Un torrente de emociones les envolvió cuando sonaba el himno nacional. Sus rostros dibujaban una sonrisa electrizante, estaban ante un momento inédito, histórico. Un puñado de entusiastas e ilusionados jugadores protagonizaron en el Palacio de Deportes de León el bautismo de los ‘hispanos’ del balonmano en silla de ruedas. Por primera vez, la selección española de esta modalidad disputaba un partido internacional, que supone un aldabonazo para el desarrollo de este proyecto.
En la pista, un duelo ibérico, España frente a Portugal, la vigente campeona de Europa. El resultado era lo de menos (10-26), lo importante era la puesta en escena del combinado español, que no se arrugó ante un rival de enjundia pese a su bisoñez y dejó buenas sensaciones. El nombre de Emilio Sopeña quedará grabado para siempre por ser el autor del primer gol. Al igual que los de Richi Alonso, Israel Blanco, Francisco del Pino, Pablo González, Mariano Ayala, David Martínez, Fernando Ricaldi, Javier Calleja, Francisco Cazurro, Lucía Martín, Cristina Martín, José María Bazán y Óscar Perales.
Este último fue una de las perlas que Manolo Cadenas descubrió y pulió hasta llevar a la élite del balonmano nacional. El cántabro paseó durante varios años su talento, descaro y desequilibrio por las mejores canchas de la Liga Asobal con el Ademar León y el BM Valladolid, con los que conquistó dos títulos de la Recopa de Europa, y también vistió en 16 ocasiones la elástica de la selección española absoluta, participando en el Mundial de 2009. Hasta que en 2011 su carrera deportiva se truncó por una grave lesión que se cebó con su rodilla. Una década después vuelve a disfrutar de su pasión, aunque desde otra perspectiva.
“Cuando tuve que retirarme nunca pensé que volvería a jugar. Desde una silla es completamente diferente, pero me enganchó, es muy dinámico, cada jugador tiene su rol, debes coordinarte con los compañeros para hacer goles, se asemeja mucho al balonmano de a pie. Animo a toda persona que tiene una enfermedad y que haya sufrido una lesión o amputación por un accidente, que venga a probarlo. Esto es una vía de escape para salir de esa rutina y nueva vida con la que nos ha tocado lidiar”, explica.
Perales fundó en 2017 Inclusport Castilla y León, una asociación que trabaja por la inclusión de grupos sociales a través del deporte. Y ahí introdujo el balonmano en silla. “Nuestra andadura es muy corta, apenas llevamos un par de años jugando entre nosotros y aprendiendo a través de vídeos en Internet, sobre todo, de equipos de Latinoamérica, donde se juega desde hace una década y cuentan con ligas en varios países, es el espejo en el que nos miramos”, comenta.
Con el respaldo de la Real Federación Española de Balonmano (RFEBM) confían en consolidar el proyecto. “Entrar en su organigrama es un gran punto de partida, el paso que necesitábamos para formalizarlo todo, vamos a seguir moviendo el árbol para ver si caen sus frutos. Actualmente tenemos un grupo de unas 20 personas que vienen de Madrid, Valladolid, Segovia, León y Asturias, pero ya se está interesando gente de Sevilla, Málaga o Galicia. Ahora mismo es una utopía porque somos pocos, pero el objetivo es crear una liga de cuatro o cinco equipos. Y en cuanto a la selección, hacer concentraciones cada tres meses para poder disputar europeos y mundiales”, añade.
Junto a él también ejerce de entrenador-jugador de los ‘hispanos’ Richi Alonso, otro pionero de esta disciplina desde 2014 y creador del Club Juventud Alcalá. “Hasta entonces no contábamos con ningún apoyo de las instituciones, así que la ayuda de la RFEBM es el respaldo que necesitábamos para darle visibilidad y para que las personas con discapacidad se acerquen a nuestro deporte”, recalca.
Llegó a jugar en Primera y en Segunda División Nacional hasta que se retiró con 38 años castigado por varias operaciones de rodilla. “Me quitaron la rótula y me pusieron una prótesis. Empecé siendo autodidacta, me empapé de este deporte viendo vídeos y un día acudí a los entrenamientos del CB Villa de Leganés de baloncesto para coger practica con la silla y poder aplicarla al balonmano. Después abrí una escuela en Alcorcón con varios chavales y hemos ido creciendo en estos años”, dice.
“Las reglas son similares al convencional, lo único es que cada equipo tiene seis jugadores, el balón es de talla 2, no se puede utilizar pega, las porterías son de 1,70 metros de altura y es obligatorio tener siempre a una chica en el campo. Es un deporte muy físico, dinámico y veloz, cuyos movimientos lo hacen más espectacular. En un futuro nos gustaría contar con un equipo por cada comunidad autónoma y confiamos en que los clubes de balonmano saquen una sección para gente con discapacidad. Y a nivel de selección, competir en el Europeo y en el Mundial bajo el amparo de la IHF, que apuesta por su expansión. De hecho, están intentando que sea paralímpico en Los Ángeles 2028”, subraya Alonso.
Más de 20 años después, Israel Blanco ha disputado un partido oficial de balonmano. El corverano, que es uno de los mejores pilotos de parabobsleigh del mundo y que en los próximos meses comenzará la temporada sobre el tobogán helado buscando ampliar su palmarés internacional, ha dejado aparcado estos días el trineo para agarrar la pelota y sentir la magia de un deporte al que lleva ligado desde que era un crío.
“Siempre soñé con jugar con España y formar parte de esta selección es un orgullo. Lo descubrí de casualidad por redes sociales hace tres años, contacté con Inclusport, fui un día a probar y me lo pasé como un niño. Llevaba desde 1998 -le amputaron la pierna izquierda tras un accidente laboral- sin jugar. Sí que entreno a niños en el Club Corvera Handball, pero no es lo mismo. El problema es que vivo en Asturias y se entrena una vez a la semana en Valladolid, pero lo gozo cada vez que entreno”, confiesa. Poco a poco, con pasos firmes y seguros, el balonmano en silla empieza a despegar.