Eran las Navidades de 2019 y en la piscina de Pozuelo de Alarcón (Madrid) un joven enjuto, de rostro seráfico y sonriente, flotaba de espaldas, devorando metros con las piernas como principal motor. Infatigable, estuvo a remojo casi cuatro horas, sin parar. Miguel Ángel Navarro quería aportar su granito en el acto solidario que recaudaba fondos para el Hospital Infantil Niño Jesús, centro al que él acudía de pequeño para hacer rehabilitación. Esa resistencia numantina y fortaleza mental en el agua llamó la atención de Darío Carreras, técnico español que pule a promesas de la natación. Desde entonces su equipo empezó a moldear a aquel joven que, con trabajo, constancia y disciplina, ha hecho historia al convertirse en el primer español de clase S1 -discapacidad física severa- en competir internacionalmente.
El pasado mes de junio una algarabía se apoderó de él, el corazón le palpitó como tambores cuando le confirmaron su presencia en los Juegos Paralímpicos de París gracias a una invitación. Una sorpresa ya que estaba con la cabeza puesta en el ciclo para Los Ángeles 2028. “Aún no lo he digerido, estoy en una nube. Es un sueño hecho realidad”, afirma sin perder un ápice de su serenidad. Nació con una enfermedad rara denominada amioplasia muscular congénita, que afecta al funcionamiento de los músculos hasta debilitarlos. Pero el 93% de discapacidad que tiene reconocida no ha supuesto un obstáculo en el camino hacia su línea de meta.
“No tengo tejido muscular, están formados solo por grasa y me falta fuerza en los brazos. Convivo con ella desde pequeño, pero no me ha impedido alcanzar todo aquello que me he propuesto. Tuve una infancia normal, aunque con limitaciones, me movía en silla de ruedas manual, hasta que al llegar al instituto tuve que recurrir a una eléctrica. En casa nunca me sobreprotegieron, mis padres me empujaban a realizar cualquier actividad para conseguir autonomía y ganar masa”, comenta. Siempre mostró una sed inagotable por saber y conocer, y el deporte ha sido su mejor terapia. Practicó esquí, ciclismo, hípica, baloncesto en silla de ruedas, hockey en silla y boccia. En esta última modalidad ganó varias medallas en el Campeonato de España juvenil.
Se le daba bien domar las bolas de cuero azules y rojas, pero el calendario de competiciones se solapaba con la natación, su gran pasión, por la que acabó decantándose. Con determinación y entereza aprendió a moverse en el agua desde que era un bebé. La piscina es el manantial donde recarga energía. “Me permite hacer muchos más movimientos y desplazarme con total libertad, no tengo barreras y me siento más ágil. Mis brazos no son útiles para nadar, así que me sirvo de las piernas, me muevo como una medusa”, dice riendo. El mar es su otro refugio. Veranea cada año en Tavernes de la Valldigna (Valencia) y pasa horas y horas flotando entre boyas. “Mientras mis amigos podían salir para jugar en la orilla, mis padres me dejaban en el agua porque era muy bueno físicamente para mí. Me encanta esa sensación de estar boca arriba entre olas”, confiesa.
Comenzó a forjarse en la piscina del Colegio María Corredentora, con José Manuel Gómez tallando sus virtudes. Le vio potencial y le animó a competir. Fue en aquel evento benéfico de hace casi cinco años donde Darío Carreras le echó el ojo y lo reclutó para su grupo en el CAR de Madrid. “Ese día en Pozuelo el plan inicial era que nadase 15 minutos, no me conocían. Me dijeron, ‘Te dejamos esta calle y nada lo que puedas’. Estuve cuatro horas y me sacaron porque ya nos íbamos todos -ríe-”, cuenta. Indomable y tenaz, Navarro ha ido progresando a pasos agigantados en estos dos últimos años. Acude a entrenar de lunes a sábado y la dedicación está dando sus frutos.
