Antes y después de cada entrenamiento con el equipo le dedica muchos minutos a perfeccionar su lanzamiento. Con una mecánica rápida y natural, arma el brazo una y otra vez y sus balones caen con una parábola acentuada hasta acariciar la red. Es en las sesiones de tiro donde Jordi Ruiz muestra su esplendor y exhibe una muñeca prodigiosa. Cuando entra en ebullición y se alía con el aro es un tipo imparable. Su rostro refleja una serenidad de estatua de cera, puro corazón y garra en la pista, simboliza el trabajo y el sacrificio inestimable. El catalán es uno de los ‘pistoleros’ más fiables del baloncesto en silla de ruedas, un consumado ‘killer’ por las canchas de Europa.
Su carácter, excelsa calidad y mano de seda le convierten en un instrumento clave para completar la sinfonía de la selección española, con la que disputará sus terceros Juegos Paralímpicos. Logró una plata en Río de Janeiro 2016 y rozó el podio en Tokio 2020. En París 2024, su mirilla apunta al oro. “Hay que soñar en grande, no firmamos otro resultado que no sea ganar”, recalca. A sus 33 años, ha cumplido objetivos fruto de la insistencia y de la testarudez. Nadie le ha regalado nada, ha tenido que picar mucha piedra para alcanzar la cima de su deporte. Disciplina, constancia y gloria. Tres palabras que le representan y que lleva tatuadas en el brazo.
Cuando tenía 16 años, su adolescencia, hecha de grandes paradas y reflejos felinos entre partidos de fútbol, se rompió en mil pedazos tras un accidente de moto. Sus piernas quedaron inmovilizadas al sufrir una lesión medular. Aunque tuvo que madurar rápido, encaró con optimismo su nuevo escenario, era un joven que ansiaba devorar la vida. “Tuve bajones, pero tenía claro que no iba a hundirme, estaba vivo y debía aprovecharlo. Lo afronté con positividad y el baloncesto fue esa catapulta que me permitió tener una integración rápida y ser deportista de élite, algo con lo que siempre soñé”, afirma.
Enfundarse los guantes había sido su pasión, defendía la portería del Jabac-Can Jofresa de Terrassa, donde llegó a compartir algún entrenamiento con Sergio Busquets. “Era más mayor que yo y ya destacaba por entonces. Allí también jugó en sus inicios Xavi Hernández. Y me enfrenté a futbolistas como Bojan Krkic, Fran Mérida o Iago Falqué. Es una de las mejores escuelas de Cataluña”, cuenta. El fútbol se acabó para él, pero se agarró al baloncesto, otra disciplina que había practicado de niño en canchas al aire libre de su municipio. Allí, entre tableros desgastados y aros sin red, empezó a forjar su muñeca.
Tras el accidente se reencontró con el basket. Después de las sesiones de rehabilitación durante su estancia en el Institut Guttmann, Jordi se quedaba a ver los entrenamientos del FC Barcelona, en el que jugaban referentes de este deporte como Asier García, David Mouriz o Txema Avendaño. Hasta que un día, aún con el corsé que sujetaba su columna, Óscar Trigo le invitó una tarde a una sesión. “No sabía ni cambiarme de la silla de paseo a la de competición, pero el primer balón que agarré lo encesté. Todos se giraron sorprendidos para mirarme y decir, este ya está para jugar”, recuerda entre risas.
Fue un proceso acelerado para el egarense, que un año y medio después de quedarse parapléjico ganó con la selección española sub 22 el Europeo de Adana (Turquía) en 2008 y luego una plata en el Mundial sub 23 de París en 2009. Desde que salió de casa con 18 años se hizo un experto en hacer maletas, un trotamundos sin residencia fija. Hasta nueve destinos distintos ha sumado en su trayectoria: FC Barcelona, CEM L’Hospitalet, Bidaideak Bilbao, Amivel de Vélez-Málaga, CD Ilunion, Padova Millenium BK, Briantea84 Cantú, Santo Stefano Sport (tres clubes italianos) y Thuringia Bulls (Alemania). En todos ha dejado huella.
“Me fui a Italia porque era un objetivo personal y era uno de los campeonatos más importantes de ese momento, allí viví siete años y gané cuatro ‘scudettos’ y dos Copas. Fue una etapa inolvidable”, asegura. Después de alzar con Ilunion una Copa del Rey, fue una pieza clave en el título de División de Honor que se llevó Bilbao en 2021. “Otro reto cumplido. Ganar la liga más fuerte y hacerlo en un club modesto tiene un enorme mérito”, dice. Ávido de nuevas experiencias, fichó por el Thuringia, en el que lleva tres cursos, erigiéndose en uno de los mejores cañoneros del país germano.
