Patinar sobre hielo, correr por la montaña solo, pasear en bicicleta o practicar deportes en equipo con un balón eran algunas de las actividades que se propuso hacer José Ramón Cantero y que poco a poco fue tachando de su lista antes de que la oscuridad se instalase en sus ojos. No fue un mazazo ni nada traumático, desde pequeño tenía claro que, tarde o temprano, la ceguera llegaría a su vida. Su caso fue un lento crepúsculo que duró hasta los 23 años, cuando un doble desprendimiento de retina hizo que perdiese la poca visión que tenía. Luchador, obstinado y currante, en la piscina siempre ve destellos de esperanza, a base de brazadas ha superado cualquier adversidad.
Con trabajo ingente, constancia y fuerza de voluntad ha derribado muros hasta llegar a la élite de la natación. Para ello ha tenido que recorrer un camino azaroso lleno de socavones. Sortear obstáculos lo lleva haciendo desde que nació, cuando un problema en el parto y la falta de oxígeno le afectaron a la vista. Con dos días de vida fue operado para recuperar un 5% de visión, algo que mantuvo a duras penas después de pasar hasta 40 veces por el quirófano. “Me considero afortunado porque podría haberme afectado otro órgano, así que no lo considero tan grave. No ver no me limita, puedo hacer cualquier cosa. La única pena, no poder conducir”, dice riendo.
Cuando la luz de sus ojos se fue apagando, el madrileño continuó sonriéndole a la vida y el agua fue su refugio, la que le devolvió la libertad. “En casa nunca me victimizaron, mis padres me trataron igual que a mis tres hermanos mayores. De pequeño era muy hiperactivo, jugaba al fútbol, a pesar del riesgo de sufrir un pelotazo en el ojo y perder la poca vista que tenía; probé atletismo en el colegio y gané alguna carrera interescolar, y también hice ciclismo en tándem por mi pueblo, Moncalvillo de Huete (Cuenca). Pero lo que me atrapó fue la natación. La piscina era el único lugar en el que no me decían ‘Cuidado que te vas a caer o golpear’. Ahí no tengo límites”, asevera.
Su madre lo apuntó a cursillos con seis años para que aprendiese a nadar y, desde entonces, su piel siempre ha estado en contacto con el cloro. Con 10 años llegó al AD Móstoles, siendo moldeado por los hermanos Mayka y Miguel Ángel Moreno. Dio el estirón compitiendo en pruebas convencionales ante rivales sin discapacidad y su bautismo internacional en natación adaptada llegó en el mejor escenario posible, los Juegos Paralímpicos. Se había clasificado para el Europeo de 2011, pero no pudo acudir por una operación. Así que el debut fue en Londres 2012, con 19 años. “Por la puerta grande y sin ninguna experiencia, estaba acojonado -ríe-. Recuerdo que mi prueba, 400 libre, era la primera de toda la competición y estando en la cámara de salidas escuché tal estruendo en las gradas, con 17.000 personas, que me puse blanco. Quedé décimo”, relata.
En los años siguientes sufrió un estancamiento de resultados por los problemas visuales y un cambio de categoría que le impidieron rendir a su máximo nivel. “No me salieron las cosas y para ir a los Juegos de Río de Janeiro 2016 tenía que hacer la mínima en 50 libre, una prueba de velocidad que para mí suponía un cambio drástico, así que no me clasifiqué. Poco después perdí la vista totalmente con ese desprendimiento de retina”, cuenta Cantero, un tipo inquieto y curioso que aprovechó esos años para estudiar Periodismo y también ruso, idioma por el que sintió un flechazo a través de la cultura y de la literatura con maestros como León Tolstói, Fiódor Dostoyevski y Antón Chéjov.
“Aún estoy aprendiendo, pero lo voy dominando. Es una herramienta más que me ayuda a la hora de enfrentarme en la piscina a mis rivales rusos, bielorrusos, ucranianos, kazajos o uzbekos, que se sorprenden cuando les hablo en su idioma”, reconoce el madrileño, que rechaza el veto a los deportistas de Rusia en pruebas internacionales: “Sancionar a alguien sin competir por lo que haga su gobierno es injusto. España estuvo involucrada en la guerra de Irak y a mí no me habría gustado que no me dejasen nadar por ello. O Israel, que ha masacrado al pueblo palestino, a sus deportistas no les han sancionado. El deporte debe hacernos más iguales, pero por desgracia, la política lo envuelve todo”.
Precisamente, en política también anda metido, ya que saca tiempo para ejercer de coordinador de Izquierda Unida en Móstoles. “En casa siempre se habló de temas políticos. Mi abuelo estuvo tres años en la cárcel durante la dictadura franquista, otros familiares fueron represaliados de la Guerra Civil y mi padre fue sindicalista y luchó por los derechos de los trabajadores. No cobro ni un euro, lo hago por principios y convicción. Me gusta defender la educación y la sanidad pública, aportar mi granito de arena para mejorar la vida de la gente”, apunta. Eso sí, está centrado al 100% en la natación.