“Somos una pequeña gran familia, me dan mucha caña, pero de eso se trata, me encanta que me exijan. Me dejo la piel para mejorar cada día, quiero dar lo máximo para sacar buenos resultados”, recalca. El madrileño está completando una buena temporada, trufada con siete récords de España: 50, 100, 200 y 400 libre, 50 y 100 espalda, y 150 estilos. Compagina el deporte con el doble grado de Derecho y Periodismo, y participa en concursos de debates universitarios. “Me gusta ir a campeonatos porque expresas tus ideas y tratas de convencer o demostrar una opinión. Te permite cultivar ciertas habilidades comunicativas, es un mundo apasionante”, añade.
En 2023 debutó en unas Series Mundiales en Limoges (Francia), “una experiencia inolvidable”, y este año pasó una clasificación médica en El Cairo (Egipto), aunque el sabor fue amargo porque le dieron la clase S2, cuando su afectación es muy alta y, por tanto, las posibilidades de competir entre los mejores se esfumaban. “Fue un varapalo, no muevo los brazos ni el torso para nadar. Lo pasé mal porque el horizonte deportivo que se me dibujaba era negro. Me quedé sin ir al Europeo de Madeira de abril. Mi familia movió cielo y tierra en busca de una segunda opinión y pudimos viajar a las Series Mundiales de Indianápolis (EE.UU.), donde pasé otra revisión y esta vez sí me clasificaron como S1. Fue un gran alivio”, explica.
Y sin esperarlo, su bautismo internacional en una gran cita será en París, en los Juegos Paralímpicos, en el mayor escenario posible. “Todavía no me lo creo, fue una noticia impactante cuando recibí la invitación. Suena a cliché, pero es lo máximo a lo que podemos aspirar los deportistas. Pensaba en Los Ángeles 2028, no quise ilusionarme con París para no llevarme un batacazo, pero es real, estoy en los Juegos. Quiero disfrutarlos a tope, vivir con emoción la ceremonia de apertura, compartir momentos en la villa con otros compañeros y nadar en la piscina con las gradas llenas”, apunta.
Marca un precedente al escribir su nombre en la historia del deporte paralímpico español como el primer nadador S1. “Es un honor y un orgullo, esto es gracias también a toda la gente que viene empujándome, mi familia, los entrenadores y aquellos que me ayudaron durante mi rehabilitación. También supone una responsabilidad porque doy voz a muchas personas con discapacidad severa. He abierto una puerta y espero que más gente se anime y den el paso para hacer deporte, y que las instituciones les den las herramientas necesarias para que puedan desarrollar sus capacidades y talentos”, subraya.
En La Défense Arena de la capital francesa nadará las pruebas de 50 y 100 espalda. “Me siento cómodo en ambas, he trabajado para mejorar en la frecuencia de patada y en saber gestionar el viraje para ser más rápido. Con las marcas que tengo puedo estar entre los mejores. Soy realista, las medallas están lejos, pero nunca se sabe. Lo que tengo claro es que no voy de vacaciones, quiero entrar en las finales”, concluye Miguel Ángel Navarro, un joven de 20 años cuya entrega, perseverancia y orgullo no paran de romper límites.
MIGUEL ÁNGEL NAVARRO
Miguel Ángel Navarro Riofrío (Madrid, 2004). Natación. Primer nadador español S1 de la historia en competir internacionalmente. En París debuta en unos Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Amable, constante y resiliente.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
Un pijama, me aporta seguridad. Y también el cargador para la silla eléctrica, si se me olvida tendría un problema -ríe-.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
Debatir sobre cualquier tema. En la universidad participio en torneos de debates y cada vez se me da mejor.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Volar, porque creo que me daría la misma sensación que la que tengo cuando estoy en el agua.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
Estoy acostumbrado, pero no me gustan que se me acerquen o me toquen los animales marinos -ríe-.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
La lasaña, las croquetas y el cocido madrileño.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A Tabernes de Valldigna (Valencia). Paso todos los veranos allí con la familia.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
Un helicóptero lleno de combustible para salir de ella cuando quisiera -ríe-.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En una gaviota o en un tigre de Bengala.
10.- Una canción y un libro o película.
‘The nights’, de Avicci. Un libro, ‘Los ochomiles de la vida’, de Irene Villa. Y una película, ‘Tod y Toby’, un clásico de Disney que no paraba de ver en bucle cuando era pequeño.
Perfecto ejemplo de superación en el nadador Miguel Ángel Navarro y estupendo artículo.