Mari Carmen Paredes, una atleta infatigable sobre el asfalto

A sus 61 años, la maratoniana española disputará en París sus terceros Juegos Paralímpicos junto a su guía y marido, Lorenzo Sánchez.

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La pasión por el atletismo se personifica en Mari Carmen Paredes. El deporte la rescató del pozo en el que se había hundido cuando la ceguera le llegó en 2007 por una degeneración en la mácula retiniana. Decidió desempolvar las zapatillas y empezó a competir entrada en la cuarentena. Las zancadas se sucedían y ella se olvidó de todos los problemas. Su DNI marca ahora 61 años, pero sigue en la brecha, persistente, infatigable al paso del tiempo, devorando kilómetros y exprimiendo sus piernas, sin vislumbrar la meta porque disfruta corriendo. La maratoniana continúa dando la talla a nivel mundial y en París disputará sus terceros Juegos Paralímpicos.

Lo hará junto a su inseparable guía y marido, Lorenzo Sánchez, su otra mitad, sus ojos sobre el asfalto. “Tras Río de Janeiro 2016 pensé que ahí se acababa mi carrera, pero las marcas salían y decidimos alargarla unos años más. Ha habido lesiones en el camino, ha costado mucho esfuerzo y trabajo, nadie nos ha regalado nada, y aquí estamos, en otros Juegos. Hemos sorprendido a mucha gente que no apostaba por nosotros o que consideraban que ya estábamos retirados, pero hemos cerrado bocas, nos merecíamos esta recompensa”, dice con una sonrisa de satisfacción.

Sus logros tanto en la pista como en la distancia de 42 kilómetros y 195 metros están cimentados en la constancia, la determinación y la competitividad que atesora. El atletismo fue la mejor terapia psicológica “para salir del agujero negro en el que estaba”. La pérdida de la visión le obligó a colgar la bata de enfermera tras 25 años en el Hospital Clínic de Barcelona. “Caí en una depresión, fue un golpe muy duro, no me lo creía. Estuve con ansiedad porque no sabía cómo encararía el futuro, pero dejé de lamentarme y agarré el toro por los cuernos para superar ese revés. Salir a correr me ayudó a olvidar lo que me estaba pasando y a descubrir un mundo inimaginable”, cuenta.

Acumula ya una veintena de maratones. Aunque la primera la completó mucho antes de quedarse ciega, fue en Barcelona en 1992. “Me dio por hacer footing y recuerdo que la terminé en cuatro horas. Ahí me estaba preparando para la maratón de Nueva York, a la que finalmente no pude ir porque me quedé embarazada de mi tercer hijo y lo dejé”, comenta. Lo retomó casi dos décadas después. En esas primeras salidas corriendo en la calle se llevó algún que otro tropiezo. Un día regresó a casa magullada tras golpearse con un bordillo y su marido decidió ser su guía. “Desde entonces no me deja ni a sol ni a sombra -ríe-. A él le sirvió de segunda oportunidad, formamos un gran tándem”, apunta.

Lorenzo, que era jugador de balonmano y llegó a competir en segunda división nacional, lleva 80 maratones en sus piernas y numerosas victorias en categoría para veteranos. Para ella es como tener a un entrenador las 24 horas. Es un todoterreno, un multiusos que le facilita la preparación a su mujer. “Es un lujo, una gran ventaja. Planifica los entrenamientos, los viajes, las competiciones, las comidas, analiza los circuitos y a las rivales, gestiona todos los trámites administrativos. Y sin cobrar -ríe-. Muchos atletas ciegos suelen abandonar porque no encuentran un guía y yo tengo la suerte de tener uno que se vuelca al 100% en el proyecto”, explica.

Al principio le guiaba a través de la voz, pero hace unos años obligaron a los deportistas a correr unidos por una cuerda de unos 50 centímetros. “Él es más alto y tiene una zancada más larga, así que es imposible ir con la misma cadencia. El ir atados de la mano también entorpece el braceo, él sacrifica su brazo y lo deja quieto para que yo pueda hacer todo el movimiento. Después de tantos años, nos entendemos muy bien. Lorenzo ve lo que yo no puedo, es como un copiloto de rally, me va cantando la información, si hay badenes, baches, giros o algún imprevisto en la carretera. A veces le he tenido que decir que se calle un poquito”, bromea.

Comenzó a cosechar resultados en carreras populares y en maratón debutó en Carpi (Italia) en 2011 como atleta de la Federación Española de Deportes para Ciegos. Allí batió el récord mundial en su categoría (T12), pero no se lo dieron por válido porque aún no tenía clasificación médica. También logró marcas nacionales en la pista en pruebas de fondo. Y su mayor gesta llegó en 2014, en la Copa del Mundo de Londres, con una medalla de oro adornada con la plusmarca mundial (2:59.22). “Ese día se alinearon todos los astros, fue inolvidable. Sentí un subidón cuando pasamos por delante del palacio de Buckingham para encarar la meta y el speaker dijo que era récord, es lo mejor que hemos vivido”, confiesa.

