La camaleónica Pepi Benítez, dinamita y entereza a bordo del cuatro con timonel

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Aquel verano de 1984, los Juegos Olímpicos de Los Ángeles sonaban a todo volumen en la televisión de Pepi Benítez. Le gustaba ver cualquier deporte que retransmitían, pero quedó cautivada por la armonía y la sincronización de movimientos de las regatas de remo. Ella quería estar ahí. Y aquella adolescente lo consiguió. Lo hizo mucho tiempo después, tras destacar antes en otras modalidades como esgrima, atletismo y ciclismo. Su camino ha sido una reconstrucción permanente en el deporte con la bravura y la versatilidad que le caracterizan. A punto de cumplir 55 años, se ha convertido en una remera de gran nervio competitivo, entereza y con dinamita en las piernas. Se estrenó en Tokio 2020 y ahora repite en París 2024 como una de las tripulantes del bote español cuatro con timonel.

Es su cuarta cita paralímpica, la segunda en remo. Ya estuvo como ciclista en Londres 2012 -ganó una plata- y en Río de Janeiro 2016. Es camaleónica, se adapta a cualquier situación, nada se le resiste. El deporte es su filosofía de vida y no sabe dar un no por respuesta cuando le presentan un reto, aunque sea una neófita en la materia, ella se lanza. “Esto es una adicción, una pasión, me apunto a un bombardeo -ríe-. Mi marido no para de preguntarme que cuándo voy a retirarme, pero me siento viva y fuerte, la edad no es más que un número y seguiré hasta que el cuerpo diga basta”, recalca. A lo largo de su carrera ha tenido que reinventarse varias veces, pero nunca ha claudicado. Con el remo reflotó otra vez ese gen competitivo que lleva en su ADN.

“Desde niña he sido muy luchadora para sobrevivir y superar los obstáculos que me he encontrado debido a mi discapacidad visual. Con constancia y dedicación jamás me he rendido, ni siquiera cuando un desafío parece imposible”, confiesa. El primero al que se enfrentó fue en su infancia. Le diagnosticaron cataratas congénitas en sus primeros años de estudios en un colegio católico, donde se lo hicieron pasar mal. “Llevaba gafas lupa, pero aun así no veía bien las letras y pensaban que no quería aprender la lección. Las monjas me zarandeaban y me castigaban en una habitación oscura o permaneciendo de pie con los brazos en cruz. Hasta que una profesora se dio cuenta de mi problema”, relata.

Pepi Benítez junto a la piloto Mayalen Noriega en los Juegos de Londres 2012, donde ganó una plata como ciclista. Foto: CPE

De joven era insegura y tímida, también “algo patosa por culpa de la falta de visión”. El deporte era su refugio, le permitía desconectar. Practicó kárate con uno de sus hermanos, pero lo tuvo que dejar porque “en los combates me llovían hostias por todos lados al ser lenta de reflejos”, admite riendo. Empuñó un florete y encajó en la esgrima, ganando un bronce en un Campeonato de España absoluto. “No veía la hoja del arma, pero lo suplía con mi fuerza y velocidad. Era bastante buena e incluso llegué a entrenar en el CAR de San Cugat con el equipo olímpico español que participó en Barcelona 1992. Lo dejé porque mi visión empeoró”, comenta. Sufrió un desprendimiento de retina con agujero macular en su ojo dominante y pasó a ver solo sombras.

Se calzó las zapatillas de correr y disputó pruebas nacionales de atletismo en 800 y en 1.500 metros, pero también lo aparcó cuando se quedó embarazada. Volvió en 2011 para participar en carreras populares y, en una de ellas, en la Behobia-San Sebastián, el que fuese entrenador de ciclismo de la ONCE en Barcelona, Joan Artero, le instó a montar en un tándem. “Me dijo que tenía capacidad de sufrimiento. Y como soy impulsiva por naturaleza, no me lo pensé”, recuerda. Rompió el cascarón con Mayalen Noriega de piloto en el velódromo de Horta y necesitó menos de un año moviendo vatios para presentarse en los Juegos Paralímpicos de Londres 2012 y conquistar la plata en la ruta. “Fue bestial lo que hicimos con tan poco tiempo de preparación. Es algo que jamás olvidaré”, agrega.

Continuó ganando medallas internacionales, entre ellas, dos bronces mundiales. Y en los Juegos de Río de Janeiro 2016, acompañada por Beatriu Gómez, se llevó un diploma. Unos meses más tarde se chafó las vértebras L1 y L5 tras una caída y estuvo alejada de la competición durante dos temporadas. “No podía dar ni dos pasos, tras un largo periodo de rehabilitación, seguía con molestias en la ciática. Al final, un médico lo solucionó con una operación”, relata. Pepi resurgió, pero en la selección española no contaban con ella. Sin embargo, armada de ímpetu y orgullo se proclamó campeona de España en pista en 2019 con Melisa Gómiz como piloto, frente a ‘Kuki’ López y Mayalen Noriega, las favoritas y por las que apostó el seleccionador. “Me dio pena que no me dieran otra oportunidad, nadie me ayudó y acabé desilusionada”, lamenta.

