Loida Zabala, fuerza irreductible entre discos y barras

La cacereña, referente de la halterofilia adaptada en España, afronta en Tokio sus cuartos Juegos Paralímpicos con la ambición de subir por primera vez al podio.

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Sentada sobre el press de banca cierra sus grandes ojos claros para visualizar el movimiento, exhala una bocanada de aire y arquea levemente la espalda antes de enfrentarse al continuo baile con la barra de acero cargada de discos. La eleva una y otra vez hacia el cielo con la fuerza irreductible y resiliente que ha guiado cada paso en su vida. Loida Zabala lleva 15 años repitiendo el mismo ritual que le ha encumbrado al trono de la halterofilia adaptada en España y le ha asentado entre las mejores del mundo en su categoría. En plena madurez deportiva, sus manos cubiertas de magnesio tratarán de agarrar en Tokio el metal que tanto anhela, una medalla en los Juegos Paralímpicos.

Con sus 1,71 metros y 50 kilos de peso, la cacereña es capaz de levantar más de 100 kilos. Lo que empezó como ejercicios para la rehabilitación acabó convirtiéndose en una pasión. Con unas mancuernas escapó de la monotonía tras varios meses encerrada entre cuatro paredes en un hospital. Tenía 12 años y una mielitis transversa -inflamación de la médula espinal- le paralizó sus piernas. Le encantaba correr y disfrutaba con el kárate. “Una mañana me desperté con un fuerte dolor, a los pocos días fue a más y no podía andar ni doblar las rodillas. Acabé en silla de ruedas. Fue un golpe duro, pero nunca me vine abajo. Empecé a ver la vida de otra forma, a valorar cosas como salir a la calle o sentir la brisa en la cara”, cuenta.

Al alcanzar la mayoría de edad acudió al Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo para sacarse el carné de conducir cuando un jugador de baloncesto en silla le animó a probar la halterofilia. “Fue amor a primera vista, me enganchó y desde entonces no la he dejado ni en vacaciones”, confiesa. Lodario Ramón fue su mentor, el que la moldeó. “Al principio me mandaba los entrenamientos por correo, hasta que me fui a Oviedo con él. Le debo mucho, me enseñó la técnica y me ayudó durante nueve años”, explica. Comenzó levantando 45 kilos y con perseverancia aumentó sus marcas hasta construir un buen palmarés: 15 veces campeona de España, varios bronces europeos y numerosas medallas en Copa del Mundo.

El punto de inflexión en su carrera llegó en 2014, cuando hizo las maletas y viajó a México para absorber la forma de entrenar de Amalia Pérez, campeona paralímpica y del mundo. “Es mi ídolo y no podía desaprovechar la oportunidad. Aprendí muchísimo a su lado y encima gané un oro en el Open de las Américas”, rememora. Durante años, la haltera de Losar de la Vera (Cáceres) ha tenido que remar contra viento y marea para superar obstáculos y falta de medios. Llegó a prepararse en un garaje con el suelo inclinado que le provocó una lesión de hombro, en el estudio fotográfico de sus padres o incluso en su propio piso.

“Siempre me he adaptado a las circunstancias. Afortunadamente ya entreno en las mejores condiciones posibles y tengo lo necesario para rendir bien”, prosigue. Ahora su centro de operaciones está en Carranque (Toledo), municipio que recientemente ha abierto un centro de tecnificación de halterofilia gracias al empeño de la extremeña, mecenas de un proyecto que permitirá la preparación de nuevos deportistas. “Este espacio y la sala que hemos montado en el Hospital de Parapléjicos son mis mejores medallas. Trato de devolverle al deporte una parte de lo que me ha dado”, subraya.

De la mano de Óscar Sánchez, su entrenador, ha dado un gran salto con la barra, ha mejorado en coordinación, concentración y fuerza explosiva. “Con él estoy muy a gusto, formamos un buen equipo. También he incluido herramientas psicológicas gracias a Iván Alonso que se notan a la hora de competir. En la halterofilia la fuerza es muy importante, pero si te falla la técnica o la cabeza, estás perdida. Solemos estar bajo bastante presión y hay que saber gestionarla para que no te supere. En mi caso, estuve muchos años con miedo, pasándolo fatal, con ansiedad y con pánico escénico. Y mira ahora, hasta estoy estudiando para ser actriz, otra de mis pasiones”, dice entre risas.

Con 34 años disputará sus cuartos Juegos Paralímpicos. En Pekín 2008 fue séptima y en Londres 2012 fue quinta a pesar de acudir con un brazo lesionado por la agresión que sufrió de su expareja un mes antes del evento. “Los malos tratos que recibí fueron más duros que pasar por el hospital y quedarme en silla de ruedas. Casi se me escaparon, pero me recuperé a tiempo para disfrutar de aquella cita”, cuenta con esa entereza y positividad que contagia. En Río de Janeiro 2016 acarició el podio, le faltó el visto bueno de un juez. “Por la técnica me quedé sin esa medalla que habría sido histórica, la tuve muy cerca”, añade.

Este curso ha competido en las Copas del Mundo de Manchester (hizo tres nulos) y de Dubai (rozó el podio tras quedarse a un kilo del bronce) en categoría -50 kilos, y ha podido exprimir el tiempo para llegar con opciones de luchar por las preseas en la capital nipona. “Mantener la clasificación entre las seis mejores durante la pandemia de coronavirus ha sido un reto. Serán unos Juegos atípicos, lo que más te llena es sentir las voces y el calor de la gente, pero después de lo que hemos vivido, lo importante es estar y competir con todas las medidas de seguridad, aunque sea sin público”, comenta.

En 30 minutos se jugará cinco años de entrenamientos: “Lo afronto con mucha ilusión y ambición, habrá que estar al 100% concentrada. No sabemos en qué marcas estarán las medallas, pero voy a por ella, me encantaría conseguir un bronce. En Río no me guardé nada, me valía con ser cuarta para conservar una beca económica, pero arriesgué porque me veía capacitada para levantar 103 kilos y acabé perdiéndola. Hay que tomar decisiones en décimas de segundo, pero si vuelvo a estar en la misma tesitura, lo tengo claro, la medalla es la prioridad. Y si no la consigo, pues habrá que seguir preparándose para que en París 2024 pueda cumplir ese sueño”, sostiene Loida Zabala, una deportista que tras ese aspecto dulce y sonrisa perenne se esconde una mujer de hierro.

TEST TOKIO. Conociendo a Loida Zabala

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