“He encontrado el sitio ideal para crecer, he mejorado a nivel físico, he aprendido otro estilo de juego más dinámico que me ayuda a ser más eficiente, y sé cuidar mi mente y mi cuerpo para rendir al máximo nivel. Aunque estoy bien aquí, no soy de echar raíces en ningún sitio, así que no cierro puertas ni descarto jugar en algún lugar exótico”, subraya. A Ruiz le acompaña un aura especial, ya que al equipo que va, trofeo que consigue. Es el único jugador del mundo que ha conquistado las tres ligas más potentes del Viejo Continente: España, Italia y Alemania. “Es un premio a la constancia, un reflejo del trabajo diario. He aprendido de algunos de los mejores de la historia y he absorbido distintas culturas baloncestísticas, algo que me ha hecho ser más competitivo y más completo”, comenta.
“Es uno de los jugadores más profesionales que he tenido, con dedicación exclusiva al baloncesto, de estar en el mejor estado de forma para desempeñar su trabajo. Es metódico, cuida su alimentación y las horas de descanso, se preocupa por cómo mejorar su juego y entenderlo para ser mejor. Su nivel de exigencia es muy alto, es de carácter fuerte y odia perder. Eso a veces genera una imagen de tipo agresivo o duro, porque siempre tiene entre ceja y ceja el objetivo de la victoria”, dice de él Abraham Carrión, seleccionador español.
Con España suma casi 150 internacionalidades desde su estreno en un torneo amistoso en Roma en 2011 y ha ganado tres medallas en europeos -bronce en Frankfurt 2013 y platas en Walbrzych 2019 y Rotterdam 2023- y una plata en los Juegos Paralímpicos de Río 2016. “Nadie apostaba por nosotros y llegamos a la final. Es un recuerdo imborrable, hicimos historia en Brasil”, añade. Al base barcelonés tampoco se le olvida el varapalo del cuarto puesto de Tokio 2020: “Todavía no se me ha pasado el cabreo. Fue un verano durísimo por la preparación que llevábamos, creíamos que era posible el oro y quedarnos fuera del podio empañó todo ese trabajo. En París esperamos quitarnos esa espinita clavada”.
La clasificación para los Juegos de la capital francesa ha sido la más compleja ya que solo había ocho plazas. Y España amarró una al llevarse la plata en el Europeo de Rotterdam el año pasado. “Veníamos de una situación desfavorable, hicimos un mal campeonato continental en Madrid en 2021 y no nos clasificamos para el Mundial, fue un varapalo, pero pasamos página. Había potencial para estar arriba otra vez y clasificarnos para París fue un balón de oxígeno importante, volvemos a creer en nosotros”, confiesa. Afronta sus terceros Juegos con más madurez y dispuesto a desplegar su dinamismo, velocidad con la silla, capacidad para dirigir al equipo y dinamita en ataque.
El catalán, jugador bravo, tirador puro y una amenaza desde el perímetro por su puntería, jamás se arruga ni le tiembla el pulso. “El balón no me quema, me gusta asumir responsabilidades en los momentos calientes del partido. Cada uno tiene su rol y estoy preparado para aportar lo que necesite el equipo. Formamos un bloque muy completo, todos nos sabemos retroalimentar en la pista, somos más peligrosos, más fuertes física y mentalmente, y contamos con una defensa sólida y con gente determinante”, analiza.
España se medirá en el grupo B a Estados Unidos, Países Bajos y Australia. “Gran Bretaña y Estados Unidos, a priori, son los favoritos, pero con nuestras armas podemos hacerles daño y ganar a cualquier rival. Cada vez que pisamos la cancha es para aspirar a lo máximo, no firmamos nada que no sea el oro, aunque si las cosas no salen y llega una plata o un bronce, bienvenido será, sobre todo, tras el sabor amargo que nos dejó Tokio. Pero somos ambiciosos, está en nuestro ADN, queremos ganar el oro paralímpico, sería el broche perfecto de esta generación”, sentencia Jordi Ruiz.
JORDI RUIZ
Jordi Ruiz Jordán (Barcelona, 1990). Baloncesto. Plata paralímpica en Río de Janeiro 2016. Subcampeón de Europa en 2019 y en 2023. Primer jugador en la historia en ganar las ligas de España, Italia y Alemania, las más potentes de Europa. Disputa sus terceros Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Trabajador, sacrificado y apasionado.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
Además del hambre de ganar -ríe-, suelo llevar café.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
Los idiomas. Hablo castellano, catalán, alemán, italiano e inglés.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Teletransportarme.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
No tengo miedo a nada en particular.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
Un buen plato de pasta.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A casa, a Cataluña, y estando cerca del mar.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
Una pelota de basket seguro que no -ríe-. Me llevaría comida.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un animal que volase.
10.- Una canción y un libro o película.
‘La Bamba’, de Ritchie Valens.