Se ganaba el jornal entre tornillos, herramientas, tuberías y todo tipo de artículos en una ferretería en Fuente del Maestre (Badajoz). Javier López Sayago tenía 21 años y muchos planes por cumplir. Pero su vida dio un vuelco radical tras sufrir un accidente de tráfico que le provocó una lesión medular. Lejos de abatirse, imbuido de optimismo y con una enorme capacidad para superar las adversidades, supo reinventarse con una pala en la mano y al ritmo del repiqueteo de la volátil pelota blanca. Hoy día es uno de los mejores jugadores del mundo de tenis de mesa en silla de ruedas, un obrero de este deporte que representa el triunfo de la constancia, el compromiso y el trabajo.
La recompensa a la dedicación y al esfuerzo ha sido la clasificación para sus segundos Juegos Paralímpicos. Estuvo en Tokio 2020 con una invitación y se trajo un diploma, ahora en París se muestra más ambicioso y apunta a subir al podio. Le avalan los resultados cosechados en los dos últimos años, con una decena de medallas. “Este ciclo ha sido muy bueno porque he cumplido con el objetivo, que era lograr el billete por ranking en abril y no esperar a una ‘Wild Card’, eso me quitó presión para preparar con calma la cita. Le he dedicado muchas horas para mejorar, ya que no soy un deportista talentoso, sino un currante. Y el premio ha llegado, así que quiero disfrutarlo”, cuenta.
La pasión del fontanés por su deporte brotó a los 13 años como actividad extraescolar en su pueblo. Lo alternaba con el fútbol, “pero con el balón despuntaba menos, era malo -ríe-, por eso me decanté por la pala”. Durante varios años disputó torneos y ligas regionales por Extremadura. Los estudios tampoco se le dieron bien y abandonó el instituto para trabajar como ferretero. Tuvo que aparcar el tenis de mesa por incompatibilidad con los horarios. Y hace 20 años volvió a nacer, como él mismo asegura, tras sufrir un accidente de coche que le provocó una paraplejia a nivel D10. “Regresaba a casa con unos amigos tras asistir en Sevilla a una prueba de motocross y las condiciones meteorológicas eran adversas, llovía muchísimo y el vehículo hizo aquaplaning y acabó dando varias vueltas de campana. Fui el único que salió malherido”, recuerda.
López recibió con entereza lo que le había sido urdido por el destino. El apoyo emocional de su entorno fue clave en su recuperación. Le tocó empezar de cero en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, donde pasó ocho meses de rehabilitación. Allí le hicieron ver su nuevo escenario con otro prisma. “Te toca pasar un duelo porque sabes que nunca podrás caminar y es complicado de digerir, pero mi estancia en aquel centro reforzó mi positivismo. Veías a gente en peor estado que el mío y que dependían de terceras personas. Yo usaba mis brazos para desplazarme, por tanto, no tenía derecho a quejarme, eso me hizo abrir la mente”, rememora.
En Toledo, cuna de deportistas paralímpicos, volvió a prender la llama de la ilusión al descubrir que desde una silla de ruedas también podía practicar el tenis de mesa. El reencuentro con su anterior entrenador, Antonio Álvarez, terminó por recomponer el puzle para regresar a los entrenamientos. “Era desde una perspectiva diferente, no tenía nada que ver con lo que hacía antes, pero me divertía y me ayudaba a evadirme de cualquier problema. No había perdido el toque y la técnica. Lo que me enganchó otra vez fue su carácter inclusivo, poder competir y plantarles cara a personas sin discapacidad, me hace sentir uno más, feliz, cuando juego se me olvida que voy en silla”, asegura.
Se estrenó en un Campeonato de España y el Caja Granada, uno de los clubes más laureados, vio en él que había madera para formar a un gran palista. “Es como si en fútbol te ficha el Real Madrid, algo mágico. Fue inesperado, me dio vértigo, pero acepté. Gracias a estar rodeado de gente profesional y con tanta sabiduría he podido llegar lejos”, confiesa. Uno de los que más le ayudó y le sigue puliendo es Miguel Rodríguez, antes compañero y ahora su entrenador. “Es mi maestro, me lo ha enseñado todo y me ha hecho ser competitivo. Estaré a su lado hasta que me retire”, dice. Con él en la mesa ganó uno de los dos bronces europeos por equipos que luce en su palmarés, el de Eslovenia en 2017. También acumula una treintena de medallas en otros torneos internacionales.
Aunque su mayor éxito fue participar en los Juegos de Tokio. Se había quedado fuera al caer en las semifinales del Preparalímpico y cuando no albergaba esperanza alguna, el sueño volvió a latir al recibir una invitación. “Tuve que revisar la lista varias veces porque no me lo creía, llevaba muchos años persiguiendo ese objetivo. Me quedé a las puertas de Río de Janeiro 2016 y parecía que nunca llegaría ese día. Estar en unos Juegos es una misión muy complicada, son pocas plazas y hay muchos aspirantes. El último tramo hacia Tokio se me hizo difícil, durante la pandemia por la Covid-19 falleció mi padre y estaba tocado, pero al final conseguí entrar, aunque fuese raspando”, dice riendo. En la capital japonesa se coló en el Top 8 en clase 4 y se llevó un diploma paralímpico.
López, prototipo de deportista humilde y trabajador, se encuentra en el punto álgido de su carrera por las sensaciones de su juego. “Estoy en el momento más dulce, con una madurez que me hace leer mejor los partidos. He aprendido de esas derrotas que se me escapaban por pequeños detalles, ahora sé jugar esos puntos finales para cerrar los sets. No tengo talento, pero sí destaco por la velocidad, me gusta llevar la iniciativa, atosigar al rival con juegos rápidos, si la bola corre, es una ventaja para mí. En cambio, si viene lenta o mal tocada, no me favorece”, afirma.
A París acude con la idea de subir algún peldaño más y pelear por los metales. No renuncia a nada ni se pone techo. “Al igual que en Tokio, voy con una maleta llena de ilusión, ganas, motivación y hambre, quiero desplegar mi mejor versión. Para ello, acudo sin presión, mentalmente liberado. Espero tener un buen cruce en las eliminatorias e ir superando rondas para meterme en la pomada por las medallas. Quitando al turco, Abdullah Ozturk, que se me atraganta y no hay forma de hacerle cosquillas, con el resto el nivel está igualado. Soñar es gratis, puedo estar en el podio”, sostiene. También jugará la prueba de dobles con Eder Rodríguez, que abre su abanico de posibilidades: “Nuestro fuerte son los cambios de ritmos, él frena más el juego y es un buen defensor, yo acelero y ataco más. Si hay suerte en el sorteo podemos dar la sorpresa, hay buenas sensaciones, ojalá podamos traernos una medalla”.
JAVIER LÓPEZ SAYAGO
Francisco Javier López Sayago (Badajoz, 1982). Tenis de mesa. Dos bronces europeos y más de 30 medallas en torneos internacionales. Disputa en París sus segundos Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Trabajador, cabezota y amigable.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
La pala de juego y galletas.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
En marquetería, no soy un profesional, pero suelo hacer trabajos de madera que quedan bien, como una Torre Eiffel que tengo -ríe-.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Evitar las guerras en el mundo.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
Desde hace unos años, miedo a la muerte.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
Unas galletas -ríe-.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A Fuente del Maestre (Badajoz), donde desconecto y recargo pilas.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
Un mechero y un cuchillo.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un águila.
10.- Una canción y un libro o película.
Cualquier canción de ‘El Barrio’. Y película, ‘Celda 211’.