diariodesevilla.es – El baloncesto es un deporte muy físico, de contacto y choque, de rapidez y agilidad. Cuando se habla de un jugador que se dedica a esta práctica se tiende a imaginar a una persona alta y espigada que da grandes zancadas, capaz de saltar más de dos metros, pero nunca a alguien sentado en una silla de ruedas. A pesar de no cumplir con estos requisitos, los discapacitados físicos pueden convertirse en ases de ésta práctica sin saltar de sus sillas. Éste es el caso de Francisco Almagro, un sevillano que, a pesar de su minusvalía, es jugador y entrenador del equipo sevillano de baloncesto adaptado EM Vistazul.
Este hispalense se confiesa un apasionado del deporte desde que era muy pequeño, siendo el fútbol la práctica que más le atraía. Debido a sus ganas por realizar cualquier actividad física, y aunque el balompié fuese su modalidad preferida, el jugador empezó a practicar el baloncesto, primero como una manera de divertirse y luego a modo de competición. Su buenas maneras y su evolución lo hicieron vestir la camiseta del extinto conjunto ONCE Andalucía, con el que logró numerosos títulos como el de campeón de Liga o el de la Copa de Andalucía. «En ese club pasé muy buenos momentos, logrando muchos títulos y dejando grandes amigos. Es una lástima que haya desaparecido con todo lo que ha significado para el deporte adaptado andaluz y sevillano», comenta Francisco.
En su papel como jugador-entrenador del Vistazul, trabajo que lleva con gran orgullo, el deportista ha intentado fichar a alguno de estos grandes jugadores del ONCE pero, ante las dificultades económicas que atraviesa el club, le ha sido prácticamente imposible. Aun así sigue trabajando para mejorar la plantilla y se centra en el papel de la cantera, formada por jóvenes de entre quince y dieciocho años que encuentran en el básket una forma de practicar una actividad deportiva de manera profesional a pesar de sus limitaciones, algo que les ayuda a romper barreras. «En el equipo hay de todo, pero es reseñable cómo hay gente que llega con complejos y el baloncesto les han ayudado a superar sus problemas. Con una minusvalía también se puede vivir y desarrollar un deporte de manera profesional».
Francisco también destaca que el inicio en esta práctica, la igual que en cualquier deporte adaptado, es difícil, ya que el uso que se tiene de una silla de ruedas en la vida ordinaria no es el mismo que se debe tener para competir. «Ellos empiezan de cero, siendo muy jóvenes y sin base deportiva alguna. A esto hay que añadirle que el club no dispone de medios adecuados para ellos y que entrenan con gente que lleva mucho tiempo, por lo que la diferencia es grande. No obstante, la ilusión y el trabajo hacen que los chavales sigan mejorando día a día».
Aun sin grandes estrellas en su plantilla, el Vistazul ha conseguido el subcampeonato de la Copa de Andalucía en varias ocasiones, a pesar de contar con un presupuesto que no le permite fichar jugadores o desplazar al equipo completo a los encuentros fuera de casa. «El grueso del equipo está formado por varios veteranos que, unidos a la ilusión de los más jóvenes, hacen que este modesto club se mantenga en la División de Honor B, cumpliendo con el actual objetivo de la entidad». Papel que satisface a Francisco, el cual ha conseguido ganarse un sitio en los corazones de los seguidores de este humilde equipo.