“Eres más valiente de lo que crees, más fuerte de lo que pareces y más inteligente de lo que piensas”. Esa frase la lee cada día Begoña Garrido, una guerrera de acero que jamás se rinde ante la adversidad. Rozó la clasificación para los Juegos Paralímpicos de Tokio, pero aquello no le restó ni un ápice su ilusión por blandir la espada y el sable, armas con las que se ha convertido en una ‘mosquetera’ que rezuma vitalidad y una capacidad muy alta de sacrificio y trabajo. Más motivada que nunca y a punto de cumplir 61 años, ya piensa en París 2024.
A la esgrima española en silla de ruedas se le resiste su presencia en unos Juegos. El último en conseguirlo fue el malagueño Carlos Soler en Londres 2012. Desde entonces, la que más cerca lo ha tenido ha sido la bilbaína, que se quedó a las puertas de la cita en la capital japonesa. “El viaje fue muy bonito, aunque no pude llegar al destino deseado. Cuando me comunicaron que no iba, el cabreo me duró un día, no estaba para mí y no le di más vueltas. Estoy orgullosa porque luché hasta el final, no me reprocho nada ya que hice todo por estar allí”, recalca.
La publicación de la IWAS (Internacional Wheelchair & Amputee Sports Federation) de las esgrimistas seleccionadas para Tokio 2020 fue un jarro de agua fría ya que Garrido estuvo toda la temporada entre las 18 mejores del ranking mundial de la clasificación combinada de espada y sable, además de entre las 25 preseleccionadas para los Juegos. Pero los criterios de cuotas continentales le perjudicaron: “Me quedé fuera, mientras gente de América y Asia con peor posición que la mía sí acudió. A mí me lastró por competir en Europa, donde somos muchas y muy buenas”.
Sin tiempo para lamentaciones, la tiradora vasca hizo borrón y cuenta nueva. Terca y perseverante, sabe que su nivel está para hacer algo grande, aunque también es consciente de que debe dar un salto más en la élite. “Soy una peleona y sirvo para este deporte, siempre busco una salida y soluciones ante cualquier problema. Queremos quitarnos la espinita y competir en los próximos Juegos, pero para ello hay que subir peldaños en el ranking”, subraya.
Para este ciclo ha decidido cambiar de aires y se ha enrolado en el Club Cid Campeador de Burgos, al que acude dos veces a la semana en coche desde Valladolid, donde reside. Allí entrena los lunes y viernes, casi 12 horas de trabajo, bajo el paraguas de Roberto Codón. “Estoy muy feliz con el nuevo proyecto, llevo dos meses y están apareciendo los resultados. Mi maestro es una persona muy dinámica, que controla las tres armas y siempre está innovando. Nos hemos compenetrado muy bien, le gusta competir y tiene la misma forma de pensar que mi anterior entrenador, Xosé Piñeiro, y que el seleccionador nacional, Carlos Soler”, cuenta.
Cada temporada va a más, desde su bautismo la espada forma parte de su brazo y su muñeca se mueve veloz, firme y certera. Apenas había comenzado a foguearse y debutó en un torneo nacional con un par de medallas. En estos años ha sido habitual verla subir al podio en campeonatos de España. “No es fácil porque hasta hace poco era la única mujer y tenía que medirme a mis compañeros, que tienen mayor fuerza muscular”, añade. A nivel internacional ha disputado numerosas pruebas de Copa del Mundo, fue 12ª en el Europeo de Italia en 2018 y 18ª en el Mundial de Corea en 2019.
“Ahora entiendo mejor la esgrima, he aprendido a leer al adversario, a parar las estocadas, tengo más empuje y he corregido mi impaciencia, antes regalaba puntos por eso y ya sé esperar. También sé sacar el brazo antes que el cuerpo para llegar al contrario más rápido, ya no muevo tanto el arma como si fuese una pandereta y he ganado en seguridad. Juego con la sensatez, tengo mucha destreza, soy ágil y explosiva”, asegura.
A la bilbaína le ha venido muy bien la llegada a la esgrima adaptada de la gallega Judith Rodríguez. “Nos ayudamos mucho y nos retroalimentamos, estoy segura de que vamos a crecer ambas. Es una pena que solo seamos dos mujeres, por ello estamos tratando de promocionar más este deporte para que haya más chicas. Necesitamos a una compañera más para poder competir por equipos a nivel internacional, ojalá alguna quiera seguir nuestros pasos”, dice.
De momento, arranca una nueva temporada “con una ilusión tremenda”. La Copa del Mundo de Pisa (Italia) será la primera parada: “Tengo muchas ganas de empezar, quiero dar un salto y estar entre las mejores. Sé que puedo dar alguna sorpresa, si hago una buena pool y tengo un cruce asequible, puedo meterme en el tablón de 16 en espada. Hay que puntuar en cada prueba para estar lo más arriba posible en el ranking, porque quiero clasificarme para París 2024 por méritos propios. Confío en cumplir ese sueño”.