Jordi Ruiz, un tirador por decreto, dinamita para la selección

El jugador egarense, uno de los artilleros del baloncesto español en silla de ruedas, espera aportar su máximo nivel a España para pelear por una medalla en los Juegos Paralímpicos de Tokio.

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Jordi Ruiz en un partido con la selección española de baloncesto en silla. Fuente: CPE

En las sesiones de tiro Jordi Ruiz muestra toda su brillantez. Con movimientos mecánicos, calcados y mil veces repetidos, pide una y otra vez la pelota, arma el brazo y suelta un latigazo. El silencio se rompe con el balón golpeando el tablero o con el sonido del ‘chof’ al acariciar la red. Cuando entra en comunión con el aro es un jugador imparable. El catalán se ha convertido en uno de los mejores artilleros del baloncesto en silla de ruedas, pieza clave en los éxitos de los clubes en los que ha militado y de la selección española, con la que volverá a competir en unos Juegos Paralímpicos. Ya ganó una plata en Río 2016 y quiere otra medalla en Tokio.

Un accidente de moto con 16 años varió su ruta en la vida, que siempre giró en torno al deporte. El fútbol era su pasión y hasta ese día defendía la portería del Jabac-Can Jofresa de Terrassa, donde llegó a compartir algún entrenamiento con Sergio Busquets. “Era más mayor que yo y ya destacaba por entonces. También coincidí con Álex Sánchez, que jugó un Mundial sub 20 y me enfrenté a futbolistas como Bojan Krkic, Fran Mérida o Iago Falqué. Me faltaba altura, pero tenía reflejos felinos y jugaba muy bien con los pies”, cuenta.

Sus piernas quedaron inmovilizadas en aquel accidente de tráfico. Con optimismo y con una madurez impropia para un chico de su edad afrontó el nuevo escenario. “Me dejó una lesión medular, pero era joven, tenía toda la vida por delante, no iba a hundirme, estaba vivo y tenía que aprovecharlo. Lo encaré con positividad y con lucha para convertir esa discapacidad en una oportunidad, que fue ser deportista de élite, algo con lo que siempre soñé”, asegura. Durante su estancia en el Institut Guttmann recibió el empujón más grande para perseguir ese sueño: practicar baloncesto en silla de ruedas.

Cuando era niño pasaba horas con los amigos en una cancha de asfalto con tableros mordidos en Terrassa. Allí empezó a forjar su finísima muñeca con la que luego sedujo a algunos de los mejores equipos de España y de Italia. Su descubridor fue Óscar Trigo, actual seleccionador español, que quedó prendado de la habilidad de aquel joven para tirar. “Jugar al basket era la mejor noticia que podía pasarme. Aun llevaba el corsé que sujetaba mi columna y él me sentó en una silla y me invitó a acudir cada tarde a entrenar. Ese fue el primer síntoma de que podía llevar una vida normal, el mayor impulso para seguir queriendo ir a unos Juegos”, comenta.

Títulos en Italia y en España

Fue un proceso acelerado para el egarense, que empezó jugando en el CEM L’Hospitalet cedido por el FC Barcelona. Un año y medio después de quedarse parapléjico formó parte de la selección sub 22 que ganó el Europeo en 2008 en Adana (Turquía) y luego sumó una plata en el Mundial sub 23 en París 2009. Con perseverancia, esfuerzo y dedicación fue dejando su huella en varios clubes. Tras jugar en Bilbao y en el Amivel Málaga hizo las maletas para asentarse en Italia. Primero en el Padova Millenium BK y luego en el Briantea84 Cantú, con el que levantó tres ‘Scudettos’ y dos Copas.

“Para mí era un objetivo personal y un sueño estar en la liga italiana, que por entonces era la más potente del mundo. Cantú era un pueblo que desprendía un aroma especial, en el que se vive el puro basket. Fue una etapa inolvidable”, recuerda. Dio el salto al CD Ilunion, con el que ganó una Copa del Rey en su único año, pero de nuevo regresó a territorio transalpino para llevar al Santo Stefano Sport a lograr una Liga y ser uno de los mejores francotiradores del campeonato. Tras la pandemia de la Covid-19 firmó por el Bidaideak Bilbao, siendo pieza clave este curso en la conquista del primer título liguero en la historia del conjunto vasco.

“Otro reto cumplido. Ganar la liga española, que desde hace unos años es la más fuerte y hacerlo en un club modesto tiene un enorme mérito. Ha sido un año duro, con muchas dificultades, pero supimos mantenernos unidos en cada batalla”, recalca. A Ruiz parece acompañarle un aura especial, porque equipo al que va, trofeo que se lleva. “No me gusta alabarme, he aprendido de los mejores del mundo y he absorbido distintas culturas baloncestísticas, algo que me ha hecho ser un jugador competitivo y con ganas de querer mejorar cada día. Aún no he llegado a mi techo, si tengo salud puedo seguir dando saltos de calidad”, comenta.

Dos medallas europeas y una plata paralímpica

El base de 30 años es dinamita en ataque, un tipo que respira canastas y al que nunca le quema el balón. Su dinamismo, velocidad con la silla, fiabilidad en el lanzamiento, implicación en defensa y capacidad para dirigir y asociarse con sus compañeros le hacen imprescindible en la selección española. Suma 125 internacionales desde su estreno en un torneo amistoso en Roma en 2011. Y cuenta con un cuarto puesto en el Mundial de Corea 2014 -la mejor posición de España-, dos medallas en europeos -bronce en Frankfurt 2013 y plata en Polonia 2019- y la plata en los Juegos Paralímpicos de Río.

“Nadie apostaba por nosotros y tumbamos a algunos de los favoritos. No se me olvidará el partido de cuartos de final ante Alemania o las semifinales con Gran Bretaña. Aunque lo más especial fue el desfile en la ceremonia de inauguración en el emblemático estadio de Maracaná. Nací en Terrassa, la ciudad del mundo que más deportistas olímpicos ha aportado, así que desde pequeño he vivido ese espíritu de unos Juegos”, subraya. En Tokio vivirá su segunda experiencia paralímpica: “Estar entre los 12 seleccionados es un orgullo tremendo, significa que hago bien mi trabajo. Lo afronto con más madurez tanto deportiva como personal. Cada uno tiene su rol, espero adaptarme a lo que necesite el equipo y competir a mi mejor nivel para ayudar a estar en el podio”.

España ha quedado encuadrada en el grupo A con Canadá, Corea, Turquía, Japón y Colombia. “En el B están los primeros cuatro clasificados del último Mundial, Gran Bretaña, Estados Unidos, Australia e Irán, pero en una competición como esta cualquiera en nuestro grupo nos puede ganar. Nosotros hemos crecido física y mentalmente, ahora somos más peligrosos. Tenemos una buena defensa y jugadores muy altos, con gente determinante como Asier García o Álex Zarzuela, contamos con el bloque más completo de los últimos años, nos sabemos retroalimentar en la pista”, analiza.

Conscientes del desafío al que se enfrentan, Ruiz tiene claro que van a por el oro: “Somos ambiciosos, está en nuestro ADN. En el vestuario sabemos que si hacemos las cosas bien podemos competirles a todos y ganar a cualquiera. El camino ha sido difícil por la pandemia, pero en la selección somos una gran familia, la gente está muy unida y más preparada que nunca. Estos Juegos serán diferentes a los de Río porque estaremos encerrados y sin poder salir, así que el que mejor se adapte y tenga más resiliencia conseguirá subir a lo más alto”.

TEST TOKIO 2020. Conociendo a Jordi Ruiz

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