Mari Carmen estuvo en el debut del maratón femenino en unos Juegos Paralímpicos, aunque Río de Janeiro 2016 le dejó un sabor agridulce ya que fue la única vez que no acabó una prueba. “Formé parte de un momento histórico, pero tuve que retirarme por una deshidratación. Me dolió bastante ya que mis marcas eran buenas y tenía muchas posibilidades de llevarme una medalla. Creí que hasta ahí habíamos llegado, pero tras un descanso, el cuerpo nos pedía más”, asegura. La travesía hacia Tokio 2020 estuvo repleta de obstáculos e infortunios. Lesionada de los isquiotibiales, tiró de orgullo y fe para conseguir la plaza en el Mundial de 2019 tras ser bronce, pero tres horas después fue descalificada porque su guía se adelantó a ella al entrar en la meta, algo que está prohibido.

Mari Carmen Paredes se abraza a su guía tras acabar la maratón en Tokio 2020. Foto: CPE

La catalana pasó por el quirófano y se recuperó para lograr otra vez la mínima que le pedían. Los dolores volvieron a aparecer y en la capital japonesa, donde acabó novena, no pudo desplegar su mejor versión. “Era imposible correr sin dolor, también se juntó un flato abdominal, fue una tortura. Las bolsas de hielo que cogíamos del avituallamiento me las ponía en las costillas y en el kilómetro 35, desde el coche escoba me preguntaron si me retiraba, pero les respondí que no, que terminaría, aunque fuese caminando. Al entrar trotando al estadio lo celebramos como si hubiésemos conseguido medalla”, relata.

Por su cabeza no pasó dejar de competir, París 2024 estaba entre ceja y ceja. “Nos vimos abandonados tras lo de Tokio, para algunos parecía que estábamos acabados, no contaban con nosotros. Eso me dio más rabia y motivación. Surgieron más lesiones que no me dejaban tener continuidad y se nos escapó la primera ocasión para clasificarnos para los Juegos ya que en diciembre de 2023 no pudimos correr en Valencia porque cogí un virus y estuve malísima”, expone. El último cartucho era la cita de Sevilla en febrero y no lo desaprovecharon. “No había más oportunidades, pero estaba tranquila porque la habíamos preparado muy bien y eso me daba garantías, sabía que alcanzaría la mínima A”, añade.

Con esa seguridad, disciplina y tenacidad que les caracteriza, la pareja española aterriza en sus terceros Juegos. Allí estarán arropados por sus tres hijos -Ricardo, Erik y Helena- y sus tres nietos -Núria, Biel y Laia-. “Están orgullosos de nosotros y tenerlos cerca será un estímulo extra para querer hacer un buen papel. También habrá amigos animando, así que no podemos fallar ni decepcionarlos”, afirma.  El 8 de septiembre se celebrará la maratón con un recorrido que tiene dos grandes secciones, una será rápida y llana serpenteando nueve municipios de Seine-Saint Denis, y otra más accidentada, por los Campos Elíseos y luego con meta en la Explanada de los Inválidos.

La catalana sabe que las medallas están caras y tendrá que lidiar con rivales de gran nivel como la española Elena Congost -oro en Río 2016- o las marroquíes Fatima El Idrissi y Meryem En Nourhi. “Las marcas que tienen son inalcanzables, pelearán entre ellas por las medallas y, por tanto, tendrán que arriesgar más, algo que puede ser una ventaja para mí, ya que en el riesgo está el peligro y ahí estaré al acecho por si alguna falla. No voy a reservarme nada, saldré a sufrir desde el primer kilómetro y hasta dónde nos lleven las piernas. Tengo la esperanza de que a la tercera será la vencida, en París confío en que salga bien. Lo que quiero es disfrutar, lo que estoy viviendo es un premio, la ceguera me cerró una puerta, pero el atletismo me abrió ventanas”, sentencia.

Mari Carmen Paredes y su guía Lorenzo Sánchez disputarán sus terceros Juegos.

MARI CARMEN PAREDES

Mari Carmen Paredes Rodríguez (Barcelona, 1963). Atletismo. Campeona del mundo en maratón en 2014. En París disputará sus terceros Juegos Paralímpicos.

1.- Defínase con tres adjetivos.

Constante, competitiva y tolerante.

2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?

No es un objeto, así que diría que a mi marido -ríe-. También las zapatillas de correr.

3.- ¿Tiene algún talento oculto?

Talento no, hobbies sí, me gusta leer, hacer senderismo con amigos y cuidar de los gatitos de mi hija Helena cuando me lo pide -ríe-.

4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?

Teletransportarme.

5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?

A las enfermedades que puedan padecer mis seres queridos.

6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?

Llevo una dieta bastante sana y me gusta lo que como. En principio, no tengo que renunciar a nada de lo que me gusta.

7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?

En el Camino de Santiago.

8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?

A mis seres queridos.

9.- ¿En qué animal se reencarnaría?

En un elefante.

10.- Una canción y un libro o película.

‘No dejes de soñar’, de Manuel Carrasco. Un libro, ‘Hábitos atómicos’, de James Clear. Y una película, ‘La vida es bella’.

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