Ávida de nuevas emociones, en 2020 se embarcó en otra aventura, en ese deporte que con 14 años le había seducido, pero que hasta entonces nunca había probado. “Cuando fluyo en el agua y el bote se desliza me da mucha paz, es música, armonía, una sensación única”, asegura. Se presentó en las instalaciones del Real Club Marítimo de Barcelona con las ideas claras y ambición: “Les dije que nunca había remado y que quería ir a unos Juegos. Claro, fliparon, me miraron como si estuviese loca -ríe-. Pero me abrieron las puertas y me ayudaron. Al principio era desesperante, iba tensa, descoordinada y acababa los entrenos empapada porque no sabía mover la pala. Alberto Díaz, el chico que me enseñó, tuvo una paciencia infinita, le debo mucho. El año pasado fuimos campeones de España en doble scull mixto”.

El cuatro con timonel español: Leonor García, Pepi Benítez, Vero Rodríguez, Saúl Peña y Daniel Díaz. Foto: Federemo

La catalana progresó a fuego lento, con grandes dosis de entrenamiento basados en la resistencia, la disciplina y el trabajo continuo. Se hizo un hueco en el cuatro con timonel, barco que logró una hazaña al clasificarse para los Juegos de Tokio 2020 a pesar de su bisoñez. “Era un proyecto creado a largo plazo, pero dimos la sorpresa. La cita de Japón fue descafeinada, nos dejó un sabor agridulce por la pandemia, encerrados, sin poder vivir la ceremonia de apertura, sin público. No sé si serán mis últimos, pero en París vamos a disfrutar unos Juegos reales, como fueron los de Londres y los de Río de Janeiro”, apunta.

Picando piedra y extrayendo motivación de los momentos duros, Pepi ha conseguido dar un salto de calidad, ha mejorado en la técnica, cada vez es más ágil de manos y potente de piernas. “Soy una hormiga trabajadora. Me queda mucho por aprender, un remero no se hace de la noche a la mañana, requiere años, pero voy por el buen camino”, añade. En este ciclo ha tenido que remar contra viento y marea, han sido tres años de incertidumbres. “El proyecto peligró por falta de deportistas para el bote, al final esto nos cuesta dinero, no tenemos ayudas o becas económicas, lo hacemos por pasión. Ha sido un camino lleno de espinas. Vero Rodríguez y yo aguantamos, tuvimos fe y, por suerte, llegaron nuevos entrenadores y dos compañeros para formar la embarcación”, explica. Un reflejo más de la capacidad que tiene para sobreponerse, una y otra vez, a las dificultades que se le presentan.

El cuatro con timonel regresó a la competición en el Mundial de Belgrado (Serbia) de 2023, quedando noveno. En el Europeo de Szeged (Hungría) el pasado mes de abril fue cuarto. Y en la crucial regata de Lucerna (Suiza) quedó tercero, resultado que le permitía lograr una invitación para los Juegos Paralímpicos de París. “Solo habíamos completado una semana de entrenamientos juntos y peleamos con rivales fuertes como Italia o Brasil, que en anteriores ocasiones nos sacaban muchísima ventaja, ahora ya no. Nos sentimos orgullosos porque es complicado medirnos a países tan potentes que se dedican profesionalmente al remo, ellos invierten y tienen más recursos, pero es lo que hay”, argumenta.

Además de Pepi, el barco español lo componen la asturiana Vero Rodríguez, “una chica alegre, mi complemento perfecto, aporta confianza y seguridad al grupo”; el cántabro Saúl Peña, “es un guerrero que destaca por su fuerza”; Daniel Díaz, el último en incorporarse, “es liderazgo y experiencia”; y Leonor García en el timonel, “una joven que desempeña bien su rol y sabe motivarnos en cada metro”. Para la barcelonesa, estar en el Estadio Náutico Vaires-sur-Marne “es otro regalo que me ha dado la vida, espero saborear cada palada y momento en París. Tenemos margen de mejora, técnicamente nos faltan kilómetros y perfilar detalles, pero queremos luchar por meternos en la final A, es difícil, vamos a dejarnos el alma y hacerlo lo mejor posible”.

Pepi Benítez disputará en París sus cuartos Juegos Paralímpicos, sus segundos en remo.

PEPI BENÍTEZ

Josefa Benítez Guzmán (Barcelona, 1969). Remo. Plata en la prueba de ciclismo en ruta en Londres 2012. Medallista mundial como ciclista. En París disputará sus cuartos Juegos Paralímpicos.

1.- Defínase con tres adjetivos.

Perseverante, soñadora y exigente.

2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?

Unos auriculares porque me gusta escuchar música para aislarme.

3.- ¿Tiene algún talento oculto?

Diría que el deporte es mi único talento en sí -ríe-.

4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?

Ser invisible.

5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?

A nada.

6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?

Unos huevos fritos con patatas.

7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?

A la playa o a la montaña para ver un amanecer o un atardecer.

8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?

El móvil y un cargador solar -ríe-.

9.- ¿En qué animal se reencarnaría?

En una pantera.

10.- Una canción y un libro o película.

‘Mamma mia’, de ABBA. Y libro, ‘El niño con el pijama de rayas’, de John Boyne.

 

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