba hundido. Lo único que me preocupaba era dar un paseo sin ese dolor insoportable, no pensé en la natación. Optamos por una operación más agresiva y conseguimos darle la vuelta a la situación”, comenta.

Con el apoyo de médicos, fisioterapeutas y entrenadores, regresó al agua. Poco a poco, la resiliencia y fortaleza mental iban venciendo al desánimo de esos primeros meses. Se puso a trabajar febrilmente y a la chita callando, de manera solapada, estuvo preparando su ascenso. Los retos difíciles lo espolean y se ha reivindicado con numerosas medallas internacionales: cinco metales en el Europeo de Dublín en 2018, uno en el Mundial de Londres en 2019, dos en el Europeo de Funchal 2021, una plata paralímpica en Tokio, tres preseas en el Mundial de Portugal en 2022, dos en el Mundial de Manchester 2023 y cuatro en el Europeo de Madeira este año, siendo campeón en 100 espalda.

En ese palmarés relucen dos de manera especial: la plata de los Juegos en Japón, “algo indescriptible porque se produjo en el gran escaparate del deporte, lo máximo a lo que podemos aspirar, fue un premio para mí y para todos los que me rodean”; y el oro mundial en Manchester en la misma prueba. “Ser campeón del mundo es la leche, tiene otro sabor, pero es la bomba, un resultado que recompensa todo el trabajo y esfuerzo realizado en estos años”, añade.

Íñigo Llopis ha sido campeón del mundo y de Europa en 100 espalda S8. Foto: CPE

Aquel metal dorado en el Mundial del año pasado tuvo repercusión gracias al mensaje por redes sociales que le dedicó una de las leyendas de la lucha libre, John Cena, cuando vio que Llopis celebraba su victoria tapándose la cara con una mano, un característico gesto del exluchador de la WWE que bautizó como ‘No me puedes ver’. “Me hizo una ilusión tremenda, fue un detallazo. Aunque admito que ya lo hacía desde que gané el oro europeo en Dublín en 2018 por el exfutbolista Gaizka Toquero”, confiesa entre risas.

Tras una preparación exhaustiva en las piscinas Paco Yoldi bajo el paraguas de su entrenador, Isaac Pousada, el nadador donostiarra vivirá en París sus terceros Juegos Paralímpicos, a los que llega en plena madurez deportiva y con la mochila cargada de optimismo e ilusión. “Estoy feliz porque vendrán familiares y amigos a verme, eso supone un plus de motivación. Me encuentro a un gran nivel, disfrutando, mejorando marcas y sabiendo que todavía no he alcanzado mi techo”, afirma.

El 100 espalda, del que es vigente campeón del mundo y de Europa, es su prueba fuerte. “El oro está al alcance, veremos cómo llegamos cada uno al momento de la batalla. Estoy fuerte y sé que es posible, voy a darlo todo por la medalla, sería cumplir otro sueño. También puedo tener opciones en el 400 libre y ojalá participe en los relevos. Ya ganamos el oro mundial en el 4×100 estilos mixto. La natación es un deporte individual, pero a veces te da la oportunidad de disputar estas pruebas en equipo y compartir un éxito con tus compañeros sería muy bonito”, sentencia.

Íñigo Llopis con la medalla de oro en el Mundial de Manchester 2023. Foto: CPE

ÍÑIGO LLOPIS

Íñigo Llopis Sanz (San Sebastián, 1998). Natación. Plata en 100 espalda en Tokio 2020. Campeón del mundo en 2023 y de Europa en 2024. Disputa sus terceros Juegos Paralímpicos.

1.- Defínase con tres adjetivos.

Alegre, pasional y trabajador.

2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?

Un bañador.

3.- ¿Tiene algún talento oculto?

Jugar al Fifa en la PlayStation.

4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?

Volar.

5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?

Antes a los perros.

6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?

Al jamón.

7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?

A Sagüés, en la playa de Zurriola, en Donosti.

8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?

Una caña de pescar.

9.- ¿En qué animal se reencarnaría?

En un león.

10.- Una canción y un libro o película.

‘The Number of the Beast’, de Iron Maiden. La película, ‘El club de la lucha’.

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