El futuro del baloncesto en silla de ruedas español parece estar en buenas manos con la nueva generación de jóvenes que llegan derribando puerta. Uno de esos jugadores que están descollando a un gran nivel y se ha asentado en la cancha es Manu Lorenzo, un portento físico, un pívot de gran capacidad atlética, ágil y coordinado que ha mutado en las últimas dos campañas y ya luce músculo para intimidar y dominar en la pintura. Una ‘torre’ de 1,92 metros con una enorme proyección que se ha ganado a pulso un hueco en la selección española, con la que fue subcampeón de Europa en 2019 y ahora debutará en Tokio en unos Juegos Paralímpicos.
Se ha ganado un puesto entre los 12 elegidos por el técnico nacional Óscar Trigo después de firmar una temporada brillante. Este año ha sido una pieza importante en el título de Liga que conquistó Bidaideak Bilbao por primera vez en su historia y en la medalla de oro de la sub 22 en el Europeo de Lignano-Sabbiadoro (Italia). “Está siendo el mejor año de mi carrera, he crecido defensiva y tácticamente, tiro a canasta de forma diferente, tengo más confianza en mí mismo, arriesgo más y tengo menos miedo a hacer cosas. Eso sí, aún no se ha visto al mejor Manu, mi techo está todavía lejos”, asegura.
Esa ambición, resiliencia y ganas de superarse a sí mismo van en su ADN. Desde que nació ha tenido que lidiar con paraparesia espástica familiar, una enfermedad rara que heredó de su madre y que también padece su hermano Adrián -actualmente juega en el Joventut BCR-. “Es una dolencia que afecta a los músculos, que siempre están contraídos y no estiran, y se fue acentuando a medida que aumentaba mi estatura. Eso me dificulta caminar, así que utilizo la silla para desplazarme”, cuenta.
De pequeño se inició en el deporte practicando remo y también fútbol como portero en las calles del pueblo costero de Mugardos (Ferrol). “Tenía problemas para andar y mantenerme en pie, pero se me daba bien. Mis padres me dijeron desde el principio lo que tenía y me metieron en la cabeza que aprovechase cada momento, que nada era imposible, que siempre había otra manera de hacer las cosas. El apoyo de mi familia y de mis amigos fue fundamental”, confiesa.
Sus condiciones físicas no escaparon a Álvaro Illobre, un deportista ‘todoterreno’ y cazatalentos, presidente del Abeconsa Basketmi. “Estaba en un cumpleaños y cuando me vio pensó que yo era mi hermano Adrián. Me dijo si quería jugar al baloncesto, y así empecé, por una equivocación”, dice entre risas. Con 11 años ya competía en la segunda división nacional con adultos: “En los comienzos sentía frustración porque veía que no daba la talla, sentía que estaba muy lejos de los compañeros. Pero progresé muy rápido, eso me hizo motivarme, me enganchaba más y me acabó encantando”. Y con 14 fichó por el Amfiv de Vigo, siendo uno de los debutantes más jóvenes en División de Honor.
“Estaba acojonado, no llevaba un mes cuando llamé a mi madre y le dije que me volvía para casa, se me vino el mundo encima. Gracias a ella y a mi hermano aguanté, por eso estoy llegando lejos en la élite”, recalca. En el club vigués estuvo cuatro años hasta que en 2017 se marchó a Bilbao. En el Polideportivo Txurdinaga se cocinó a fuego lento al lado de Asier García, David Mouriz, Txema Avendaño o Jordi Ruiz. En 2019 ganó la Euroliga 1 y este curso ha levantado la Liga, siendo un pilar importante en el conjunto vizcaíno. “Es una fortuna y un lujo tenerlos al lado, entrenar con ellos me han hecho dar un salto de calidad porque aprendes con solo verlos. A veces lo pienso y no me lo creo, hace nueve años empecé en Ferrol y ahora soy campeón de Europa y de Liga”, apunta.
Con la selección española también acumula éxitos pese a sus 21 años. Con la sub 22 ya ganó un bronce continental en 2018 y en junio volvió a subir al podio en Italia con una presea dorada, promediando 15.8 puntos y 13.3 rebotes. Con la absoluta se estrenó a lo grande, con una plata en el Europeo de Polonia de 2019. El seleccionador Óscar Trigo no ha dejado pasar por alto su talento, pura fuerza, garra, determinación y buenos números bajo el aro y se lo ha llevado a los Juegos Paralímpicos. “Es un sueño hecho realidad, el fruto a todos los años de trabajo en los que me he machacado. Espero aportar esa juventud y energía, soy un jugador que lo da todo en la cancha, salgo a comerme cada balón y a partirme la cara con cualquier rival”, afirma.
España se cruzará en la primera fase con Turquía, Colombia, Corea, Canadá y Japón. “Habría preferido el otro grupo, donde están los más fuertes, como Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia, Alemania e Irán, para tener en cuartos un cruce más asequible. Pero bueno, el objetivo es ser primeros e ir a por todas”, comenta. La selección española busca repetir podio después de la plata que logró en Río de Janeiro 2016: “Hemos entrenado duro, estamos muy fuertes y hay mucha competencia en el equipo para que nadie se duerma. Si ya en Río tenían posibilidades, las opciones de lograr otra medalla paralímpica se han multiplicado porque nuestro nivel ha crecido. Con una sólida defensa, echándole huevos y poniendo corazón podemos conseguirlo”.