En 2019, después de nueve años sin disputar un gran campeonato internacional, llegó su eclosión al colarse en cuatro finales en el Mundial de Londres, en la misma piscina en la que se presentó en la élite. Volvía así a la senda de los buenos resultados. Se puso en manos de Santiago Márquez en el CAR de Madrid y mudó la piel para alcanzar sus mayores logros. “El cambio de entrenador fue clave, mejoré en muchos aspectos técnicos de salida o viraje, buscando la calidad por encima de la cantidad”, comenta. En el Europeo de Funchal de 2021 ganó dos platas en 100 mariposa y en relevos, pero se quedó sin mínima para los Juegos de Tokio por 29 centésimas en 400 libre S11.
“Me había pasado de todo ese año, me contagié de Covid-19; en un campeonato algo me sentó mal en el estómago y no pude luchar por las mínimas; y en ese Europeo, en la noche anterior a mi prueba no pude dormir porque mi entrenador tenía coronavirus y al ser un contacto directo no sabía si me dejarían participar, por lo que al final me salió mal. Fue un milagro ir a los Juegos”, recalca. De hecho, ya tenía las maletas preparadas para pasar las vacaciones en su pueblo cuando el seleccionador español, José Luis Vaquero, le telefoneó para comunicarle que viajaba a Tokio por un reajuste de plazas. Consiguió dos diplomas.
En el camino hacia París no ha tenido sobresaltos y ha podido desplegar su talento para alcanzar los mayores lauros de su carrera: dos platas mundiales en relevos tanto en Madeira 2022 como en Manchester 2023. “En Portugal quedé quinto en 50 libre, todavía me dura la rabia porque tenía que haber ganado una medalla, se me escapó. Esas cuatro platas son un sueño cumplido”, afirma. Con 31 años recién cumplidos se encuentra en una fase ya mucho más madura de su trayectoria deportiva tras completar un duro proceso de adaptación a la categoría S11 para ciegos totales.
“Tuve que aprender a nadar con gafas opacas, sin ver nada, así como controlar las corcheras, que son nuestra referencia, la voy tocando durante el recobro para saber dónde estoy situado y no hacer metros de más para no perder tiempo. Otro cambio radical es nadar con paleros, las personas que te dan un toque en un punto exacto cuando te acercas toda velocidad a la pared para hacer un buen viraje y no choques. Eso se entrena cada día y debes tener confianza en ellos para competir mejor. Santi y Lucía González son los míos, mis guías. Sin embargo, desde la Federación Española de Deportes para Ciegos y el Comité Paralímpico Español no les dan la importancia que tienen, y en ocasiones no van convocados y te asignan el que quieren. Participar con un palero distinto hace que exista el riesgo de tirar la prueba a la basura, me ha pasado alguna vez”, lamenta.
Con espíritu competitivo, serenidad y saboreando más cada brazada, Cantero desafía a los Juegos de París, donde aspira a firmar su mejor papel en una cita paralímpica. El pasado mes de abril confirmó su buen momento en el Europeo de Madeira con un cuarto, un quinto y tres sextos puestos. “A Londres fui a aprender, en Tokio no me dio tiempo a mentalizarme porque me los encontré por sorpresa, pero a París voy con el objetivo de sacar buenos resultados y bajar marcas. En mis pruebas individuales las medallas están carísimas, el nivel ha subido y para entrar en finales no podré reservarme nada en las clasificatorias. Nadaré el 50 libre, que es una prueba loca y puede pasar cualquier cosa. También los 200 estilos, los 400 libre y quizás los 100 braza”, anuncia.
Su gran apuesta está en el relevo 4×100 libre mixto 49 puntos, vigente subcampeón del mundo. Junto a él estaría María Delgado y pugnan por las otras dos plazas Iván Salguero, Kike Alhambra, Álex Villarejo, Emma Feliu y Marian Polo. “Tenemos mucho potencial y estamos en buenas manos. Trataré de aportar mi granito de arena en la primera posta para dejar al equipo lo más arriba posible. Le ganamos a Ucrania en el Mundial, que sacó a su mejor relevo posible, y eso nos dio un plus de confianza. Y estamos más cerca de Brasil, los favoritos al oro. Puede ser una de las pruebas más espectaculares de estos Juegos. Vamos con todo, saldremos a morder porque queremos la medalla, que supondría para mí la recompensa a todos estos años de trabajo”, finaliza.
JOSÉ RAMÓN CANTERO
José Ramón Cantero Elvira (Madrid, 1993). Natación. Subcampeón del mundo en relevos 4×100 libre mixto y medallista europeo. En París disputa sus terceros Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Constante, luchador y cabezota.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
El teclado para escribir con el móvil y el ordenador.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
Hablo ruso. Y quizás, también lo positivo y optimista que soy, siempre le veo el lado bueno a las cosas.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Mejorar el mundo que tenemos.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
Tengo miedo a perder a mis seres queridos.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
El arroz a la cubana.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A mi pueblo, Moncalvillo de Huete (Cuenca).
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
A mi novia, Lucía.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un león.
10.- Una canción y un libro o película.
‘Nuestra nación’, de La Raíz. Un libro, ‘Juego de Tronos’, de George R.R. Martin.